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'El mundo entero tiene una deuda con los pueblos indígenas': Daniel Munduruku

 El autor brasileño, invitado a la Feria del Libro de Bogotá, ha encontrado en la literatura un vehículo para representar a su pueblo amazónico y para generar consciencia sobre el cuidado de la naturaleza.

30-03-2024
 
Daniel Munduruku es filósofo, doctor en educación y escritor, cuya obra está dirigida principalmente al público infantil y adolescente.

En el siglo XIX, la región del Valle de Tapajós, en la Amazonía brasileña, era conocida como Mundurukânia. El nombre se desprendía de la tradición guerrera del pueblo Munduruku; de hecho, en español ese vocablo se traduce como “hormigas rojas", en alusión a la manera en que sus guerreros atacaban en masa a los territorios rivales.

Hoy, los munduruku luchan por garantizar la integridad de su territorio, que se ve amenazado por actividades ilegales como la extracción de oro, además de proyectos hidroeléctricos. Uno de los principales defensores de las tradiciones de este pueblo indígena es Daniel Munduruku, filósofo, doctor en educación y escritor, cuya obra está dirigida principalmente al público infantil y adolescente.

Munduruku, uno de los autores que representa a Brasil en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, ha escrito libros como Kabá Darebu, en la que un niño cuenta desde su visión la forma de ser del pueblo munduruku, y As Peripécias do Jabuti, cuyo protagonista, un chamán, le cuenta fábulas a un grupo de niños.  

“En el pueblo indígena, las dos puntas de la existencia son importantes: los niños, que son el presente, y los abuelos, que son el pasado. Occidente ve el tiempo como una propiedad y cree que la felicidad está allá en el futuro y el futuro es una ficción, no existe", asegura el autor.

Colombia y Brasil son dos países unidos por la selva. ¿Cómo siente esa conexión desde su lado del Amazonas?

Yo creo mucho en la capacidad de la misma naturaleza de unir a nuestros pueblos, que son tan diferentes en el idioma. Y la literatura, a mi parecer, es un punto importante para que aprendamos de cada uno. Eso precisamente puede prestarse para que incluso pudiéramos intercambiar más conocimiento acerca de nuestras potencias y construir una realidad que pueda ser interesante para ambos lados, sobre todo teniendo a la naturaleza como punto de encuentro.

¿Cómo cree que la literatura puede ayudarnos a generar conciencia de nuestro pasado y de nuestros ancestros?

La literatura debe ser usada como un instrumento de unión. Si en el pasado los pueblos se unían a través de la cultura, hoy es posible usar la literatura como una herramienta para que eso pase. Necesitamos traducir más, necesitamos leer más en portugués a los autores colombianos, y en español a los autores brasileros.

Yo trato de hacer eso con la literatura que produzco, que es ancestral, de origen. Eso también daría un punto de convergencia muy interesante porque la lucha de los pueblos indígenas de Brasil podría ayudar a los indígenas colombianos y viceversa.

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¿Y cómo puede contribuir al cuidado de nuestros recursos naturales?

Tenemos que leer más de literatura producida por autores originarios del Amazonas. Desafortunadamente, en el caso de Brasil, existe mucha gente muy curiosa hablando sobre el Amazonas, hay muchos especialistas, muchos no indígenas, y eso termina generando una visión distorsionada, una visión colonialista. Esas personas quieren colonizar el Amazonas a partir de los principios del desarrollo, del progreso y no están oyendo a aquellos que son sus principales cuidadores: nuestros pueblos nativos, que usan y disfrutan del Amazonas en su vida diaria.

Es importante crear una resiliencia entre las personas del Amazonas para que ellas puedan hacer literatura a partir de sus experiencias vividas.

Su literatura está dirigida principalmente a niños y adolescentes. ¿Cómo cree que su obra se relaciona con ellos?

Mi trabajo y mi escuela para niños y jóvenes se crearon pensando en lo poco que Brasil conoce de sus pueblos nativos. Brasil no conoce ese Brasil profundo, indígena. Entonces, las escuelas y la educación reproducen un pensamiento colonizador.

Yo empecé a escribir justamente para mostrarle a nuestros niños y niñas el punto de vista desde de los pueblos nativos. Esa literatura que producimos no es solamente para niños y niñas, es un vehículo para que ellos puedan conocer mejor la realidad brasilera, pero también una herramienta para que los adultos, a través de un lenguaje simple, simbólico y cultural, puedan sumergirse también en los misterios del Amazonas, de su flora, de sus aguas. Que ellos asuman un compromiso real con la naturaleza.

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Usted es un ejemplo de cómo los pueblos indígenas han encontrado un lugar en la literatura. Pero, ¿qué más se necesita para una verdadera representación?

Brasil necesita aprender a ver a los pueblos indígenas de una forma más original, porque tiene el punto de vista del colonizador, del europeo, del norteamericano. El político brasileño prioriza más la visión de dominio y menos la de la población indígena.

Los indígenas están haciendo un gran sacrificio para entender a Brasil, pero Brasil hace poco sacrificio para entender a los indígenas. Los indígenas se están autorepresentando, ya sea a través de la política institucional, de la literatura, de las artes o las ciencias; están aprendiendo a manipular los instrumentos de la tecnología para poder decirle a Brasil: “Aquí estamos. Nosotros también vivimos en este país, hemos estado desde siempre, siempre hemos cuidado de él y hacemos una gestión para mantener viva la naturaleza como parte de nosotros".

Brasil, incluso diría que el mundo entero, tienen una deuda con esos pueblos indígenas. Y no solo con los de mi país, también con los de Colombia, Chile, Argentina, México, Perú; en fin, de toda América Latina. Esa deuda debe ser pagada no desde un punto de vista financiero, sino desde un punto de vista de un reconocimiento por haber mantenido el mundo tal y como es.

Usted ha dicho que mirar al futuro es, en cierto modo, egoísta. ¿Cómo nació esta visión del tiempo?

Yo vengo de un pueblo que no comprende el tiempo como algo lineal. El tiempo no va para adelante. El tiempo es circular, es como la naturaleza. El tiempo occidental es como el reloj, va para adelante; en cambio, el tiempo indígena anda en un movimiento de renovación permanente, como si fuera una espiral. En ese sentido, para poder actualizarse necesita escuchar la memoria de los que estuvieron antes; eso da certeza de que nosotros hacemos parte del mundo, de que no somos propietarios del mundo.

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