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Herederas de la Tierra: mujeres ancestrales y su lucha por la conservación de las plantas medicinales

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‘Abuelas y Seguidoras de la Medicina Tradicional’ es una organización de mujeres en el Putumayo que se dedica a preservar y transmitir el conocimiento ancestral heredado de sus mayoras.

6-10-2024
mujeres ancestrales

‘Abuelas y Seguidoras de la Medicina Tradicional’ es una organización de mujeres en el Putumayo.​​

En un país donde la modernidad avanza a pasos agigantados y las tradiciones ancestrales luchan por no desaparecer, un grupo de mujeres se erige como guardián de un legado invaluable. En medio de la deforestación y la pérdida de biodiversidad, unen esfuerzos para preservar el conocimiento ancestral de su pueblo cofán, una sabiduría transmitida de generación en generación.

María Taimal hace parte de las Abuelas y Seguidoras de la Medicina Tradicional. Junto con 35 compañeras de su comunidad, se dedica a preservar y transmitir el conocimiento heredado de sus mayoras. “Nos reunimos una o dos veces al año, dependiendo de nuestra situación económica, para aprender de nuestras abuelas", dice María.

María cuenta que estos espacios son mucho más que simples encuentros. Son sagrados. Allí se comparte el conocimiento medicinal y las técnicas de las mayoras. Las abuelas enseñan a las mujeres más jóvenes a usar las plantas para sanar, a transformarlas en medicinas y a tejer artesanías que han sido parte de su cultura por generaciones.

"En estos encuentros, nos dedicamos a tejer collares con semillas de chambira, una fibra obtenida de una palma", explica. Además de fomentar el arte de tejer, estas reuniones también sirven para fortalecer la identidad cultural de la comunidad a través de la práctica de conocimientos ancestrales como el uso de plantas medicinales.

Sin embargo, según el relato de María, la comunidad enfrenta serios desafíos que amenazan estas tradiciones. Uno de los aspectos más preocupantes es la deforestación. La palma de chambira y otras plantas medicinales esenciales para sus artesanías y remedios están siendo devastadas por la tala indiscriminada y la expansión agrícola. Esta situación ha creado un panorama inquietante en las reuniones.

"Hoy, como nos damos cuenta, tenemos mucha deforestación", dice con un tono de preocupación. "Hemos visto la necesidad de tener unos encierros donde cultivamos nuestras plantas medicinales, para protegerlas y asegurarnos de que no se pierdan, y mucho menos el conocimiento asociado a ellas", agrega. La deforestación no solo amenaza el suministro de materiales necesarios para sus artesanías, sino que también pone en peligro la transmisión del conocimiento que es vital para la identidad y la supervivencia cultural de la comunidad.

Estos "encierros", como los llama María, son pequeños jardines medicinales donde cultivan y cuidan las plantas tradicionales. Son un refugio no solo para las plantas, sino también para el saber ancestral que corre el riesgo de desaparecer junto con la flora. "La idea es mantenerlas ahí porque no queremos que se pierda ese conocimiento que nos identifica", añade con determinación.

Además de trabajar con las plantas, estos encuentros son una oportunidad para compartir historias del territorio y la riqueza de la gastronomía cultural. Las abuelas relatan cuentos y leyendas del lugar, conectando a las nuevas generaciones con sus raíces y su legado.

Para María y su grupo, estas juntanzas no son solo un acto de preservación cultural, sino una forma de resistencia. "Son muy importantes e interesantes para nosotras y para nuestra pervivencia ancestral", concluye. En un mundo que cambia rápidamente y la deforestación amenaza con borrar siglos de conocimiento, la labor de María y sus compañeras es vital. No solo protegen las plantas medicinales, sino que también resguardan una forma de vida y una sabiduría que ha sido transmitida con el pasar de los años.

"Queremos que nuestras jóvenes se interesen más por la cultura ancestral", dice María, subrayando la importancia de mantener vivo el legado. La continuidad y el fortalecimiento del grupo dependen de la participación de las nuevas generaciones y de la frecuencia de los encuentros.

Uno de los grandes retos es encontrar financiamiento. "Queremos tener encuentros más a menudo para compartir conocimientos de forma continua, tanto en la artesanía como en la transformación de plantas medicinales en productos como cremas y champús", explica. Estas cremas, especialmente formuladas para aliviar dolores articulares, son fruto de los encuentros realizados en los tres resguardos: Campo Alegre del Afilador, Yarinal, y Santa Rosa del Guamuez.

A pesar de las dificultades, el grupo ha logrado significativos avances. "Comenzamos con un diagnóstico y visitas a los resguardos, organizando encuentros de dos o tres días donde elaboramos collares y cremas que luego llevamos a exposiciones", señala María. Estas exposiciones no solo muestran el trabajo artesanal y medicinal del grupo, sino que también son espacios de fortalecimiento cultural y comunitario.

La última exposición, realizada en Sibundoy, reunió a todas las beneficiarias en un evento de varios días donde se exhibieron artesanías, productos medicinales y alimentos tradicionales. "Fue una participación muy interesante para fortalecer nuestro pueblo y nuestra cultura", asegura.

En cada reunión, cada historia contada, cada planta cultivada, ellas defienden y celebran la vida de sus ancestras y ancestros, asegurando que su legado perdure en el tiempo.

María Taimal es una de las beneficiarias del proyecto Mujeres Tejedoras de Vida, una iniciativa de la Dirección de Estrategia, Desarrollo y Emprendimiento (DEDE) del Minculturas, que desde el 2012 ha contado con la participación de más de dos mil mujeres lideresas de iniciativas de economía popular en sectores como las culturas, las artes, los saberes y los oficios.

Este programa se ha caracterizado por su enfoque en derechos de las mujeres, derecho étnico y territorial, y su trabajo con población víctima del conflicto armado y otras formas de violencia o exclusión. 

En el 2024, participan 25 colectivos de mujeres ubicados en la cuenca del río Magdalena. A lo largo de sus doce años de implementación, Mujeres Tejedoras de Vida ha llegado a diversos municipios, incluyendo Guapi (Cauca), Dibulla (La Guajira), Cartagena (Bolívar), Quibdó (Chocó), Nuquí (Chocó), María la Baja (Bolívar), y muchos más, sumando un total de 45 municipios distribuidos en 18 departamentos de Colombia.​

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