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“El poder político de la literatura es que permite salirnos de nuestras ideas”

 Juan José Ferro presentó en la FILBo la novela ‘Economía Experimental’, por la que ganó el Premio Nacional a Novela Inédita que entregó el Ministerio de las Culturas en 2022. Hablamos con él sobre este libro.

30-04-2024
Juan José Ferro
 
Juan José Ferro

El Economista (así, con mayúscula) es un economista clásico, un profesor universitario convencido de que la disciplina que enseña y a la que dedica su vida tiene las claves para resolver cualquier situación. Pero cuando enfrenta un problema personal inesperado, todo se tambalea: su matrimonio, su trabajo, sus creencias más acérrimas y hasta su fe en las tesis de Adam Smith o de Milton Friedman.

Esa es la trama de Economía Experimental (Angosta Editores), la novela de Juan José Ferro que en 2022 ganó el Premio Nacional de Novela Inédita que entrega el Ministerio de las Culturas. Una historia en la que cada capítulo es un semestre y en la que la historia está contada con un estilo que mezcla lo mejor de los libros académicos y de divulgación con la narración literaria.

Ferro -nacido en 1988 y autor de El efecto Bilbao y Saber y ganar- estuvo presentando su libro en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, FILBo. Allí hablamos con él sobre esta novela que, en su momento, los jurados definieron como “ambiciosa, inteligente y divertida; escrita en una prosa impecable y madura, salpicada de un humor ácido y observaciones lúcidas y mordaces”.

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Ha dicho que duró un poco más de diez años escribiendo esta novela. ¿Por qué tanto tiempo y qué fue lo que más le costó para terminarla?​​

Digamos que fueron diez años escribiéndola en la cabeza, pero solo cuatro en el papel. Al ser una novela que dialoga tan claramente con otro lenguaje no literario (el de los libros de economía y de difusión científica) había un trabajo necesario para documentarme y conocer esos lenguajes.

Después había un reto de escritura, que la novela hablara de economía (y mucho) pero no pareciera darle clases al lector. Me tomó tiempo salirme de un tono algo didáctico. Esas dos cosas me tomaron mucho tiempo, pero fue un tiempo de muchísimo disfrute. Si en algo no creo es en los escritores que únicamente sufren mientras escriben.

Juan José Ferro

Decía en el conversatorio que le gustan las novelas que se meten hasta el fondo en el oficio de sus personajes, algo que no es muy usual. En este caso, el hecho de que el protagonista sea economista y académico permea totalmente la novela: la narración, el lenguaje, la división de capítulos en semestres...​

Es que es un hecho muy contemporáneo que cada uno de nosotros se define, en gran medida, por el oficio al que se dedica. Por eso una novela no debería despachar el oficio de su protagonista en dos líneas. Yo quise irme al otro extremo, dedicarle muchas páginas a esa tensión entre lo que uno es y lo que uno hace.

La gente se alivia mucho diciendo que se dedica a una cosa, pero su esencia más íntima no depende de ese oficio. Esta novela se hace una pregunta incómoda ¿Y si no?, ¿Qué pasa si no somos más que el oficio al que nos dedicamos?

Para eso uso el oficio académico, pero podría usar cualquiera otro. Lo importante, creo, es que la novela se hace esas preguntas no desde el lugar de quien odia su oficio, sino desde quien lo disfruta. Se podrán decir muchas cosas sobre El Economista, pero no que desprecia su oficio. Le gusta, de hecho.

Y a mí me gusta que a él le guste, la novela es también una celebración del oficio académico. Ya hay pocas novelas de campus en la tradición latinoamericana. Novelas de campus que admiren el oficio académico, casi no existen.

Es difícil empatizar con un personaje como el Economista, un poco cínico, machista, egocéntrico, pero igual como lector dan ganas de seguir su historia, de leer sus pensamientos y de saber cómo resuelve su dilema ¿Cómo logró esa tensión?​​

Rescatando uno de los grandes encantos que tiene la literatura: la amoralidad. La capacidad de suspender el juicio moral, para ponerlo en las palabras de Annie Ernaux (en el prólogo a Pura Pasión).

Vivimos tiempos muy moralistas que producen lecturas que le quitan a la literatura todo poder transformador. Cuando pienso en las novelas que me han marcado vuelco siempre a la sensación que una historia en apariencia ajena me ayuda a poner en duda alguna de mis convicciones. Esa sensación es inicialmente incómoda, y por eso leer buena literatura es duro. Pero a la larga hace nuestra experiencia vital mucho más rica.

Para usar un término bien cargado, el poder político de la literatura es permitirnos salirnos de nuestras ideas. Si los lectores al final coinciden o no con El Economista es lo de menos, lo importante es que ocupen por un rato otro lugar desde el que mirar el mundo. Eso, creo, es liberador.

Otra cosa que me llamó la atención de este personaje es que no es un narrador totalmente confiable. Mejor dicho, uno como lector puede intuir que lo que dice, o lo que se dice a sí mismo, no es totalmente real, que en el fondo puede sentir algo distinto o estar equivocado. ¿Le gustan este tipo de personajes?​​

Esa es una de las claves de la novela. Y de nuevo viene de las novelas que me gustan como lector. Los momentos que más me gustan como lector son aquellos en los que descubro algo sobre los personajes que ellos no saben sobre sí mismos. “Coger en falta” a los personajes es uno de los grandes placeres lectores.

Economía Experimental tiene un narrador en tercera persona, pero está construida un poco desde la tensión entre lo que uno ve al personaje decir (sobre todo en sus conversaciones con colegas) y lo que lo ve hacer. El lector de esta novela no le cree del todo lo que El Economista dice, y creo eso logra una tensión interesante.

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El libro tiene mucho de humor negro, pero igual no es una sátira o una caricatura. Usted incluso dijo en la charla que la escribió desde la admiración y el genuino interés ante los académicos. ¿Cómo fue ese acercamiento al mundo académico y al de los economistas clásicos?​

Esa es sin duda una de las cosas que más me ha gustado de la recepción de la novela. Desde el jurado del premio hasta un número importante de lectores, hay una amplia sensación de que la novela tiene un humor negro. Quizá incluso más del que yo pensaba.

El acercamiento que suele hacerse desde la literatura al mundo académico, a lo que se conoce como “novelas de campus”, suele ser desde la sátira. Esas novelas funcionan desde la premisa de que vistos de cerca todos, incluso los profesores más eruditos, somos bastante ridículos.

Eso es verdad. Pero también es verdad que vistos de cerca todos somos bastante interesantes. Vistos de cerca todos somos un mundo inagotable. Desde esa curiosidad, y en gran medida admiración, fue que yo quise acercarme al mundo académico.​

¿Qué significó ganar el premio nacional de novela inédita del Ministerio de las Culturas? ¿Cómo le ayudo ese premio al proceso de publicación de la novela?​

Significó una inmensa alegría. Por ver que en alguien más resonaran tantos años de esfuerzo. Además, el jurado estaba compuesto por personas que respeto y admiro como escritores, así que lo sentí como un espaldarazo aún mayor.

Sin duda el premio ayudó a que no solo la editorial sino un número importante de lectores se acerquen al libro y se dejen llevar por esa novela que no tiene título de novela ni está escriba como “se debe” escribir una novela.

El Premio ha abierto todas esas conversaciones sobre lo que puede decirnos un personaje como El Economista en el mundo que habitamos todos nosotros. Esas conversaciones han sido muy gratificantes, y espero que sigan por mucho tiempo más.

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