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Las luchas de Fergusson, el médico revolucionario que trabajó por el derecho a la salud

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El profesor Guillermo Fergusson lideró y defendió a los estudiantes que se tomaron el San Juan de Dios en 1975. Perfil de un hombre que luchó por entender la medicina desde las clases populares. 

1-06-2025
hospital san juan de dios y materno infantil

​​Foto: Archivo Emilio Quevedo​​

Por Gabriela Herrera Gómez 

Unas semanas antes de morir, en 1978, uno de sus antiguos estudiantes se lo encontró en el Hospital San Juan de Dios. Para ese momento, Guillermo Fergusson, con apenas 50 años, estaba en una etapa avanzada de una enfermedad cardiovascular que lo había acompañado por mucho tiempo. “A mí se me está acabando la vida, me estoy muriendo del corazón”, fueron las palabras que el médico le dijo a este joven. Y añadió: “Pero a veces me pregunto: ¿valió la pena tanto esfuerzo? ¿tanta lucha contra una pared?”.  

El legado de Fergusson, que permanece en la memoria de muchas personas, responde a estas preguntas. 

Las luchas de Guillermo Fergusson podrían empezar a contarse a partir de sus controvertidas ideas o sus hazañas contra el statu quo de la medicina en Colombia. Pero su hija, Susana Fergusson, lo resume bien en un recuerdo. “La finca de mi abuelo quedaba en La Dorada, Caldas, junto al río de la miel. Siempre iban muchos campesinos y hacían fila de atención médica. Mi mamá les aplicaba cosas y él [Fergusson] diagnosticaba. Eran un dúo dinámico en un lugar donde el hospital más cercano estaba a 30 km. Había que sacar a la gente en mula”, evoca. “También me acuerdo que se acostaba en la hamaca y nos contaba las historias de un personaje llamado Patín. Como era tan culto, sus historias eran fascinantes. Ese es uno de mis recuerdos más dulces”, comenta con nostalgia Susana, quien también ha cumplido una labor social en el Bronx. Durante décadas, el Bronx fue un epicentro de violencia y exclusión en Bogotá, hasta que en 2016 comenzó su transformación como espacio cultural y de memoria. En ese proceso, Susana Fergusson ha jugado un papel clave acompañando a los jóvenes. 

Guillermo Fergusson nació en Bogotá el 13 de diciembre de 1928, unos días después de la masacre de las bananeras. De joven, estudió junto al cura revolucionario Camilo Torres Restrepo en el Liceo de Cervantes. Un día, el profesor de historia se ausentó por un largo periodo debido a una enfermedad y las directivas les pidieron a ambos estudiantes sustituir sus clases. “Lo hicieron de tal forma que todos asistimos sin falta. No se oía ni un ruido. Lo hicieron mejor que el mismo profesor”, recuerda uno de los compañeros de la época. Así lo referencia la columna de Fernando Guzmán Mora en el número 569-570 de la Revista del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.  ​

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Guillermo Fergusson y Egon Lichtenberger en el Departamento de Patología de San José. Archivo Emilio Quevedo 


Guillermo Fergusson estuvo casado con María Mercedes Jaramillo y tuvo cuatro hijos: Susana, Alejandro, Catalina y María Mercedes. A los veinte años fue testigo del estallido social del 9 de abril de 1948. En ese entonces, estudiaba medicina en la Universidad Javeriana, pero al poco tiempo, se trasladó a la Universidad Nacional de Colombia, de donde se graduó en 1954. Luego, viajó a Estados Unidos, donde se especializó en patología en hospitales de Nueva York y Washington. Al regresar, se vinculó nuevamente con la Javeriana como patólogo del Hospital San José.  

Algunos lo llamaron ‘comunista’ y para otros fue un ‘adelantado a su tiempo’. Fue uno de los fundadores de la célebre revista Alternativa, que marcó una época y de la que también hicieron parte Gabriel García Márquez y Antonio Caballero, entre otros.  En la última columna que escribió para esta publicación insistió en que no era un revolucionario sino un ‘pobre pendejo’ al que se le hacía un nudo apretado en la garganta y se le nublaba la vista con las injusticias.  

Por eso, no es de extrañar que el profesor Fergusson haya renunciado a su puesto como decano de la Facultad de Medicina en dos universidades por defender a sus estudiantes. En 1960, fue nombrado director del Hospital San José y cuando la Universidad del Rosario restauró su método de enseñanza en 1965, fue nombrado primer decano. Con ese “humor corrosivo” que lo caracterizaba, había logrado empatía con el rector. Tras un primer rechazo debido al carácter confesional y religioso de la entidad, este lo convenció de aceptar el cargo. Según testimonios de la época, al salir de la oficina de Monseñor José Vicente Castro Silva, rector de la institución entre 1930 y 1965, dijo: “No sabe monseñor el alacrán que se metió entre la sotana”.  

