El galardón, la más alta distinción del
Gobierno Nacional a las publicaciones literarias colombianas, considera
todo el universo de obras publicadas durante los últimos dos años y
premiará una de estas cinco novelas con una bolsa de 60 millones de
pesos y una obra de arte conmemorativa la segunda semana de junio.
El jurado, conformado por la editora
Margarita Valencia, el escritor argentino Martín Kohan, el escritor y
traductor Elkin Obregón, el novelista Marco Schwartz y el profesor
Conrado Zuluaga, tuvo en cuenta las novelas postuladas por un grupo de
lectura integrado por bibliotecarios, críticos literarios, docentes de
literatura y libreros, a quienes el Ministerio de Cultura invitó a
postular las novelas que en sus criterios merecerían el reconocimiento.
Se tuvieron en cuenta las novelas de
autores colombianos que fueron publicadas en nuestro país durante 2012 y
2013, en formato impreso, con registro ISBN y depósito legal,
publicadas por editoriales legalmente constituidas.
En orden alfabético, los finalistas son:
Temporal, de Tomás González
porque, según el jurado, “es, a un mismo tiempo, una novela de encierro y
una novela a cielo abierto. Transcurre en el mar, en la intemperie, a
merced de una tormenta, pero a la vez en la estrechez de un bote del que
no es posible salir. Tomás González se vale de una circunstancia así
para que un padre y sus dos hijos concentren y desplieguen ese cúmulo de
intensidades que no puede sino remitir a los tonos de las tragedias,
tonos que González evoca a la perfección”.
La carroza de Bolívar, de Evelio Rosero
por ser, de acuerdo con el jurado, “la más audaz estructura narrativa
pues es un desafío a la ‘novela histórica’, que el autor logra sacar
adelante con mucho brío. Es una novela, obra literaria de ficción, que
se sostiene más allá de la interpretación y ‘recreación’ histórica. A la
audacia de la estructura hay que añadir la demostración magistral del
carnaval en la tercera parte del libro”.
El incendio de abril, de Miguel Torres,
porque es “la mejor novela sobre El Bogotazo. Dividida en tres
capítulos, revive esas horas terribles sin consentirse una sola opinión.
Aunque sea un lugar común, no es capaz uno de cerrar el libro hasta
llegar al final. Final abierto, como se dice. Esperamos la tercera
parte”, manifestó el jurado.
Casablanca la bella, de Fernando Vallejo,
porque se trata de “una obra escrita con la lucidez y el estilo
torrencial propios de Fernando Vallejo, en la que el protagonista
(probablemente el propio autor, pero eso es anecdótico para el caso)
conmueve al lector con su desesperada búsqueda por los lugares de la
infancia. Esos lugares ya no existen o se han transformado hasta
volverse irreconocibles. Esa búsqueda es especialmente dolorosa si se
considera que el protagonista es un ser destruido por dentro, solo,
lleno de conflictos y ajeno a los cánones morales de la sociedad. En
suma, un libro feroz, y en muchas ocasiones de un sarcasmo hilarante,
sobre los intentos de recuperar el tiempo ido”.
El cuervo blanco, de Fernando Vallejo,
porque relata la historia de “un hombre llega a un cementerio en busca
de las huellas de otro hombre; y a partir de una lápida (la de Ángel
Cuervo), reconstruye la vida dedicada al saber de Rufino José Cuervo. La
narración se mueve entre el santo observado y el pícaro observador,
hagiógrafo, tanatólogo y cazafantasmas. A partir de este contrapunto, el
escritor, Vallejo, disfraza la diatriba de dato histórico, el dato
histórico de comentario sociológico, la opinión de documento, y se sirve
de todas las herramientas a su alcance —en particular de los múltiples
registros del Español— para narrar el enfrentamiento constante entre el
hombre y el mundo que lo rodea (tema central de la novela como género),
entre un ideal poderoso y la imperfección de la realidad”.
Vea
acta finalistas PNN.pdf