En la carátula de Medellín a cuatro manos un hombre, de espaldas, observa una barriada de casas de ladrillo y tejas de zinc que se extiende hacia las montañas brumosas en el horizonte. Parece que está parado en un mirador, pero no es así: lo que el hombre de la foto mira es una enorme pintura hiperrealista en acrílico, hecha por Nadir Figueroa, uno de los personajes de la crónica “Los hiperamigos”. En ésta, la periodista Ana María Bedoya y el curador del Museo de Arte Moderno de Medellín, Oscar Roldán Alzate, cuentan la historia de un grupo de jóvenes y talentosos discípulos del artista Oscar Jaramillo y sus esfuerzos por destacarse en la escena artística de la ciudad.

Aún antes de abrir el libro, gracias a la carátula, el lector puede intuir que la visión de Medellín que ofrecen sus páginas no es la misma que aparece generalmente en los medios de comunicación. De hecho, Medellín a cuatro manos es una invitación, a través de la cultura y la crónica periodística, para adentrarnos en aspectos poco familiares de esta ciudad que muchos creen conocer.

Un poeta octogenario que vive en su garaje; una comparsa para ahuyentar la muerte; una calle de Envigado que narra en primera persona cómo se ha convertido en meca gastronómica; la búsqueda desesperada por el último mecenas de la ciudad; un joven vestido de novia bailando entre indigentes bajo un puente… son algunas de las historias que esperan al lector de estas crónicas escritas “a cuatro manos”: cada una, producto del trabajo conjunto entre un periodista y un experto en el tema abordado.

El taller de periodismo cultural y la publicación de este libro se hicieron en alianza de MinCultura con la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano y con el apoyo de la Revista Anfibia de la Universidad Nacional de San Martín (Argentina).
 

Por su parte, A traviesa es un libro que nos lleva al corazón del Eje cafetero con sus crónicas de un paisaje cultural que ha sido reconocido como patrimonio de la humanidad por la Unesco. A color, y bellamente diagramado, los reportajes gráficos que se intercalan con las crónicas sumergen al lector en el campo y los cafetales de la región. Sin embargo, no se trata de un conjunto de clichés sobre la zona cafetera: varias de sus crónicas abordan debates y reflexiones serias sobre los cambios sociales que se perfilan en una región en donde el grano ha estado relacionado históricamente con el desarrollo económico y cultural.

La historia de una joven que en contra de la corriente decide convertirse en recolectora de café; un párroco que hizo revivir la fe de una comunidad gracias a sus exorcismos; una mujer que conversa con los muertos en un cementerio; construcciones de guadua, madera y bahareque que resisten el tiempo; la esperanza inextinguible del guaquero… son algunos de los temas y personajes que en las páginas del libro esbozan para al lector una imagen del Eje cafetero distinta a la que vemos en las cartas postales. Así, A traviesa, más que describir una región nos invita a reflexionar sobre lo que significa este patrimonio cultural de reconocimiento internacional.

Para el taller de periodismo cultural y la publicación de este libro, convergieron el proyecto de Periodismo Cultural —con la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano— y el proyecto de Comunicación y Territorio desarrollado en el Eje cafetero por MinCultura y la Federación Nacional de Cafeteros.


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