Su entrada al Rosario marcó la vida de muchos estudiantes como Emilio Quevedo. Este  profesor, hoy emérito de la misma institución, reconoce que gran parte de su inspiración se la debe a Guillermo Fergusson. Él fue el estudiante que se lo encontró en los pasillos del San Juan. “Yo entré a estudiar medicina al Rosario por Fergusson”, recuerda. “Nosotros le decíamos ‘papá Fergusson’. Él era muy paternal. Había creado el Consejo Estudiantil antes que la universidad lo creara”, señala. La primera clase que tuve en la universidad fue con Fergusson. Recuerdo que lo primero que dijo fue: ‘la biología es una ciencia social, es consecuencia de lo social y no al revés’. Eso me interesó mucho”.   

En 1969, él y sus compañeros vivían en un periodo de creatividad cultural. Ellos promovieron nuevos espacios como el coro, un seminario de literatura y medicina y finalmente, el montaje de una obra que incomodó a las autoridades eclesiásticas. “Ese fue el punto grave que llevó a la huelga y a la salida del decano”, recuerda Quevedo, quien hizo parte de ese grupo.  

Para el 19 de marzo de ese año, el día de San José, el grupo de teatro decidió hacer la obra Humanae Vitae. “Montamos una obra que tuvo que ver con una crítica a la encíclica papal de Pablo Vl, que era contra la planificación y el control natal”.  Fergusson estaba en la primera fila aplaudiendo la obra. La imagen del decano de una de las universidades más conservadoras celebrando una crítica al Papa generó un editorial en el periódico ‘El Catolicismo’ que se convirtió en un escándalo para la universidad.  

El rector de entonces, Antonio Rocha, lo citó en su oficina. “Cómo así que iba a aplaudir en público en una obra que iba en contra de la iglesia, en la Universidad del Rosario”, le dijo. Fergusson respondió que la universidad era el espacio para debatir sobre esos temas, no para castigar por discutir. Como represalia, el rector expulsó a los estudiantes que hicieron parte de la obra y cuando Fergusson se enteró, presentó su carta de renuncia como decano y profesor. Pero en ese punto, el profesor y médico tenía tal acogida por las personas de la universidad que su renuncia produjo una movilización sin precedentes.  

EL TIEMPO registró aquellos hechos en la edición del 14 de abril de 1969. La nota recoge las declaraciones de varios grupos. “La directora de instrumentadoras quirúrgicas del Hospital San José y todo el alumnado se solidarizan con el paro estudiantil decretado por los alumnos de la facultad de medicina del Colegio del Rosario, como apoyo a su decano y director, doctor Guillermo Fergusson”. Otro apartado señala: “La junta directiva de la Asociación, reunida de nuevo en sesión extraordinaria a las 12 del día de hoy, ha resuelto reafirmar su apoyo incondicional al doctor Guillermo Fergusson y solicitar a usted que se sirva reconsiderar la aceptación de la renuncia presentada por el doctor Fergusson a la decanatura de la facultad de medicina”. Quevedo señala que fue la primera huelga que se hacía para respaldar a un decano y no para botarlo. 

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Foto: Archivo EL TIEMPO 


El Consejo Estudiantil de la Facultad de Medicina también lo respaldó y solicitaron al rector revocar la expulsión de los estudiantes partícipes de la obra.  Otras facultades de la universidad empezaron a apoyar a los médicos. Después de ocho días de agitación se nombró decano al Dr. Arturo Aparicio Jaramillo y a los estudiantes involucrados se les reincorporó con matrícula condicional. Al final, Fergusson los convocó en una asamblea y les anunció que no se iba a quedar. “Yo me voy, tranquilícense, sigan aprendiendo, sigan pensando, pero no se dejen echar”, les dijo.  

Fergusson salió del Rosario, pero sus estudiantes no lo olvidaron. Hoy, el auditorio del Hospital San José –donde hacen sus prácticas los estudiantes de esta entidad– lleva su nombre. No por la decisión de las autoridades sino por la movilización de sus seguidores.  

“Cuando el hospital decidió convertir la capilla en un auditorio, pusieron una placa. Esta tenía el nombre de ‘Aparicio’, el decano que sucedió a Fergusson. La colocaron, pero la dejaron cubierta. Así que sus seguidores mandaron a hacer otra placa y la pusieron. Cuando inauguraron el auditorio, su nombre estaba ahí para sorpresa de todo el mundo”, recuerda Emilio Quevedo, uno de sus antiguos estudiantes en la Universidad del Rosario. Esto fue en 1980 y así permanece hasta la actualidad. 

