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2013-07-18
 

75 años del edificio de la Biblioteca Nacional de Colombia

 
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<div align=\"justify\">El pr&oacute;ximo 20 de julio se cumplen 75 a&ntilde;os de la inauguraci&oacute;n del actual edificio sede de la Biblioteca Nacional de Colombia. Presentamos un breve recorrido a lo largo de su historia.<br /></div><br />

Antecedentes de un edificio

“Con una suntuosa fiesta, a la que acudieron varios centenares de invitados, se inauguró el 20 de julio, en las horas de la noche, el palacio de la Biblioteca Nacional”. Así registró la revista El Gráfico en su edición semanal del 23 de julio de 1938 la inauguración del nuevo edificio de la biblioteca, en una página que agrupaba varias fotografías de la fachada y los jardines exteriores del Parque de la Independencia.

La fiesta inaugural, celebrada en el nuevo edificio y a la que acudieron “unas dos mil personas”, según el reporte del 21 de julio entregado por el diario El Tiempo, fue la culminación de un largo recorrido, iniciado 161 años antes en la calle 10 con carrera 6, en el actual palacio San Carlos, muy cerca de la Plaza de Bolívar. La etapa de la biblioteca en la segunda sede comenzó el 25 de diciembre de 1823, cuando fue reabierta después de que se decidiera que la sede anterior estaba en ruinas.  En el edificio de Las Aulas, una construcción que data del siglo XVII localizada en la carrera 6 con calle 9, y donde hoy funciona el Museo de Arte Colonial, la Biblioteca operó durante un siglo.

La Biblioteca Nacional de Colombia, cuya primera colección sumaba 4.182 volúmenes, soportó en esas dos primeras sedes los vaivenes políticos de una nación que intentaba definirse a sí misma. Hasta allí llegó el pacificador Pablo Morillo en busca del bibliotecario Manuel del Socorro Rodríguez, acusado de apoyar la insurgencia, y a quien Morillo lanzó una pregunta capciosa que el bibliotecario resolvió con candor. Allí fue apresado Francisco de Paula Santander, quien se dio a la tarea de contar los libros durante su encierro luego de la conspiración septembrina en 1828. Y allí también se acuarteló el general José María Melo durante el golpe que dio en Santa Fé en 1854.


El Restaurador
A lo largo de siglo y medio la biblioteca vio entrar y salir bibliotecarios y cambiar gobiernos, y su colección fue ampliándose hasta alcanzar en 1931 la cifra aproximada de 85.355 volúmenes, momento en que llegó a la dirección el bogotano Daniel Samper Ortega. Apenas tres meses después de haberse posesionado, Samper Ortega anunciaría que en el edificio de Las Aulas no había espacio suficiente para almacenar los libros.
El reporte que sobre la situación general de la biblioteca escribió Samper Ortega resulta ¬-aún hoy- demoledor y llega a ser temerario. Luego de afirmar que había paquetes de correspondencia sin abrir desde 1898; cerca de nueve mil volúmenes sin catalogar; 850 documentos del archivo histórico en el más completo desorden; al menos tres cerros de más o menos cinco metros cúbicos de paquetes de periódicos sin abrir; alrededor de 49.000 tarjetas, de las cuales hemos tenido que retirar hasta la fecha 5.130 que están equivocadas, el nuevo y comprometido director no dudó en afirmar que hasta la fecha no existe Biblioteca Nacional, y que este hacinamiento de libros que afrenta al país, requiere con la mayor urgencia una enérgica dirección, respaldada con el dinero suficiente, para que pueda entrar a prestar el servicio que le corresponde.

En 1932, el bibliotecario convoca a los miembros del Congreso de la República a que vengan a convencerse por sus propios ojos de que en el actual edificio de la Biblioteca no cabe ya un solo volumen más, y que por consiguiente es de urgencia inaplazable acometer la edificación de un nuevo local que brinde seguridades contra incendio y contra derrumbe, y tenga capacidad suficiente y comodidades de las que exige toda biblioteca moderna.

