Omitir los comandos de cinta
Saltar al contenido principal
Skip Navigation Linkshoy-estamos-entendiendo-que-la-violencia-en-la-voragine-no-viene-de-la-selva-sino-de-la-explotacion-extractivista

Inicio / Noticias

“Hoy estamos entendiendo que la violencia en ‘La vorágine’ no viene de la selva, sino de la explotación extractivista”

 Hablamos con Erna von der Walde, una de las curadoras de la exposición ‘El árbol que devoró un mundo: los rumbos del caucho en La vorágine’, que estará hasta el 2 de mayo en la FILBo.

26-04-2024
Erna von der Walde
 
 

La exposición ‘El árbol que devoró un mundo: los rumbos del caucho en La vorágine’ es una de las grandes sensaciones de la actual Feria Internacional dle Libro de Bogotá. Tal vez porque, en el marco de la celebración por los 100 años de publicación de La vorágine, el libro de José Eustasio Rivera, la muestra se atreve a mirar más allá de las páginas y pinta un panorama muy completo sobre lo que fue la explotación del caucho, la Casa Arana y el sufrimiento de miles de indígenas que perecieron en medio de esta esclavitud.

Pero también porque cuenta la historia de resistencia de muchos de los sobrevivientes, que lograron recuperarse, unirse y consiguieron que el Estado, en 1988, les entregará las tierras que habían perdido y que hoy son el Resguardo Indígena Predio Putumayo.

El árbol que devoró un mundo

Sea por la razón que sea, esta exposición, apoyada por la Biblioteca Nacional de Colombia y el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, ha sido una de las más comentadas por las personas que visitan Corferias por estos días.

Puede leer: Minculturas lanza la tercera etapa de la revista GACETA

Al respecto, hablamos con una de sus curadoras, la ensayista Erna von del Walde, una gran experta de La vorágine, quien trabajó en esta exposición junto con Ximena Gama -con el diseño y museografía de Piedra Tijera Papel-. Ella ha estudiado la obra de Rivera durante mucho tiempo y el año pasado sacó el libro La vorágine: una edición cosmográfica, junto a Margarita Serje, en donde a través de mapas (unos hechos por el propio Rivera y otros preparados para la edición) ubican la historia en el territorio.

¿Cuál fue la idea detrás de la curaduría de esta exposición ‘El árbol que devoró un mundo’?​​​

La idea detrás de esta exposición es utilizar La vorágine -y lo digo directamente en ese término utilitario-  como una guía, como el Virgilio que nos va a llevar por la selva de la explotación cauchera en el Amazonas. Por eso hay una serie de estaciones que ilustran cómo fue la explotación durante la época del boom del caucho en el Amazonas y sobre todo en la Casa Arana en el Putumayo. Y ese recorrido va de la mano con La vorágine: la novela es la que nos permite armar el relato e ilustrarlo para un público amplio usando citas y otros elementos. ​

¿Qué otras cosas tiene la exposición?​

Está bellísima, porque incluimos muchas obras de arte relacionadas con el proceso del caucho y con cuestiones de la selva de artistas contemporáneos y de artistas indígenas. Además, hay una cantidad de material de archivo, como fotografías de la época o videos que se conjugan con esas obras contemporáneas y con materiales ilustrativos alrededor de la novela y de la vida de Rivera. Hay, por ejemplo, varias portadas de ediciones de la novela, portadas en otros idiomas. Estamos aprovechando mucho el material de archivo que tiene la Biblioteca Nacional para que se pueda ver, también, que este es un lugar privilegiado para investigar la literatura colombiana.

¿Por qué es importante revisitar ‘La vorágine’ hoy, 100 años después de publicada, a través de temas como la explotación cauchera?​​

A veces una obra literaria parece ser como una gigantesca mina de materiales a los que no les llega su momento sino mucho tiempo después. La vorágine es ese tipo de obra literaria: es como una mina gigantesca, un depósito de tanto, tanto material. En el paso de estos años se han explorado distintos materiales, pero en este momento, a sus 100 años, se nos revela una diversidad de temas que a lo largo de mucho tiempo pasaron desapercibidos: el tema ambiental, el tema de los indígenas, el tema mismo del extractivismo…

El árbol que devoró un mundo

Muchos decían que era una novela de la civilización contra la barbarie de la selva…​​

Es que la violencia de la que habla la novela y que aparece en la frase inicial (“Antes de que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia”) se la trasladaron por mucho tiempo a la selva. La lectura era que esa violencia venía de la selva misma y solo ahora estamos entendiendo, de manera mucho más clara, que esa violencia es la de la explotación extractivista, la del medio ambiente, el desplazamiento de poblaciones indígenas. Yo diría que hoy estamos leyendo cosas que dejó sembradas Rivera y que antes no se leían tan claramente. Estamos cosechando una novela muy nueva en ciertos sentidos. ​

