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Un homenaje a un gran librero

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Felipe Ossa nunca terminó el bachillerato y fue expulsado del liceo en Buga por su comportamiento, pero aprovechó la vasta biblioteca de su padre, con más de 10 mil libros: la consideró más enriquecedora que la educación tradicional.

23-07-2024
felipe ossa

Felipe Ossa falleció esta semana. Foto: Cortesía.​​

​Su memoria es nítida y precisa como un reloj de cuarzo. Felipe Ossa ha contado muchas veces esta historia, la del origen de la Librería Nacional, a donde llegó como ayudante de bodega, sin grandes expectativas, en 1963. 

Narra que fue un santandereano, Jesús María Ordoñez, quien con su trasegar escribió el génesis de este lugar sagrado para los bibliófilos del país. Lo ubica en La Habana (Cuba), a finales de los años 30, cuando este encuentra trabajo en la tradicional librería La Moderna Poesía y donde asciende hasta convertirse en administrador general. Ossa hace hincapié en que no habla de un conformista. 

Y lo dice porque una vez un grupo de colombianos lo buscó y le pidió que fuera socio de una librería en Barranquilla. Ordoñez no dudó mucho, dijo que sí, libre de ataduras. En este puerto de Colombia, por donde llegan en barco desde lo pesado hasta lo liviano, lo pueril o lo sensato, la Librería Nacional abrió su primer local, el 7 de septiembre de 1941. ​

Ossa dice (en una llamada telefónica en la que su voz suena lejana) que el comienzo fue especial, el lugar tenía autoservicio y cafetería, atenciones auténticamente revolucionarias en esos días. Y, además de ofrecer tintos, vendían helados que el mismo Ordoñez preparaba. 

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Posteriormente, tras alcanzar notoriedad, abrió nuevos locales en ciudades intermedias como Santa Marta y Cartagena, y en 1961, en Cali. Años después, en 1972, inauguró la primera librería dentro de un centro comercial en San Diego, Medellín. En 1976, llegó a Bogotá con la apertura de Unicentro. Actualmente, los herederos de Ordoñez controlan la librería que tiene 30 sedes en todo el país.​

Ahora, el origen de la historia del mismo Ossa: “Yo entré a trabajar a la Librería Nacional en 1963, cuando tenía 18 años, como ayudante de bodega, luego fui vendedor, después librero, lo que soy básicamente”. Eran los años 60, los de la revolución hippie, del ‘boom’ latinoamericano, del marxismo, del psicoanálisis, de la minifalda.

Pero su relación con los libros había comenzado años atrás, en los tiempos previos a ‘El Bogotazo’. Su papá tenía una librería frente al Palacio de Nariño y, aunque liberal, no evitó los estragos del 9 de abril, luego del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. El desolado centro de la ciudad fue cerrado; la familia Ossa regresó al Valle del Cauca, su lugar de origen.

Nunca terminó el bachillerato, dice que era desjuiciado, lo echaron del liceo en Buga, pero aprovechó la biblioteca de su progenitor, que tenía más de 10 mil ejemplares. Según él, más nutritivos que el colegio, la educación cerrada y conventual. A la mano tenía, por ejemplo, autores griegos y latinos. Filosofía, arte y fantasía.

“Por necesidades económicas –recuerda- tuve que empezar a trabajar y se me ocurrió que sería en una librería, pues sabía de libros”. Y encontró su lugar en la sede de la Nacional en Cali.

Fue Fue otro hallazgo, otros volúmenes, la literatura moderna y, además, empezaba el boom de escritores latinoamericanos como Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti, Ernesto Sabato y Jorge Luis Borges.

Y este movimiento  fue precisamente uno de los más exitosos en la librería. Se vendían parejos ejemplares de Cien años de soledad, El túnel, La ciudad y los perros y Rayuela. Durante esa década, a la par, también crecían otras librerías en Bogotá como Buchholz, Tercer Mundo, Central y Colombiana.​

“Me convertí en el librero de la Nacional, el que pedía los libros, el que trataba con los editores, el que atendía durante muchos años a la clientela, algo que dejé al llegar a la tercera edad y jubilarme”, explica Ossa.​

En este siglo, en el que cree vendió unos 60 mil ejemplares de El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince, surgieron nuevas librerías independientes, que Ossa las define como de nicho y que celebra porque indican que hay interés por la lectura. 

“Para todos hay un lugar bajo el sol”, dice. Sin embargo, según él, están muy lejos del espectro bibliográfico de la Nacional, que reúne 30 sedes, más la página online. 

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Varias veces le han preguntado sobre qué debe tener un buen librero. No tarda en responder: debe amar al libro, tener curiosidad por todos los temas, leer mucho y estar dispuesto a servir, como un consejero cultural o espiritual.​

Así, como guía, conoció mucha gente e hizo amistades. Su mejor cliente fue Bernardo Ramírez, ministro de comunicaciones en el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986), lector voraz que en una mañana podía escoger muchos libros, comprar por cantidades, y en la tarde llamar a que le apartaran más y más títulos.

Ossa, a pesar de permanecer entre tantos títulos, de lidiar con una biblioteca de unos 10 mil ejemplares, siempre echa de menos un libro: “el que no tengo es el que anhelo tener. Y así llegó un momento en el que dije, bueno, dónde meto más libros y, además, a qué hora los voy a leer”.

Su trabajo también ha tenido momentos de alta tensión. En la Librería Nacional se han vendido El libro rojo, de Mao, o Mi lucha, de Hitler, como también publicaciones sobre narcos y guerrilleros. El único libro que no quiso vender, que rechazó tajantemente, fue El señor de las sombras, de Joseph Contreras, una biografía no autorizada sobre Álvaro Uribe Vélez, entonces candidato presidencial. Era mayo de 2002.

“Me negué porque era oportunista, poco documentado y escandaloso”, recuerda el librero. Tampoco olvida que el hecho fue un escándalo nacional.

El gran reto de los últimos años, como de todo el mundo, es saber sobrevivir a los efectos del Covid. ¿Y cómo le fue durante la pandemia? Ossa dice que esta crisis mundial demostró que el libro es fundamental para la motivación humana, alimento espiritual, no en vano vendieron muchos libros por la página web. 

El lector buscó temas espirituales, de superación, de resiliencia, biografías, perfiles de personas con mucho coraje. “Esta situación nos demostró que en estos casos la gente busca respuestas y tranquilidad en un libro. No se equivocan”.​

​​​​​Publicada originalmente en Diario Criterio. ​


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