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2014-11-06
 

Ivar Da Coll: mucho más que dibujos bonitos

 
Fotos: Milton Ramírez, Grupo de Divulgación y Prensa MinCultura / @fotomilton
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Recientemente galardonado con el X Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil, Ivar Da Coll es uno de los escritores e ilustradores colombianos invitados a la Feria Internacional del Libro que se celebra en  Oaxaca.

Por

Juan Carlos Millán Guzmán

Grupo de Divulgación y Prensa

Ministerio de Cultura

 

Considerado como uno de los más destacados ilustradores y escritores de libros para niños con que cuenta el país e Iberoamérica, sumado al reciente reconocimiento otorgado por la Fundación SM, Ivar Da Coll ha destinado gran parte de su vida a trabajar por y para los niños a lo largo de una extensa trayectoria de infinita dedicación hacia un género literario que hasta hace relativamente poco comienza a ser reconocido en el ámbito nacional, tras décadas de librar una batalla junto a un puñado de personas que debieron forjarse a sí mismos, a partir del trabajo y la experiencia.

 

“Una de las gravísimas cosas que está sucediendo con la literatura infantil en la actualidad, es haber mirado con desprecio su esfera narrativa: esa estructura en la que hay una historia, un conflicto y una solución clara, que evita hacer de la narración una línea interrumpida de puntos, y somete al autor a la creación de unos personajes que de algún modo resulten dialécticos, para que pueda haber una reflexión en torno al conflicto que se narra”, subraya el autor e ilustrador de clásicos como Chigüiro, Tengo miedo, o ¡No, no fui yo!

 

“Buena parte de la literatura infantil en la actualidad se volvió una mera cuestión enunciativa, en la que se cree que basta acompañar cualquier texto con una serie de dibujos bonitos para resolver el problema y entregar ese producto al niño. El tiempo –ese juez implacable- dirá si esa tendencia persiste o tiene algún tipo de validez”, puntualiza Da Coll, quien hace parte de la representación de Colombia en la Feria Internacional del Libro de Oaxaca, gracias a  la alianza realizada entre el Ministerio de Cultura, la Secretaría de Cultura Recreación y Deporte  a través del Instituto Distrital de las Artes-IDARTES, Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, Cámara Colombiana del Libro,  Embajada de Colombia en México, y  Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano “Gabriel García Márquez” (FNPI).​

 

Ivar Da Coll A.jpg

 
 

De los títeres a los lápices

 

¿Qué fue primero, su interés por la literatura o por la ilustración?

 

Esto se fue dando porque yo comencé a trabajar con títeres y dibujaba mucho, de tal manera que la fusión de esas dos cosas me condujo hacia el camino de los libros ilustrados para niños, que siempre he sostenido guarda un paralelo con el mundo de los títeres, puesto que mientras unos tienen dos dimensiones los otros están en tercera dimensión.

 

¿Qué le llamaba la atención de trabajar con títeres?

 

Julia Rodríguez fue la persona responsable de que terminara trabajando en títeres; yo tenía 11 años y ella dirigía el grupo Cocoliche; mi papá había muerto, y resultó una forma de apoyo porque yo debía analizar los personajes, hacer los diseños y además debía actuar con ellos.

Más tarde –debía tener 15 años- decidimos hacer nuestro primer montaje en serio con títeres de cachiporra, con El retablillo de Don Cristóbal, de Federico García Lorca, en el que interpretaba a Don Cristóbal.

 

¿Qué aprendió de esta experiencia?

 

Con Julia aprendí a trabajar con profesionalismo y una gran mística, de manera que siempre hacía todo con gran responsabilidad y entrega.

 

¿Qué lecturas acompañaron su infancia y posterior etapa como titiritero?

 

Mi mamá nos leía lo que en esa época se encontraba traducido al español: prácticamente los clásicos de la literatura infantil: Hermanos Grimm, Charles Perrault, Hans Christian Andersen.