En 1970, Fergusson fue nombrado secretario ejecutivo de la Cruz Roja Nacional. Allí, se dice que criticó la estructura y manejo de la institución, afirmando que se necesitaban soluciones radicales para reformarla. Por eso, en la introducción al libro que se convertiría en la guía de todos sus estudiantes Esquema crítico de la medicina en Colombia (1979), señala: “ya no se puede ser neutral ni políticamente indiferente. Fundamentalmente los médicos somos ruedas de un complicado engranaje opresor, de múltiples conexiones parroquiales o internacionales. Sin pensarlo y sin sentirlo somos agentes políticos. La medicina es una actividad social”.  

De la academia a la protesta 

En la década del 70 ingresa como profesor a la Universidad Nacional y su trabajo lo lleva a la decanatura en 1975. Allí comenzó una discusión con los docentes del lugar donde los estudiantes hacían sus prácticas: el Hospital San Juan de Dios. “Por ejemplo, había una propuesta para que uno de los pisos de la Torre Central fuera para los pensionados. La idea era que los residentes hicieran sus prácticas ahí. Pero a Fergusson le pareció que no era correcto porque se estaba usando un hospital de recursos estatales para fortalecer la práctica médica privada”, señala Quevedo.  

Esta medida respondía a una crisis financiera que desde entonces enfrentaba el hospital. Por eso, el 27 de mayo de 1975, los estudiantes de medicina de la Universidad Nacional se tomaron pacíficamente sus instalaciones para exigir el freno de estas medidas, así como el traslado de la administración del Hospital a manos de la Universidad.  

En palabras de su hija Susana, para Fergusson,  el San Juan era el refugio de los colombianos. Por eso, no dudó en apoyar a los estudiantes y liderar la movilización. “Recuerdo la angustia de mi mamá porque él ya estaba enfermo, tenía un problema cardíaco muy serio, tenía que tomar medicación”, comenta Susana. Y agrega: “la causa del San Juan no era para mí clara en ese momento, no era parte de mi comprensión de la situación política, pero sabía que papá luchaba por la igualdad. Él amaba el San Juan, era su hospital maravilloso, el lugar de enseñanza, era un maestro fantástico”. ​

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Foto: Archivo Cromos 


La protesta se extendió por todo el país. Los estudiantes de la Universidad del Rosario también entraron en paro. Residentes e internos de nueve hospitales respaldaron el movimiento y otros ocho hospitales suspendieron sus actividades. 43 universidades colombianas apoyaron la movilización y en Bogotá, protestaron más de 80.000 estudiantes. Después de dos días de protesta y largos debates, se logró un acuerdo con la administración del hospital.  

Cuando los estudiantes se preparaban para terminar la toma y desalojar el San Juan, la Policía militar y el Ejército ingresaron y desalojaron a los estudiantes a través de la fuerza. 358 personas –incluido Fergusson– fueron trasladadas al extinto Departamento Administrativo de Seguridad (DAS). Susana recuerda que en su colegio una compañera le contó que su papá estaba preso porque lo había visto en las noticias.  

Gabriel Rueda, médico y uno de sus estudiantes en la Nacional hizo parte de la toma del Hospital. “La tropa nos atropelló y el doctor Guillermo Fergusson fue obligado a subirse a una paca, que es como una cárcel andante con ruedas. Ahí nos metieron a 30 personas y una compañera entró en una crisis brutal. ‘Tranquilos’, nos decía el profesor. Él se apersonó de eso como si fuera el papá”.   

El abogado, sociólogo y defensor de presos políticos, profesor Eduardo Umaña Luna recuerda que Fergusson  fue llevado ante los jueces penales como infractor de las normas sobre seguridad colectiva y violación del orden público. “Tuve la honra de ser su apoderado judicial y escuchar la lección de dignidad que dio en su indagatoria”, recuerda en una columna publicada en la Revista Alternativa. “De acusado se transformó en formidable acusador del sistema, de sus contradicciones, de sus miserias. Y el juez, un varón respetuoso de la verdad, lo dejó en inmediata libertad”. 

Después de su episodio en el San Juan, Fergusson se dedicó a estudiar y trabajar en sus proyectos personales como el famoso libro donde dejaría todas sus enseñanzas. “Nos enseñaba que el país necesitaba un cambio y que el San Juan de Dios era el reflejo de eso”, recuerda Rueda. 

