​​​​Estas son las palabras de Adriana Martínez-Villalba, directora de la Biblioteca Nacional, durante la ceremonia de premiación de los ganadores del VIII Premio Nacional de Bibliotecas Públicas.

Con este premio, que se realiza desde el 2014, la Biblioteca Nacional de Colombia – BNC– y el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes buscan resaltar cada año la labor de un grupo de bibliotecas de entre las 1560 bibliotecas públicas adscritas a la Red Nacional de Bibliotecas Públicas - RNBP. El trabajo de estas bibliotecas es posible gracias a los bibliotecarios, lectores y lectoras, amigos de las bibliotecas y comunidades enteras que se han apropiado de estos espacios y que ponen en valor eso que Ursula K. Le Guin define como “el carácter sagrado de las bibliotecas”. Sagradas porque son accesibles, públicas, de todos. Sagradas porque no se venden, porque no deben privatizarse, ni jamás ser un privilegio más de los privilegiados. Sagradas porque están disponibles para los que las necesitemos, cuando las necesitemos, es decir: siempre.

El premio lleva el nombre de Daniel Samper Ortega, quien fue uno de los directores más memorables de esta biblioteca, que hizo posible este edificio en 1938, pero que sobre todo dinamizó las bibliotecas públicas como espacios indispensables para el conocimiento y la cultura en toda Colombia. Me gusta pensar que este premio es también un homenaje a todos y todas las directoras, funcionarios y contratistas de la BNC, que a lo largo de 246 años han trabajado en defensa de la cultura escrita.

Entre esas antiguas directoras está Ana Roda, que este año fue jurada del premio y gestora de la Ley de Bibliotecas, del año 2010, que ha permitido la consolidación de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, que este año celebra su aniversario número 45. Se trata de una red de redes, que conecta las bibliotecas de todos los rincones del territorio nacional y que en espacios como este premio nos permiten seguir aprendiendo los unos de los otros: desde el Bajo Baudó, en el Chocó, hasta Itagüí, en Antioquia, o Uribia en La Guajira. Desde Cali, hasta Ovejas, Sucre, o Ibagué. Desde Cúcuta, hasta aquí no más en la Virgilio Barco de Bogotá, o Envigado. Este premio es una muestra de ese tejido que sostiene a esta red.

Al ministro Juan David Correa, quiero agradecerle su presencia en este evento, pero, sobre todo, su defensa constante de las bibliotecas públicas, de la lectura, del libro y la literatura. Nuestro actual ministro también trabajó en esta biblioteca, precisamente en tiempos de la dirección de Ana Roda. Nos llena de ilusión poder trabajar con un ministro que ha recorrido las bibliotecas del país, que ha reflexionado y escrito sobre ellas, y que reconoce su lugar indispensable en la sociedad para el cambio que este Gobierno nos propone.

Quiero también manifestar todo mi agradecimiento y admiración a nuestra maravillosa terna de juradas, que hoy nos acompañan: Soraya Bayuelo, gestora y activista cultural de los Montes de María, y Lucía González, excomisionada de la Comisión de la Verdad, directora del Museo de la Memoria, y Ana Roda; tres mujeres que admiramos y que con generosidad y asombro recorrieron el país para encontrarse con cada uno de los proyectos finalistas de este año y conocerlos a fondo.

Sus aportes y reflexiones sobre las bibliotecas, desde su conocimiento del sector cultural y del país entero, nos serán enormemente valiosas en este momento en el que estamos trabajando para revisar el Plan Nacional de Lectura, Escritura y Oralidad, en función de los ejes que nos propone el Plan Nacional de Desarrollo: ‘Colombia, potencia mundial de la vida’.

Por último, y por ser el centro de este encuentro, quiero reconocer y manifestar mi más profunda admiración a los nueve proyectos bibliotecarios que hoy nos acompañan como finalistas. Su trabajo nos inspira a seguir trabajando por las bibliotecas, por la lectura, la escritura y la oralidad, y nos invita a reflexionar sobre el lugar de las comunidades y de los lectores en la política pública, pues si algo queda claro cuando uno ve cada uno de estos nueve proyectos es que esa política ha ido más allá de la institucionalidad, para meterse en las vidas de los niños, las niñas, los jóvenes y los lectores de todas las edades que participan de la actividad de estas bibliotecas.

Para terminar, quiero manifestarles nuestro compromiso desde MinCulturas y la RNBP, para trabajar con empeño e ilusión a lo largo de los próximos tres años con los nuevos alcaldes y gobernadores en defensa de las bibliotecas, para que cada biblioteca pública de este país sea reconocida como proyecto cultural fundamental para la construcción de paz, y que los procesos que la red ha venido trabajando a lo largo de estos 45 años se vean fortalecidos desde la institucionalidad, a la vez que abrazados por sus comunidades.

Gracias.

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