Entre 1982 y 1985 se empezó a traducir la literatura contemporánea que se estaba haciendo  tanto en Europa como en América del Norte, que yo conocí,  gracias a que Julia basaba muchas de sus historias en esos textos, que después presentaría en un programa de televisión de esa época.

 

¿Cuándo se produce el tránsito definitivo hacia la ilustración?

 

Eso fue también producto de un accidente, porque yo iba a estudiar Bellas Artes –de hecho alcancé a cursar un semestre-, y una amiga mexicana que trabajaba en una antología de literatura infantil me llevó a Editorial Presencia para que hiciera mis primeras ilustraciones para un libro impreso.

Luego conocí a Silvia Castrillón, quien comenzó un proyecto con Editorial Norma, con el fin de hacer literatura infantil para niños, que contara con la participación de autores e ilustradores colombianos.

 

Que en aquella época era algo inexistente en nuestro país…

 

En Colombia no existía la idea del libro ilustrado para niños, aunque no se puede desconocer que ya en esa época había autores muy importantes dedicados a la literatura infantil como Elisa Mujica, Antonio Caballero Calderón, Fanny Buitrago, Jairo Aníbal Niño –se me escapan nombres-; algunos de ellos llegaron a recibir reconocimientos como el Premio Enka, y otros publicaban obras dirigidas al público infantil y juvenil con Carlos Valencia Editores.

Existían escritores que pensaban en los libros, pero no existía la concepción del libro ilustrado para niños –y sobre todo para niños pequeños-, que comenzó con Silvia, alrededor de la figura de un animal colombiano que estuviera en vías de extinción y de ahí surge Chigüiro.

 

¿Cuáles serían las razones de esta disparidad entre el libro infantil y su proceso de ilustración?

 

Pese a que desde hace tiempo ha habido acercamientos al libro ilustrado –entre sus pioneros están Beatrix Potter, Edward Lear, Arthur Rackham, Lewis Carroll y John Tenniel-, lo que conocemos como literatura infantil pensada en el niño como persona que merece respeto, es muy joven.

 

¿Por qué descartó proseguir sus estudios universitarios?

Cuando uno quiere dedicarse a un oficio creativo busca hacerlo de una manera responsable y comprometida; de tal manera que el tipo de educación que planteaba la Universidad en ese momento era un poco la prolongación de unas dinámicas propias del colegio que me molestaban mucho, y por eso decidí dedicarme a trabajar de manera independiente.


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Chigüiro

 

¿Cómo surgió la idea de Chigüiro?

 

Silvia Castrillón era directora de Bellas Artes en la Universidad Pedagógica y aunque no tenía, ni tengo título profesional alguno, era un profesor muy joven –tendría 20 o 21 años-,  y Silvia siempre me trató con mucho respeto, cosa que no ocurría ni siquiera con los estudiantes. Ahí surgió la idea de Chigüiro, pero también se contempló la posibilidad de que fuera un tucán o un armadillo.

Aunque inicialmente estaba concebido como un solo libro, luego se planteó un proyecto para entregar un total de 6 Chigüiros,  de los que debían hacerse dos entregas cada seis meses, a partir de otras cinco historias que tuve que inventarme.

La cita para a primera entrega era un lunes a las 7:00 de la mañana en Editorial Norma y hacía las 11:00 de la noche prácticamente había acabado las ilustraciones de los primeros tres libros. Puse los dibujos en el suelo y comencé a llorar porque me parecían horribles.

 

¿Le pasa con frecuencia?

 

Eso sucede siempre. Generalmente cuando estoy en la etapa final de un libro pienso que he podido hacerlo de otro modo, o que habría podido ser mejor, pero como los libros tienen que tener una continuidad en las imágenes, lo que hago es seguir con el trabajo de la manera más responsable posible, porque entiendo que eso también hace parte del proceso de aprendizaje.

