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“Trenzar de nuevo”, el discurso del ministro de las Culturas, Juan David Correa, en San Pelayo

 Estas fueron las palabras del ministro de las Culturas, las Artes y los Saberes durante la firma del tercer Pacto Cultural por la Vida y por la Paz con 8 municipios del Caribe Sur.

07-04-2024
Juan David Correa, Ministro de las Culturas, las Artes y los Saberes
 
 

​La especie caña flecha crece a orillas de los ríos y quebradas en terrenos arcillosos y arenosos. En buena parte de esta región dicen que la planta camina porque tienen que detenerla para que no invada otros cultivos de pancoger. Una planta como esa, que ha sido utilizada desde tiempos inmemoriales, se siembra durante año y medio; se recoge la cosecha para luego cortar la hoja madura después de uno o dos años de establecido el cultivo, se corta la hoja, se despaja o desvarita, es decir, el hombre, quien en general es el recolector, le quita la parte ancha de la misma hoja para quedarse con el nervio: después, se raspa esa vena y se hace pasar por el filo de un cuchillo o de una puntilla puesta sobre una banda de cuero o de llanta que el indígena amarra a su muslo, para suavizar la fibra y quitarle su color verde. Con la puntilla se ripia, es decir, se hacen fibras delgadas. Son mujeres y hombres que conocen un oficio dispendioso que requiere concentración, esmero y paciencia.

Hecho todo eso, se clasifica, labor que hace toda la familia, en visos de colores diversos. Las manchadas y veteadas se someterán a la tintura. Las fibras más limpias se blanquean y se cuecen con limón y naranja para que no se manchen. Las fibras más oscuras de la ripiada deben tinturarse de nuevo sumergiéndolas en una olla con barro, agua, furtas de dividivi, jagua, cásacaras de plátano verde durante tres días. Cada día se lavan con agua limpia y luego se hierven en agua con bija o limpiadiente para fijar el color. Si se quieren otros colores distintos al negro, se usan otras plantas. Luego se trenza. Y quizás se recuerda. Se recuerdan las formas que le dieron origen al mundo: se llamaron pintas y se están perdiendo, eran familias de figuras de animales, de plantas; la memoria, entonces, ni más ni menos, es la que se trenza sobre la estera o sobre el sombrero. Quien mire bien puede ver. Quien solo quiere cubrirse la cabeza, no verá nada. Y entonces comprará cualquier fabricado en una maquila más del mundo vendido por unos pesos. La industria ha triunfado y el precio ha derrotado el valor. Por lo menos, hasta ahora.

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Esta bella manera de entender el mundo de su cultura, o de parte de la cultura que habita estos territorios desde antes de que todo fuera nombrado de nuevo con violencia, se extiende desde la sonoridad de lugares como Tuchín, Chinú, San Andrés de Sotavento, Ciénaga de Oro, Chimá, Sahagún, Sincelejo, Sampués, San Antonio de Palmito y Tolú. Y en esos nombres se cifran cientos de historias que se superponen: primero los panzenúes y estas tierras que aprendieron a vivir como culturas anfibias, orfebres, agricultures, cuidadores de las aguas que resguardaron una forma de vida, es decir, una cultura, que es definitiva hoy para darnos luces en medio del desastre climático que ha causado un sistema depredador y que nos tiene al borde del colapso.

Luego la llegada de los esclavos, traídos en inhumana y brutal empresa esclavista, y sus liberaciones sucesivas que fueron creando, bajo la luz de las espermas, palenques libres, como el de San José de Uré, constituido principalmente por esclavos dedicados al laboreo del oro. Ahí, nuevos ecos de un mundo sometido pero libre y liberado gracias a las danzas, la música y las “Maestras ancestrales” que mantuvieron a través de la tradición oral, una cultura durante cuatro siglos en los cuales no ha llegado alguna carta del estado.

San Pelayo

Y en la emancipación criolla, el sincretismo de las culturas migrantes, algunas colonizadoras que llegaron aquí, como lo atestigua San Benito Abad, con su basílica y su fervor. Aquí, todos ríos, y ciénagas, y sabores que fueron produciendo el fandango y la cumbia, también presentes en esa trenza que nos sirve hoy para hablar del sentido de estos pactos culturales por la paz y la vida.

Hoy estamos en San Pelayo, una de las cunas del porro, un ritmo que concreta todos esos sincretismos culturales que se expresan en las gaitas indígenas, los tambores africanos, los vientos  europeos… estamos aquí reunidos con ocho municipos de tres departamentos que son una provincia, que son una cultura, que son una trenza que se ha roto en muchas ocasiones por las sucesivas violencias que se han ensañado contra estos territorios. Aquí, dijo esta mañana el periodista Domingo José Rosso, se firmaron hace tres décadas los primeros pactos por la muerte, y hoy firmamos el primero por la vida.

Si la Cultura quiere cumplir hoy su papel, y ese es el sentido mismo de estos pactos, debe convertirse en el decidido motor de la paz, o en el centro de ella. Somos el ministerio de la paz en un sentido profundo. La trenza del territorio, la paciencia y la pericia de nuestras gentes, deben enseñarnos el camino: los colombianos debemos volver a mirar con curiosidad nuestro pasado, entender la inmensa riqueza cultural de estas tierras a las cuales, también, llegaron a comienzos del siglo veinte, cuando los puntos cardinales se cayeron, al decir de Luis Fayad, miles de sirios, libaneses, y culturas árabes que por pertenecer algunas al dominio colonial del imperio otomano, fueron llamados Turcos. Ahí está Lorica, Lorica Saudita, para atestiguarlo.