No en vano Samper Ortega es reconocido por Guillermo Hernández de Alba y Juan Carrasquilla Botero en la Historia de la Biblioteca Nacional de Colombia como El restaurador. Su tarea de organización, catalogación y cotejo de las colecciones, y las gestiones que emprendió en la búsqueda de una planta física más adecuada para la biblioteca lo llevaron a conseguir lo necesario para que se construyera una nueva sede en un lugar privilegiado: el límite norte de lo que hoy se considera el centro de Bogotá, en los jardines del Parque de la Independencia, sobre los que veinte años después se trazaría la avenida 26.

La obra en marcha
Los terrenos ocupados por el nuevo edificio estaban lejos del polo urbanístico que comenzaba a nacer en Chapinero, pero representaban en sí mismos el ideal hacia el que tendía la ciudad. El plan Bogotá Futuro, formulado para 1919-1925, había determinado que el parque Centenario, en el cual se había instalado el pabellón de maquinarias durante la Exposición de 1910, se convirtiera en el más importante de los espacios públicos de la época. Una vez estuvo construido el edificio y listas las instalaciones en 1938, Samper Ortega reportó que la mudanza de los fondos y las colecciones se realizó en quince días efectivos de trabajo sin interrumpir un solo instante el servicio de lectura. El edificio se convirtió muy pronto en un referente de la ciudad. Construido en cemento armado y en materiales incombustibles, garantizaba la seguridad y la conservación de las colecciones custodiadas, además de que permitió la instalación de la imprenta, la encuadernación, el taller de fotograbado y las maquinarias de la estación radiodifusora. Contaba además con una sala de lectura de altura monumental y de un amplio salón para proyecciones y conferencias.

Pensado y diseñado para satisfacer las necesidades de funcionamiento, almacenaje y servicios bibliotecarios de los siguientes cien años, el edificio fue construido principalmente bajo el primer periodo presidencial de Alfonso López Pumarejo, y estuvo al cuidado de la Dirección de Edificios Nacionales. Alberto Wills Ferro, un joven estudiante de arquitectura, fue el encargado de diseñar la propuesta original, que luego sería revisada y reformada en algunos aspectos por la Dirección de Edificios Nacionales.

La edificación, que se inició el 2 de mayo de 1933 cuando se instalaron los primeros cimientos, se prolongó durante los siguientes seis años y desde el principio recibió el apoyo general en respuesta a un eslogan transmitido por la radiodifusora H.J.N.: “La Biblioteca Nacional necesita edificio propio; ayúdenos!”. Para el estreno del nuevo edificio se organizó una extensa Exposición del libro, vinculada a las celebraciones de los cuatrocientos años de Bogotá y a la que fueron invitadas naciones amigas que donaron obras artísticas y bibliográficas que luego pasaron a enriquecer las colecciones de la biblioteca.

Pasado en presente
El edificio ha sufrido varias intervenciones desde su fundación. La más importante, llevada a cabo con motivo de los doscientos años de la biblioteca como institución, ocurrió en 1977, cuando el arquitecto Jacques Mosseri se dio a la tarea de remodelar algunos aspectos de un edificio que, según algunos historiadores, inició el modernismo en el diseño arquitectónico en Colombia.
Se ha planteado que el diseño propuesto por Wills Ferro logró alcanzar un equilibrio entre la tradición republicana y la escuela moderna, y uno de sus espacios emblemáticos fue la sala de lectura, inspirada en bibliotecas públicas de Estados Unidos y Europa. Para el año 1977, con el aumento en el tamaño de las colecciones –un inventario realizado en 1969 determinó que el número de volúmenes superaba los 200.000- y la falta de mantenimiento en la infraestructura, la biblioteca se veía amenazada. Mosseri y su equipo de colaboradores decidieron convertir esa sala en un hall central que conectara las salidas norte y sur de la construcción y habilitaron tres salas de lectura donde antes había depósitos.
La intervención levantó duras críticas de arquitectos que pensaban se estaba traicionando el espíritu del edificio. Sin embargo, a la larga la remodelación y el actual aspecto del hall central se han convertido en un punto de referencia obligado para los usuarios y visitantes de la biblioteca. Los trabajos que se adelantaron en aquel momento también permitieron que se abriera un centro cultural –incluida una pinacoteca-, así como la readecuación y apertura al público de dos auditorios.