 

¿Qué importancia tuvo Chigüiro en la historia del libro ilustrado para niños?

 

Gracias a Silvia Castrillón y ese proyecto tan ambicioso, que además tuvo mucho éxito, surgieron ilustradores fabulosos como Alekos, Olga Cuéllar  y una serie de personas que siguen trabajando de forma muy comprometida en escribir libros para niños.

Como mi preocupación eran los niños más chiquitos, me dediqué a trabajar e investigar sobre ese aspecto puntual de la literatura para niños; resultado de ello son algunas obras para Ediciones Ekaré en Venezuela, junto con una labor que me ha llevado a ilustrar obras que no siempre son de mi autoría como libros de texto y algunas antologías.

 

¿Cómo se formaban los ilustradores de esa época?

 

Cuando comencé a hacer esto ninguna escuela contemplaba la posibilidad de que la ilustración pudiera ser una carrera; se podía estudiar Diseño Gráfico y en un momento dado alguien podía arriesgarse a hacer una ilustración para la portada de una revista o un libro, pero nada más.

Como tampoco se consideraba a la literatura infantil como una materia que pudiera estudiarse en las facultades de Filosofía y Letras o de Literatura, nuestra única opción era la de formarnos  a través de la experiencia y de manera autodidacta.


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Escribir,  ilustrar, leer e investigar

 

¿Qué tanta importancia tiene el texto en sus libros?

 

El texto es una de las cosas más difíciles de hacer. Yo tardo mucho tiempo pensando la frase para comenzar un libro, y me demoro mucho en llegar a establecer la forma en que voy a decir algo de manera literaria: esa idea que me inquieta y sobre la que quiero escribir.

Afortunadamente tengo la posibilidad de dibujar, porque mientras lo hago puedo pensar en otras cosas. Eso hace parte de un proceso que se va gestando en una forma muy lenta.

 

¿Qué es primero, el texto o la ilustración?

 

Actualmente trabajo de manera simultánea en las dos cosas porque a veces, cuando hay una idea y el texto no fluye, el dibujo logra jalar las palabras.

 

Borges solía describir su propio proceso creativo como producto de una idea muy concreta con un principio y un final, ¿le ocurre algo parecido?

 

Cuando una historia tiene que surgir aparece, y entonces uno se sienta a escribirla. Pero antes de que eso ocurra hay mucha reflexión sobre una o varias ideas; de manera que de ahí en adelante ya sé que debo armarme de paciencia para llegar al resultado que espero.

 

Muchos de los personajes de sus obras son animales. ¿Cuál es la razón?

 

El niño crea una identificación con el animal por algunas de sus características; los animales suelen tener una apariencia amable;  la textura de su pelaje, por ejemplo, puede resultar muy atractiva y hace del personaje alguien simpático con el que rápidamente se produce una conexión en la parte emotiva.

Además, no existe el problema que se presentaría si se tratara de otro niño, o de una persona con sus características particulares. En general los animales ofrecen mucha mayor variedad que las personas, aunque últimamente también he trabajado con personajes con características humanas.

 

¿Adelanta algún tipo de investigación previa?, ¿cómo se documenta?

 

Claro, y esa es una de las cosas de internet que uno podría encontrar como favorables, porque la verdad es que sí hay gran cantidad de material gráfico y referencias como fotografías de animales y textos que facilita mucho el trabajo.

Detrás de cada libro hay una gran cantidad de investigación: para representar paisajes observo el tipo de flora que tenemos en el país, las diferentes casas y gran diversidad de paisajes que hay en el campo, los animales que hay en las diferentes regiones.

 

¿Ocurre que mientras viaja comience a hacer algunos bocetos y trabaje sobre alguna idea?

 

Siempre, porque cuando uno trabaja con imágenes –así no las dibuje de inmediato-, las conserva en la memoria. Como además también escribo, algo similar ocurre con las palabras.

