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2014-10-09
 

Carolina Ponce de León vuelve a Colombia y es designada Asesora de Artes Visuales de MinCultura

 
Foto Milton Ramírez
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Considerada como uno de los pilares de la crítica y la curaduría del arte colombiano, regresa al país tras vivir dos décadas en EE.UU. Asume el reto de promover las artes plásticas nacionales, calificadas como territorio relevante del arte contemporáneo.

 
Por
Alicia Jiménez Mantilla
Grupo de Divulgación y Prensa
Ministerio de Cultura
 
Con una impecable trayectoria que la ha llevado a desempeñarse durante más de 30 años como curadora, crítica e historiadora del arte, Carolina Ponce de León fue la primera Directora de Artes Plásticas de la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, donde trabajó entre 1984 y 1994, y creó el Programa Nuevos Nombres, iniciativa crucial y pionera en la promoción y circulación del arte colombiano, el cual resultó fundamental para las generaciones artísticas emergentes de los años ochenta y noventa, entre quienes se destacan figuras relevantes para el arte nacional que comenzaron a darse a conocer gracias a sus exposiciones: Doris Salcedo, María Fernanda Cardoso, Delcy Morelos, Carlos Salazar, Rafael Ortiz, José Antonio Suárez y Johanna Calle, son solo algunos. 
 
Proyectos curatoriales de su autoría han merecido el apoyo del National Endowment for the Arts (Washington, D.C.); The Andy Warhol Foundation for the Visual Arts (Nueva York); Creative Work Fund (San Francisco); California Arts Council (Sacramento); National Association of Latino Arts & Culture (San Antonio), y The San Francisco Foundation (San Francisco).
 
Escritora prolífica de ensayos y libros sobre arte contemporáneo colombiano y latinoamericano, sus trabajos en este campo han sido publicados en antologías editadas por MIT Press;  INIVA Londres y el New Museum of Contemporary Art de Nueva York.  Además ha publicado textos críticos y reseñas en catálogos y en revistas especializadas, como Arte en Colombia y Art Nexus (Colombia), Poliester (México), Parkett (Zurich), Art in America (EE.UU.) y Bomb Magazine (EE.UU.).
 
El Efecto Mariposa: Ensayos Críticos sobre arte y cultura en Colombia 1985-2000, libro publicado por el Instituto Distrital de Cultura en 2004, es considerado un hito entre la crítica especializada, artistas y comunidad académica, además de constituirse en referente ineludible para acercarse al arte colombiano.
 
A partir de 1995 Ponce de León se radica en Estados Unidos, país en el que trabaja como curadora del Museo del Barrio en Nueva York y Directora de la Galería de la Raza en San Francisco.
 
Con el firme propósito de fortalecer las líneas de acción que ha desarrollado en los últimos cuatro años la Dirección de Artes del Ministerio de Cultura, las cuales presentan un exitoso balance en términos de promoción para la creación, investigación y circulación de las artes plásticas, su nombramiento es de significativa importancia para el sector. En diálogo con MinCultura se refirió a su experiencia en el exterior y las expectativas respecto al cargo.
 
Latinoamérica y Estados Unidos
 
¿Por qué decidió irse? 
 
Llevaba 10 años en la Luis Ángel Arango y a partir de la exposición Ante América —muestra curada junto a Gerardo Mosquera (crítico y cofundador de la Bienal de La Habana) y Rachel Weiss (investigadora y curadora), que para muchos marcó un hito para las artes plásticas latinoamericanas porque presentaba una forma de ver y analizar el arte de la región sin tener en cuenta criterios tradicionales—, me interesó muchísimo profundizar en la relación del arte colombiano con América Latina y de América Latina con Estados Unidos.
 
Decidí que quería trabajar en ese campo porque mi interés cultural y artístico era tener un rol que me permitiera participar y contribuir a visibilizar y legitimar mucho más el arte latinoamericano en Estados Unidos. Fue así como decidí irme a Nueva York a mediados de los noventa. Toda mi familia estaba radicada en Estados Unidos y fui un poco la hija pródiga que buscaba volver a reunirse con ellos.
 
¿Cómo fue esa estadía que se prolongó tanto?
 
Cuando llegué a Estados Unidos políticamente me interesaba más trabajar desde un lugar que afirma una perspectiva latina para tener una voz desde ahí; creo que hay muchas estrategias que uno puede escoger cuando tiene un campo que le interesa, a mí en particular, me llamaba la atención poder establecer ese diálogo intercultural y moverme ahí. Hay otras maneras —una opción era entrar a una institución norteamericana y desde adentro mover cosas—, pero decidí que quería trabajar con las instituciones latinas debido a que tenía la posibilidad de formar una política más efectiva desde ese lugar.
 
¿Qué proyecto destacaría de esa época?
 
En el Museo del Barrio establecí un programa que se llama The (S) Files: una bienal de artistas latinoamericanos establecidos en Nueva York que se ha vuelto el programa más reconocido del museo y cuenta ya con más de 12 años de existencia. Ha sido muy importante porque la historia del museo era muy compleja, muy local como su nombre lo indica. Fue creado por la comunidad puertorriqueña residente en Nueva York, un grupo muy marginalizado por razones de clase, etnicidad, idioma y hasta por su localización dentro del mapa de la ciudad y esta iniciativa le abrió al museo un nuevo espacio de exploración y circulación y un perfil más inclusivo, contemporáneo e internacional.
 