Hoy hablamos con Montelíbano, con San Pelayo, con San Marcos, con Tuchín, con San José de Uré, con San Benito Abad,  con Ayapel, y con Magangué, hasta donde se extendía esa trenza de caña flecha; hablamos con los ríos San Jorge, Magdalena, hablamos con la Mojana y con las culturas anfibias, y con las ciénagas. Y nos reconocemos en ellas. Y les decimos que este pacto depende de todos. Estas acciones, que comprenden las siguientes inversiones, no ocurrirán sino nos levantamos, funcionarios en Bogotá bajo la neblina paramuna del amanecer, a mirar al cielo y recordar que detrás de la cordillera tenemos la tarea de seguir trenzando. Si como me lo decía esta mañana la antropóloga Zenú, Blanca Muñoz, no concretamos en acciones todas nuestras intenciones, será tarde para el hombre. Y lo será porque hay urgencias impostergables ante las cuales nos ha puesto la historia hoy en el primer gobierno progresista de Colombia. Un gobierno que cambió para siempre, pase lo que pase, nuestra relación con el país, que concretó las ideas de miles de organizaciones sociales.  

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 Por eso hoy, en este tercer Pacto Cultural por la Vida y por la Paz, anunciamos las siguientes acciones de invesión concertadas con las comunidades a través de nuestras estrategias de gobernanza cultural, por 17.816 millones, que se ejecutarán en un año de vigencia desde abril de 2024:

  1. Infraestructuras culturales para la vida ($5.200 millones): construcción, adecuación y dotación de infraestructuras culturales en Magangué, Tuchín (Escuela de Artes y Oficios del trenzado, que con el Ministerio de Agricultura buscará un terreno para la siembra y el cultivo de la caña flecha), San Pelayo (Casa de cultura gitana) y Ayapel  (Casa de la Cultura). En compañía del Ministerio de Minas y Energía ofrecemos la posibilidad de adecuar todas estas infrastructuras con energías limpias como los páneles solares.

  2. Formación artística y cultural ($5.500 millones): a través del Programa Sonidos para la Construcción de Paz, formaremos a 4.000 niños, niñas y adolescentes en 20 establecimientos educativos de los ocho municipios del pacyo, con una inversión de $4.674 millones. Se garantizará la implementación de este programa hasta 2026. Y se contratará con organizaciones culturales, bandas, maestros y sabedores, hasta donde sea necesario, formación artística extracurricular para niños, niñas y jóvenes de los ocho municipios, con énfasis en San Marcos, y San Benito Abad.

  3. Memoria Viva, Saberes y Territorios Bioculturales ($2.673 millones): se destaca la formulación e implementación de la política de vidas y culturas campesinas (capítulo anfibio); fortalecimiento de la memoria histórica del Pueblo Zenú; implementación de los Planes Especial de Salvaguadia 'Conocimientos y técnicas asociadas a la pesca artesanal en el río Magdalena' y 'Trenzado en caña flecha, prácticas y conocimientos artesanales ancestrales de la identidad Zenú'; Plan de manejo comunitario para la declaratoria del área arqueológica protegida más grande del país en La Mojana.

  4. Memoria Viva, Saberes y Territorios Bioculturales: Acompañamiento al proceso de postulación a la lista representativa del patrimonio cultural inmaterial del ámbito nacional de las manifestaciones asociadas al porro y al fandango.

  5. Economía Popular ($255 millones): apoyaremos el desarrollo de las economías populares y de las vidas campesinas anfibias, potenciando la asociatividad y la consolidación de unidades productivas para la restauración ecológica y el turismo cultural y comunitario.

  6. Cultura de paz ($272 millones): fortalecimiento de las prácticas culturales, artísticas y de saberes, para una cultura de paz.

  7. Fomento público a la cultura ($ 2.917 millones): garantizaremos el apoyo a 76 proyectos y festivales culturales en 2024, a través del Programa Nacional de Concertación Cultural. Cada proyecto con una asignación de al menos $40 millones de pesos.

  8. Apoyo de hasta $300 millones a uno de los festivales más importantes de Colombia: el Festival Nacional del Porro de San Pelayo.

  9. Plan de Lectura, Escritura y Oralidad ($362 millones): dotaciones bibliográficas y tecnológicas; formación a mediadores e implementación de programas de lectura, escritura y oralidad.

  10. Fortalecer la formación en *contenidos audiovisuales y sonoros; formación de públicos, la circulación y exhibición de cine y audiovisual; fortalecimiento de emisoras comunitarias ($171 millones).

San Pelayo

Hoy le entregamos a este territorio, y en particular a la comunidad Zenú de Tuchín, el acto administrativo de la inclusión en la Lista Representativa del Patrimonio Colombiano y la aprobación de su Plan Especial de Salvaguardia del 'Trenzado en caña flecha, prácticas y conocimientos artesanales ancestrales de la identidad Zenú'. Volvamos a jugar, mientras suben a la tarima, a La hicotea o morrocoy, a El lapíz, a La caña molía, a La sortijita, al El sahino mojao, a La yuca, a La avispa, a El perro y la perra, a el Burrión- Burrión.

En el corazón sinuano palpita la libertad, dijo Guillermo Valencia Salgado. Y esa frase es verdad cuando recordamos los nombres de Orlando Fals Borda, Gloria Triana, Sonia Bazanta, Raúl Gómez Jattin, Gabriel García Márquez, Ana Francisca Ferias, Mercedes Vidal, Juana Julia Guzmán y María de los Ángeles Tapia, Maria Varilla, quien hizo de su baile una forma de enaltecer a las mujeres sinuanas, su cadencia y su poder.  Escuchémosla. Abracémonos de nuevo.

Ministerio de Cultura

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