 

¿Viajó, por ejemplo, a alguna región para ver chigüiros en su hábitat natural?

 

No, en ese momento no tenía posibilidades de hacerlo, pero sí recuerdo haber visitado el INDERENA, donde se encontraba algún tipo de material gráfico –la verdad muy poco-, de tal manera que para trabajar en Chigüiro me basé en dos o tres fotografías.

 

¿Cómo hace para lidiar con las presiones de entregar un nuevo libro una persona que esta meticulosa en su trabajo?

 

Al comienzo todos nosotros debíamos trabajar a presión y estábamos supeditados a unas fechas de entrega. Hoy en día, prefiero sacrificar ingresos por calidad, de tal manera que si dedicarme a hacer un libro implica sostenerme durante dos o tres años, prefiero jalar de un lado y de otro que sacrificar el trabajo para hacer muchos libros, que es una opción por la que han optado muchos, en desmedro de la calidad y el resultado final.

Ojalá algún día entendamos que las personas que decidimos dedicar nuestra vida a este oficio, lo hemos hecho de una manera entregada, y que al menos cuando las instituciones estatales tengan la posibilidad de hacer compras de libros, se reconozcan esos derechos que nos hemos ganado.

 

¿Escucha algún tipo de música mientras trabaja?

 

¡Mucha! Siempre escucho música clásica, gracias a que mi mamá era profesora de apreciación musical, piano e historia de la música, y logró darme una educación en ese género.

 

¿Qué otros autores lo han acompañado a lo largo de su vida?

 

No he leído todo lo que quisiera de Borges, porque me parece que es una lectura que requiere un tipo de entrenamiento, pero desde luego hay un tipo de estructura literaria que siempre me acompaña y es el cuento.

Hace poco leí una antología de Eudora Welty, me gusta también Dorothy Parker, pero también me llama mucho la atención la novela, y en particular los relatos de Patricia Highsmith.

Me gustan también los clásicos, en el sentido de obras que han resistido un periodo de tiempo respetable –Chesterton, por ejemplo-, y básicamente me gusta leer aquellas obras que sé que van a ser buenas.

 

¿Deja de lado autores contemporáneos?

 

También lo hago, pero la mayoría de las veces suelo llevarme más bien desilusiones.


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Los niños

 

¿A qué atribuye ese menosprecio respecto a la literatura infantil y el oficio de ilustrar este tipo de libros?

 

Los adultos acostumbramos a referirnos a los niños como unas cosas que son completamente ajenas, pero que sin embargo nos preocupan. Tanto así que los adultos suelen identificar la infancia como una etapa feliz de la vida, pese que un niño quizá siente mucha más angustia que cualquier adulto, en la medida que no solo tiene que enfrentar un mundo completamente desconocido, sino además aprender a manejarlo.

La  literatura infantil lo que hace es proveer de diversos elementos para que el niño pueda aprender a pensar y llegue a ser independiente. Afortunadamente llevamos cerca de 30 años en que editores, maestros, bibliotecarios y gente del mundo del libro hemos entendido la necesidad de entregar a los niños una literatura responsable, que está calando cada vez más.

 

¿Se ha servido de algunos de esos temores recurrentes de la infancia en su propia obra?

 

Sí, claro; incluso hay algunas anécdotas que hacen parte de algunos libros y son recuerdos de mi propia infancia: creo que nunca he llegado a distorsionarlos, al punto de que puedan parecer algo sin importancia, porque el hecho de que un niño tenga ese tipo de angustias existenciales no implica que no se le puedan contar.

 

¿Participan los niños del proceso creativo?

 

En muchos casos sí, y cuando veo que hay esa conexión inmediata, entonces me siento muy recompensado, porque la primera gratificación que tengo como autor e ilustrador es llegar a lo que quería hacer; y la segunda, ver esa receptividad por parte de los niños. Cuando eso que se parece tanto a la atracción entre dos personas no existe, desisto.