El estar pensando siempre en dinámicas culturales fue lo más significativo también a nivel curatorial durante mi permanencia en Estados Unidos. En definitiva, lo importante de la gestión allá fue entender las prácticas artísticas de origen latinoamericano en el contexto de un complejo sistema de relaciones interculturales agridulces, entre lo local y lo regional, el norte y el sur, la cultura norteamericana y la mexicana que era predominante en California, y los latinos (nacidos en EE.UU.) y los latinoamericanos. Entender todo esta trama de relaciones, que implica grandes diferencias de nacionalidad, económicas, culturales, e históricas, me parecía fundamental para crear programas y realizar exhibiciones que dinamizaran y promovieran ese diálogo.
 
¿Durante su permanencia en Estados Unidos cómo fue su relación con Colombia?
 
Más que todo afectiva y familiar. Trabajé ocasionalmente con algunos artistas como Miguel Ángel Rojas, Óscar Muñoz, María Fernanda Cardoso, Luis Roldán y José Antonio Suárez, con la intención de mantener un vínculo con el país, pero realmente me concentré en esa búsqueda de lo latinoamericano en Estados Unidos. Venía a Colombia con cierta frecuencia, y mantuve una conexión cercana con los artistas de mi generación más que con los procesos artísticos emergentes.
 
¿Qué pasó con su ejercicio como crítica?
 
Yo abandoné el ejercicio de la crítica, aunque no el espíritu crítico. Mi labor en ese campo fue principalmente a través de mis columnas en El Tiempo y El Espectador entre 1986 y 1994, cuando me fui del país. Al comenzar a escribir, había muy pocas voces y sentía una conciencia de que era lo que hacía falta y entonces había que hacerlo. Ya en los Estados Unidos me dediqué más a la curaduría, el activismo cultural, la gestión, la investigación y la historia del arte.
 
¿Qué interés despierta en usted trabajar en el lugar donde se definen las políticas culturales de Colombia?
 
Hoy en día el sector cultural es mucho más sólido y cuenta con una infraestructura más fuerte tanto a nivel institucional, como privado, independiente e individual con personas que se han especializado en Colombia o el exterior en gestión cultural, teoría e historia del arte, curaduría, preservación y conservación de obras. El campo se ha ampliado y profesionalizado increíblemente. Al mismo tiempo, el país es más complejo política y socialmente, y está en una coyuntura de transformación muy importante. Esto implica un reto y una gran oportunidad para seguir fortaleciendo el sector del arte a nivel nacional desde los muchos frentes en que trabaja la Dirección de Artes del Ministerio de Cultura.
 
¿Qué significa para usted retomar el trabajo desarrollado por Jaime Cerón como Asesor de Artes Visuales del Ministerio de Cultura?
 
Jaime Cerón es una persona que desde que lo conozco, se caracteriza por una gran amplitud en el pensamiento, por su profundo conocimiento del arte actual, por su visión y gran generosidad en cuanto a su manera de entender a los artistas. Esto, sumado al destacado trabajo que desarrolló tanto en el Ministerio como en el Instituto Distrital de Cultura como Gerente de Artes Plásticas, demuestra su calidad como persona visionaria, efectiva y acertada. Llegar a Artes Visuales del Ministerio de Cultura luego de su labor representa un gran desafío por mantener un legado de tanta fuerza que dejó para el sector. La vara quedó muy alta porque realizó un excelente trabajo en diferentes temas como el 43 Salón Nacional de Artistas o el rediseño de la oferta de estímulos.
 
¿Cuál es su percepción de la escena artística colombiana luego de su regreso al país?
 
El arte colombiano siempre ha tenido grandes artistas y protagonistas, en todas las épocas. Lo que tenemos hoy en día es mayor mediación y una mayor conectividad con los circuitos internacionales. Hay una infraestructura más sólida, exposiciones, curadores, críticos, investigadores, gente formándose en el exterior y en el país. Esto ha hecho que haya más apoyo para la creación, la investigación y la movilidad internacional de los artistas. En este sentido los estímulos del Ministerio de Cultura han sido de gran ayuda porque incrementan las oportunidades para que los artistas puedan hacer su trabajo con mayor independencia y circular por el mundo y hacer residencias, exponer y colaborar con artistas de otras partes.
 
Evidentemente, todo esto hace que tengamos mayor visibilidad: la gente que ha venido a Colombia y ha visto la escena, no solo en cuanto a la producción del arte sino a las dinámicas dentro de las cuales funciona, lo destaca. La escena artística nacional también ha crecido cuantitativamente. Esto hace que el medio artístico se ha diversificado más, democratizado más, y descentralizado bastante más. Esto produce una escena muy vital, compleja y variada y en eso se distingue de épocas anteriores.
 
¿Qué destaca de este momento que describe de una manera tan entusiasta?
 
Es muy interesante observar la cantidad de grupos y proyectos de autogestión y de espacios independientes con un carácter tan diferente entre ellos. Cada una de estas iniciativas abre nuevos espacios sociales de diálogo; son un fenómeno muy interesante.
 
Hoy Colombia tiene grupos independientes en Bucaramanga, Medellín, y Cali, entre otras ciudades; ya no son un fenómeno exclusivo de Bogotá. Estas propuestas de crear colectividades y comunidades temporales generan no solo nuevas prácticas artísticas sino que revitalizan las dinámicas culturales. También vale la pena destacar las numerosas publicaciones que se editan a través del Ministerio de Cultura e Idartes, y las propuestas de editoriales pequeñas que tienen como resultado libros maravillosos.
 
Hay mucha gente muy talentosa haciendo, pensando, investigando y aportando para continuar creando un sector de altos niveles de excelencia. Es un fenómeno muy interesante que me llamaba la atención y por el que quería regresar para trabajar a su lado.
 
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