¿Qué le dice La vorágine, eso que escribió Rivera hace 100 años, a la Colombia de hoy?​​​

Un montón, nos dice un montón. Hay una serie de cosas de La vorágine que, creo, no se leían con tanta claridad antes y hoy es más fácil leerlas, o espero que por lo menos el trabajo de edición que hicimos con Margarita Serge (La vorágine: una edición cosmográfica) sirva de invitación para leerlas. Una de las cosas que se ha pasado por alto, por ejemplo, es que la primera parte de la novela, un tercio de la novela, es en el Llano. Y el Llano es, hoy en día, una zona de incursión extractivista impresionante que está generando una cantidad de transformaciones sociales, transformaciones ambientales, transformaciones en el territorio. ​

El árbol que devoró un mundo

¿Y la novela ya nos estaba mostrando lo que podría ocurrir con el Llano?​

De alguna manera la novela ya nos estaba contando cómo este tipo de explotaciones no se quedan en un solo lugar. El mismo nombre de la novela pone en el corazón de un vórtice un tipo de explotación, la cauchera, y va mostrando las reverberaciones. Lo que pasa es que Rivera nos lleva al corazón del vórtice mucho después de que vemos las consecuencias en el hato llanero. Pero actualmente estamos viviendo una nueva fase extractivista, en donde se están centrando procesos que tienen reverberaciones en todo el territorio.

Puede leer: Las Madres de los Falsos Positivos presentarán la publicación 'Un monumento posible: 6.402 razones para no olvidar' en la FILBo

¿Cómo cuáles?

Para elaborar el libro que hicimos con Margarita Serje, nosotras hicimos mucho trabajo de campo en el Vichada, Manaos, Iquitos y una de las cosas que vimos, y que muestra que la novela es supremamente actual, es cómo los procesos extractivos generan unos desplazamientos de población impresionantes y una jerarquía poblacional en donde se traen montones de gente de otras partes para cumplir funciones que los locales no pueden cumplir. En el Vichada, por ejemplo, vimos  gente que tenía unas fincas muy productivas, aunque no gigantescas, que se estaban viendo desplazados completamente por las nuevas industrias que se están implantando en el Llano. Cuando uno va y mira lo que está pasando territorialmente en Colombia con este tipo de innovaciones empresariales, La vorágine se vuelve todavía más actual.

Ya que habla del libro ‘La vorágine: una edición cosmográfica’, ¿qué las llevó a ustedes a acompañar el texto de Rivera de mapas y de textos que contextualizan la región en la que ocurre la historia?​​​

Entendíamos que uno de los problemas de lectura de La vorágine era ubicarse en el territorio, entonces hicimos una serie de mapas que le permiten al lector viajar con los personajes, saber por dónde van, identificar los ríos por los que pasan, etc. También incluímos unos mapas que hizo el propio Rivera, y que no sirven mucho para ubicarse, pero era importante tenerlos porque la novela se escribió en un momento en el que el país estaba litigando una serie de problemas limítrofes con Perú, Brasil y Venezuela, e ilustran la claridad que teína Rivera frente a ese proceso de límites. Y por último aportamos un corpus de documentos sobre la región para que los lectores y las lectoras que se adentren en  la novela puedan familiarizarse con varios aspectos importantes. ​

¿Cómo cuáles?

El caucho, por ejemplo, no era la única industria extractiva en la época, había muchísimas más. O la historia de cómo la región del llano llega a ser ganadera, la historia de las haciendas jesuíticas. En fin, buscamos ilustrar un proceso histórico que le que le permita al público lector familiarizarse un poco con la región y buscamos presentar elementos de la percepción que se tenía por parte de funcionarios, viajeros, exploradores y misioneros de lo que eran esos territorios de frontera y de lo que ellos consideraban “pueblos salvajes”. Por eso hay textos que van desde Humboldt hasta Rafael Uribe Uribe.

Yo, de hecho, invito mucho a leer esos textos porque se nota cómo, a medida que uno lee, va aumentando el salvajismo con el cual el Estado concibe la explotación de esos territorios. Hay una frase clave en La vorágine que dice que “es el hombre civilizado el paladín de la destrucción” y yo creo que al leer estos textos, esa frase se verifica.

Ministerio de Cultura

Calle 9 No. 8 31
Bogotá D.C., Colombia
Horario de atención:
Lunes a viernes de 8:00 a.m. a 5:00 p.m. (Días no festivos)

Contacto

Correspondencia:
Presencial: Lunes a viernes de 8:00 a.m. a 3:00 p.m. jornada contínua
Casa Abadía, Calle 8 #8a-31

Virtual: correo oficial - [email protected]
(Los correos que se reciban después de las 5:00 p. m., se radicarán el siguiente día hábil)

Teléfono: (601) 3424100
Fax: (601) 3816353 ext. 1183
Línea gratuita: 018000 938081