 

¿Qué papel juegan los papás en ese momento?

 

Borges solía decir que un buen libro para niños es un buen libro para adultos, de tal manera que los papás también se conectan. Creo también que en nuestro país hay muchos niños que, o tienen papá, o tienen mamá, o no tienen a ninguno de los dos, pero conservan el referente de un adulto que ojalá sea afectivo y se encuentre al cuidando del niño. De tal manera que en alguno que otro de mis libros está la figura de papá o mamá, pero trato que no se puedan identificar, porque ahí sí hay que ser inclusivo de una manera respetuosa.

 

¿Qué tan difícil resulta escribir para niños que han crecido en un país permeado por el conflicto armado?

 

Es difícil, pero el trabajo que hago a través de los libros ilustrado es poner de presente esa necesidad esencial que tenemos todos los seres humanos del afecto. Ese es el principal pilar del trabajo que yo he hecho.

 

¿Ha contemplado la posibilidad de llevar algunas de sus obras al teatro de títeres?

 

A mí me encantaría volver a hacer títeres, pero creo que para eso requeriría tanto tiempo que, o me dedico a los libros, o me dedico a los títeres. Si pudiera llevar a los títeres alguna de mis obras, le dedicaría mucho tiempo para hacerla tal cual la quiero; quizá la única con la podría ser posible sería Medias dulces, aunque es una historia que por obvias razones tiene una raíz europea, porque tiene que ver con la tradición italiana que heredé de mi padre.

 

¿Cine?

 

Eso sí me gustaría, hacer algunos intentos de animación por mi cuenta; de tal manera que voy a ver si en la medida que voy trabajando en los libros puedo sacarle un tiempo a eso.

 

¿Le gustan las películas animadas?

 

Yo trato de ver casi todo el cine animado y tengo un especial interés –digamos que de tipo científico- por todo lo que hace Walt Disney; vi mucho cine animado de Norman McLaren, porque me gustan las cintas que se ajustan a la imagen: narrar con la imagen; uno de los directores que más  se preocupaba por ese aspecto era Alfred Hitchcock.

 

¿Trabaja en computador?

 

Sí, básicamente ahora trabajo con el computador, porque siento que es algo con lo que puedo lograr la misma calidad que tenían mis trabajos cuando los hacía en forma manual, con las facilidades que ofrece el computador: devolverse en fases previas del trabajo sin afectar el conjunto; o el hecho de que trabajar con materiales húmedos, como la tempera, tienden a secarse muy rápido.

 

Sin embargo, debo aclarar que el computador solo me ha ahorrado esos pequeños pasos porque tardo prácticamente la misma cantidad de tiempo haciendo una ilustración de manera manual.

 

¿Le costó hacer el tránsito?

 

Al principio tenía mucho temor, porque yo veía al computador como una cosa demasiado cartesiana, pero se ha avanzado tanto en materia de software que uno encuentra programas que se asemejan demasiado a lo que uno busca obtener con el trabajo manual.

Además, yo venía con la experiencia de hacer la revista Dini para la Revista Diners, y hace dos años comencé a hacer los primeros dibujos en el iPad.

 

Existe actualmente un Boom de lo que muchos llaman novela gráfica. ¿Le gustaría incursionar en este género?

 

Una de los aspectos terribles de eso que llaman postmodernidad es que las cosas cambian de nombre sin cambiar su esencia, aunque se crea que automáticamente se convierten en otra cosa. De tal manera que ya no se habla de libros ilustrados sino de libros álbum; no se habla de cómic–término que nos parece peyorativo- o pulp fiction, sino de novela gráfica.

A mí me gustaría que alguien sustentara de manera seria en qué consiste esa diferencia, de la misma manera que me atrevo a decir que hay mucha gente que se cree ilustradora porque dibuja, o que son escritores porque escriben tres líneas.

 
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