Por
Juan Carlos Millán Guzmán
Grupo de Divulgación y Prensa /
Ministerio de Cultura
Conocido por su reticencia a la
hora de conceder cualquier tipo de entrevista, el público de la ciudad
de Barranquilla contará con una oportunidad excepcional para
acceder al mundo del escritor antioqueño, quien desde hace varios años ha
decidido refugiarse en una pequeña finca de Cundinamarca para
concentrarse en la escritura y la lectura, cuya pasión surgió de la mano de su
madre y las frecuentes visitas a la Biblioteca Pública de su
natal Medellín.
Lugares y geografías que quizá
explican el hecho de que hubiera decidido definir Temporal,
su más reciente novela, como una obra escrita en una especie de verosímil tango
caribeño: “Esta es una obra que tiene un ritmo muy marcado por las horas, junto
a esa atmósfera de oscuridad que hay en los tangos, pero que ocurre en el Caribe”,
destaca el escritor, quien de haber tenido la posibilidad, quizá se hubiera
dedicado a interpretar la guitarra o el piano, pero quien decidió jugar su vida
por las letras.
“Cada vez que escribía y algo
no salía bien y fracasaba –y a lo largo de mi vida he tenido muchos fracasos-,
trataba de dejarlo y o volver a escribir, pero como nunca pude decidí que eso
era lo que iba a hacer sin pensar en nada más: si me iba bien, muy bien, si no,
también. Así fue como decidí dedicarme exclusivamente a escribir”, afirma con
la misma convicción sobre el oficio que lo acompaña desde entonces.
Enmarcada dentro del Plan
Nacional de Lectura y Escritura Leer es mi Cuento, las Ferias
Itinerantes de Libreros Independientes buscan llevar a distintas ciudades
del país lo mejor de la oferta editorial que puede adquirirse en una ciudad
como Bogotá, además de ofrecer una variada actividad cultural con
destino al público infantil, juvenil y adulto liderada por el Área de
Literatura y libro, así como por el Programa de Primera Infancia del
Ministerio de Cultura, en procura de incrementar el acceso a los libros,
así como los estándares de lectura entre los colombianos.
A la fecha, ferias de similares
características han tenido lugar en ciudades como Ibagué (Tolima),
Villavicencio (Meta) y Popayán (Cauca), mientras
que Riohacha (La Guajira) y Florencia (Caquetá)
permanecen a la espera de tener acceso a los libros que ofrecen las librerías
independientes de mayor prestigio
''Que una ciudad con la
tradición cultural de Barranquilla carezca de una librería de este tipo
resulta inconcebible, de manera que poder estar allá (o en Villavicencio,
o en Florencia, o en Popayán, etcétera) resulta de capital
importancia por la necesidad manifiesta de esos miles de buenos lectores que
sin lugar a dudas están ahí, pero que de alguna manera viven una gran
frustración debido a la pobreza o muy graves limitaciones de la actual oferta
editorial'', destaca David Roa, coordinador cultural de la Ferias.
La escritura
¿Cómo nació su interés por la
lectura?
Recuerdo haber comenzado a leer
desde muy niño, porque mamá era muy lectora y como quería que yo adquiriera ese
habito lo más pronto posible, siendo un niño de 10 o 12 años me llevó a
la Biblioteca Publica Piloto de Medellín, me secó el primer carné y
me ayudó a escoger algunos de los primeros libros que saqué en préstamo.
Además, yo nací en una familia de lectores –éramos 8 hermanos-, y en mi casa
había muchos libros, de manera que el ambiente que se respiraba en casa era el
de la lectura.
¿Qué recuerda de esa primera
biblioteca suya?
Mi mamá comenzó a regalarme
libros de aventuras de Verne, Salgari y Dickens,
que yo comencé a coleccionar de manera particular, porque cada uno de nosotros
teníamos nuestra propia biblioteca. La verdad es que conté con una guía
maravillosa que supo introducirme al mundo de autores como Julio
Verne y Tomás Carrasquilla, de cuyas obras tengo recuerdos
maravillosos y que incluso he vuelto a leer recientemente.
¿Y de la Biblioteca Pública?
Para mí continúa siendo un
recuerdo muy vívido esa experiencia de frecuentar la Biblioteca Pública
Piloto: esas pequeñas sillas y esos libros que estaban dispuestos de tal
manera que uno pudiera tomar el que quisiera. Esas visitas eran motivo de gran
felicidad, tener mi propio carné, ¡Todo eso fue una maravilla! Recuerdo que con
mamá recorríamos las estanterías y mi mamá me decía que agarrara el libro que
quisiera.
¿Leía en compañía de su madre?
Los dos leíamos estas primeras
obras, aunque cada cual lo hacía por su cuenta, y después nos sentábamos a
comentarlas, generalmente a la hora del almuerzo en la que todos solíamos
reunirnos en el comedor familiar. Hablar sobre las lecturas que cada uno de nosotros
hacíamos era un tema frecuente.
Llega la adolescencia y un
cambio en los gustos literarios, ¿qué recuerda de ese momento?
Fue una experiencia muy
variada, porque como en la casa todo el mundo estaba con su tema, recuerdo
mucho que papá y mis hermanos se entusiasmaron con Dostoievski y
la literatura rusa, de manera que hubo toda una serie de lecturas de esos
autores; fue como una fiebre, porque uno veía a todo el mundo con un libro
de Tolstoi o de Gogol en la mano por toda la
casa, cada uno sabía lo que estaba leyendo el otro y todos estábamos muy
entusiasmados.
¿Cuál fue la obra que más llamó
su atención de ese periodo?
Crimen y castigo,
aunque la verdad es que toda la obra de Dostoievski es muy
impactante. El idiota recuerdo que también nos gustó
mucho.