Asignatura pendiente
El sueño de varios arquitectos y de al menos dos generaciones de bogotanos ha sido ver conectados el Parque de la Independencia con el edificio del Museo de Arte Moderno y la Biblioteca Nacional. De cumplirse, se consolidaría un polo cultural en pleno centro, que incluiría el Planetario Distrital, la Plaza de Toros, el Parque de la Independencia, la Biblioteca Nacional y el Museo de Arte Moderno, a muy poca distancia del Museo Nacional. En 1988, con motivo de la celebración del natalicio del arquitecto suizo Le Corbusier, y en el marco de la celebración de los 450 años de Bogotá, la Sociedad Colombiana de Arquitectos convocó a un concurso cuyo objetivo era proponer ideas arquitectónicas para un sitio en Bogotá. 

La revista Semana lo registró así: “El concurso se enfocó sobre un sitio bastante importante del centro de Bogotá, la manzana comprendida entre las calles 24 y 26 y las carreras 5 y 7, donde se localizan tres importantes obras arquitectónicas: la Biblioteca Nacional, el Museo de Arte Moderno y el edificio Embajador. La respuesta a la convocatoria fue entusiasta. Se recibieron 124 proyectos de los cuales 30 provenían de participantes extranjeros y 50 de estudiantes de diversas facultades de arquitectura”. La propuesta ganadora jamás llegó a realizarse, pero en el plano que quedó de ella puede observarse el enorme potencial de la manzana y su conexión con el parque.


El futuro hoy
En la actualidad el edificio de la biblioteca exige atención pronta. La magnitud de sus colecciones, que han alcanzado una cifra cercana a los dos millones y medio de volúmenes y no dejan espacio para almacenar muchos libros más, ha obligado a que funcionarios y colaboradores tomen medidas de último recurso con el fin de salvaguardar el patrimonio documental y bibliográfico de la nación. Además, la biblioteca ha crecido en funciones y enfrenta varias tareas de gran envergadura.
El plan de digitalización de las colecciones emprendido en 2009 es una de ellas. Con la intención de desarrollar actividades que permitan relacionar entre sí las colecciones, los servicios y los usuarios a todo lo largo del ciclo de creación, difusión, uso y conservación de datos, información y conocimientos, el trabajo de digitalizar el acervo custodiado por la biblioteca se ha adelantado con apoyo de cooperación internacional y con el impulso permanente del Ministerio de Cultura. El área de conservación ha jugado un rol definitivo, al consolidar un equipo de profesionales y especialistas dedicados a preparar, intervenir y digitalizar los materiales que hoy están disponibles y en acceso libre, gratuito y abierto a través de la Biblioteca Digital.
Así mismo, la Biblioteca Nacional se encuentra a la cabeza de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, una iniciativa que parece encontrar sus antecedentes en las bibliotecas aldeanas, nacidas durante la Campaña de Cultura Aldeana emprendida durante la llamada República Liberal, en los años 30 del siglo pasado. Con un cubrimiento total de los municipios del país, la Red ha logrado conformar y coordinar un equipo de tutores y promotores cuya misión es apoyar la tarea de los bibliotecarios en las diferentes regiones colombianas.
Hoy, en la celebración de sus 75 años, el edificio que alberga la biblioteca se prepara para efectuar un inventario general de todas las colecciones que no tiene antecedentes en la historia de la biblioteca. Con un equipo de cerca de 150 personas dedicadas exclusivamente a la tarea durante ocho meses, la biblioteca mantendrá activos sus servicios de consulta en sala al tiempo que se cotejan, revisan, comparan y catalogan todos y cada uno de los materiales almacenados en los depósitos.
La tarea emprendida por Daniel Samper Ortega en 1931, cuando encontró miles de documentos sin clasificar, cartas y paquetes sin abrir y una lamentable situación general de la Biblioteca Nacional, continúa hoy su curso al interior de un edificio que fue declarado monumento nacional en 1976 y que guarda desde 1938 la memoria in extenso de Colombia.

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