Luis Carlos Pérez, exmagistrado de la Corte Suprema de Justicia y ex rector de la Universidad Nacional, lo describe en la introducción del libro Esquema crítico de la medicina en Colombia (1979): “Fue el hombre que no quiso ser caudillo y lo fue, que no quiso herencias y dejó una muy valiosa, que no buscó la fama y ha conquistado en la opinión pública un puesto imbatible por la muerte y el tiempo”. ​

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Luis Carlos Pérez habla durante el entierro del doctor Fergusson. Foto: Revista Alternativa. 


Por su parte, el pensador Eduardo Umaña hace una descripción de su personalidad en la columna sobre su muerte publicada en la Revista Alternativa Despedida al compañero (1978).  “Fue un profesor insuperable, amigo severo de sus alumnos, de no muy común perfección académica, con generosidad intelectual, con plena fe en su Colombia, en sus gentes necesitadas, en el barro de la patria. Fue la faceta más apasionante de la personalidad de Fergusson”.  

Desde hace más de veinte años, su legado se ha transformado en la inspiración de una escuela que trabaja por la medicina social: Escuela Guillermo Fergusson. Ana Lucía Casallas, coordinadora de la entidad, explica que la institución tiene la misión de trabajar desde la perspectiva de la educación popular en el derecho a la salud y la medicina social. “Hemos trabajado con el fondo global por la prevención de la malaria, en siete municipios de zona de frontera, con el fondo global de la prevención del VIH, en la defensa de la lactancia materna, apoyamos a la población indígena, entre varios temas y comunidades”, explica.  

Casallas explica que estos programas se fundamentan en los principios de la medicina social, los mismos que Fergusson defendía con firmeza tanto en su cátedra como en su lucha por el San Juan de Dios. “No solo se trata del tema de la atención por la atención, sino de recuperación para que puedan ser armónicas con sus comunidades y espacio. Creo que ese es el hospital que Fergusson soñaba. Trabajamos en salvaguardar la vida y la dignidad de las personas. Esa era la impronta del San Juan de Dios”.  

Quevedo recuerda muy bien la pregunta que el profesor le hizo en los pasillos del Hospital poco antes de morir.  “¿Valió la pena? Fergusson fue la primera persona que me impulsó a pensar de una forma distinta, de hablar de medicina y cultura, medicina y música, hablar de una integralidad del saber médico. Su discurso era tan amplio y profundo, que los que estábamos ávidos por saber, terminamos tocados” Y añade: “Todo lo que se ha venido moviendo en Colombia es resultado de él. Fergusson anunció lo que le pasó a la medicina en el país, anunció el cierre del San Juan, el Seguro Social… Era un tipo que nació en la época que no le tocaba”.  

Rueda, por su parte, señala: “Él siempre nos decía que el que solo sabe de medicina, ni de medicina sabe. La medicina tiene que ver con la sociedad, con las clases sociales, con la política”. 

En 1978, el Dr. Fergusson falleció de un infarto fulminante. Tenía cincuenta años. Hoy, sus estudiantes, sus amigos y todo el que alguna vez escuchó de sus hazañas lo recuerda con orgullo. “¡El maestro!”, responden los médicos al preguntarles si lo conocen. También recuerdan su columna semanal en la Revista Alternativa. Allí trataba los temas nacionales. “Nos formamos leyendo sus textos con la revista alternativa”, recuerda Rueda.  

Por ello, a su muerte, la revista lo despidió con una nota del editor y todos los homenajes de sus amigos más sentidos.  


“El 15 de noviembre, para infortunio de la ciencia, de la revolución y de quienes lo conocieron, dejó de funcionar el corazón de Guillermo Fergusson. El doctor Fergusson fue colaborador y columnista de esta revista, la cual acogió como suyas las iracundas denuncias y las diatribas sin cuartel que con el castigo a los responsables de las miserias de la gran mayoría de los colombianos sobre todo en lo que tiene que ver con la salud 


Aunque fuera solo por su formación profesional, Guillermo Fergusson era un privilegiado; sin embargo, convirtió todas sus ocupaciones y responsabilidades, sus palabras y sus escritos y su calidad de dirigente en oportunidades para atacar a quienes hacen de la medicina un negocio, para denunciar el sistema de la oligarquía y defender a los explotados, a los cuales quiso ayudar a dotarse de instrumentos políticos no solo para reformar la sociedad sino para suprimir de ella como una llaga maligna, la explotación de unos hombres por otros. 

 

ALTERNATIVA publica el último artículo que publicó en sus páginas el doctor Fergusson como la mejor manera de mantener vivas sus opiniones y retratar su personalidad”. 

 

Aquí se puede consultar el artículo y la edición completa. 

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Desde el proyecto de recuperación y reapertura del Hospital San Juan de Dios, liderado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, preservamos la memoria de los que han luchado por mantener la dignidad y la salud de los y las colombianas. ​

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