¿De dónde sacaba tiempo para
leer todos estos libros?
Yo creo que la verdad leía muy
poco los libros del colegio, y entonces las notas no eran muy buenas; me iba
muy bien con Dostoievski pero muy mal en matemáticas. Cada vez
que me encarretaba con un libro su lectura terminaba robándole
tiempo a todo porque si se trataba de algo muy bueno incluso hasta dejaba de ir
a jugar fútbol con un equipo que habíamos conformado con mis amigos.
¿Llegaron algunos de sus amigos
a caer bajo ese mismo embrujo de la lectura?
No creo que hubiera habido
buenos lectores entre mis amigos más cercanos porque tenían otros gustos,
muchos de ellos prefirieron la música y entre los lectores creo haber sido el
más entusiasta.
¿Qué vino luego de esa
auténtica fiebre por los escritores rusos?
Después vinieron todos los
autores del Boom: yo tenía tal vez 18 cuando se publicó la
primera edición de Cien años de soledad, de manera que en la
casa todos nos dedicamos a leer a Juan Rulfo, Julio Cortázar, Vargas
Llosa, Carlos Fuentes, José Donoso y los
demás. Fue como abrir otro baúl lleno de tesoros, porque de alguna manera ahí
estaba también Borges. ¡Todo eso reunido en una oleada que fue
también maravillosa!
¿Cuál de todos estos autores
logró llamar más su atención?
Siempre he dicho que Rulfo,
pero si me pongo a recordar Borges tal vez –no sé si pueda
considerársele como un escritor del Boom, imagino que sí- me
impresionó muchísimo; y afectivamente Cortázar lograba tener
un gran impacto entre la gente joven, que creo perdura incluso hoy en día,
gracias a ese sentido libertario que se percibe en su obra. Aunque Juan
Rulfo y García Márquez son en todo caso grandes artistas.
¿En qué momento decide ser
escritor?
Creo que fue una decisión que
se dio sola, o que en otras palabras no recuerdo haber pensado como un
proyecto, porque cuando menos pensé estaba escribiendo gracias a ese ambiente
de libros que había en casa sobre el que hablé al principio, así como al hecho
de que en mi familia ya había habido otros escritores era una posibilidad
viable para cualquiera que quisiera recorrer ese camino.
¿Algún autor que hubiera resultado
determinante en ese momento de su vida?
Entre los que más me
impresionaron durante ese periodo está William Faulkner, porque fue
tal vez el que más leí, tanto en traducciones como a través de otros escritores
que tuvieron una fuerte influencia de su obra: Rulfo, García
Márquez y muchos otros escritores latinoamericanos.
Sin duda alguna se trató de un
autor que llegó a tener un papel muy importante en toda la esfera
latinoamericana debido a que el sur de los Estados Unidos tenía
una manera de palpitar muy parecida a nuestra propia parte rural de Latinoamérica y Brasil.
¿Existió algún otro referente
en su labor creativa aparte del exclusivamente literario?
Imagino que el cine, la música,
y el arte, porque aunque solía ver bastantes películas –ahora cada vez menos-
también me gustaba mucho oír todo tipo de música, así como dedicar mi
tiempo a contemplar todo tipo de obras artísticas así fuera en reproducciones.
No fue una relación sistemática
y la verdad es que nunca me he puesto a pensar sobre la relación de esas
otras obras de arte con mi propio trabajo, pero sin duda alguna debe ser
inevitable.
¿Escucha música mientras
escribe?
De un tiempo para acá oigo
música prácticamente a lo largo de todo el día: desde Bach, Rameau y
otros compositores barrocos, hasta Pedro Vargas. Todo depende de
cómo vaya el día y cuyo repertorio resulta de especial importancia a la hora de
escribir porque muchas veces terminan dándome una noción de la musicalidad que
me gustaría lograr respecto a una composición y sonido inspirados en el ritmo y
la belleza de estas composiciones, que para el caso de la música popular logra
mostrar todo un conjunto de sentimientos a flor de piel, que también me
gustaría ver reflejados en mi propia obra.
Lectura en voz alta
¿Leyó con su hijo?
Bueno, eso no fue tan fácil
porque estábamos en Estados Unidos, y como Lucas leía en inglés
–idioma que yo no dominaba en ese momento-, entonces el intercambio que
hacíamos era más de autores. Recuerdo por ejemplo Rebelión en la
granja de George Orwell, así como otros libros que
solíamos comentar porque yo ya los conocía y él –debía contar unos 10 o 12
años- debía leerlos para el colegio. Cuando él era más pequeño esos primeros
libros los leía más bien con Dora o sus otras tías, mientras que conmigo se
dedicaba a jugar fútbol y cosas por el estilo.
¿Cuál diría usted que es la
importancia de esas primeras lecturas?
Yo creo que es bien importante,
porque muchas veces los niños no cuentan con la paciencia que se requiere para
leer y descifrar los garabatos que hay en un libro; acción en la que el papel
de los adultos resulta fundamental para tender este tipo de puentes
gracias a la lectura en voz alta.
¿En qué radica el hecho de que
usualmente sea la mamá quien tenga a su cargo ese papel iniciático en inculcar
el amor por la lectura?
Creo que la lectura es también
una acción de nutrición, y ellas lo hacen de manera mucho más espontánea y
eficaz que los hombres, porque nosotros solemos ser muy torpes para este tipo
de labores. No sé.
Después de tantos años, ¿habría
preferido jugar menos fútbol para dedicarle más tiempo a la lectura?
Yo creo que él también prefería
que la mamá le leyera, en la medida que hacía parte de su relación
afectiva. De mí esperaba que jugara fútbol.