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“Con su apoyo pude escribir cosas que me ayudaron a soltar lo que tenía guardado”: Estudiante de Artes para la Paz

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Así se viven los momentos pedagógicos y las muestras de escritura creativa en Risaralda y Caldas.

17-10-2025
Artes para la paz

​EQUIPO DE COMUNICACIONES – Universidad de Caldas

La frase que encabeza este artículo corresponde a Lisset Dayana, estudiante del Instituto Técnico Marillac de Santa Rosa de Cabal (Risaralda), quien así resume la esencia de un proceso donde la palabra se convierte en refugio, espejo y puente. 

Ella es una de las voces jóvenes que participan en las clases de escritura creativa del Programa Artes para la Paz, que lidera el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes en convenio con la Universidad de Caldas en distintos municipios del Eje Cafetero, Tolima, Valle del Cauca y Cundinamarca.​

Encontrar talento y potencial

Bajo la orientación del artista formador Fernando Jurado Ahumada, los estudiantes del Marillac han descubierto en la escritura no solo una herramienta académica, sino un espacio de sanación y autodescubrimiento.

“Hemos trabajado la caracterización de personajes, la construcción del discurso colectivo y la poética del día a día”, explica Jurado. 

“Nos sorprende la capacidad de los estudiantes para narrarse, para usar las palabras como un puente entre lo que sienten y lo que sueñan. Este proceso fortalece la escritura, pero también el carácter y la sensibilidad”, agregó.

Los grados 8A, 8B, 9A y 10B protagonizaron el pasado 2 de octubre una muestra de sus microrelatos, resultado de semanas de trabajo donde aprendieron a narrar desde la experiencia, la emoción y la imaginación.

Allí, las palabras se volvieron escenario de catarsis y comunidad.

“Con el profesor Fernando me abrí mucho y pude expresar lo que sentía y lo que muchas veces me he guardado”, contó Lisset. 

Añadió: “Gracias a él, que me decía ‘vamos, tú puedes’, escribí líneas que me ayudaron incluso a sanar”.​

Palabras que curan y transforman

En los textos creados por los estudiantes del Marillac se percibe una madurez sorprendente. En el cuento “La llamada de las 3 a. m.”, por ejemplo, una voz misteriosa advierte: “No abras la puerta”. La historia, ambientada entre el suspenso y la reflexión, termina con una moraleja que parece hablarle al mundo adulto: “Escuchar las señales, por más extrañas que parezcan, puede evitar un peligro”.

En otro relato, “La Realidad”, tres estudiantes —Luciana Novoa Valencia, Tamara Ovalle Vélez y Yeniffer Mejía Tamayo— imaginan un diálogo poético entre la NOCHE y el DÍA, dos personajes que se encuentran para descubrir que la oscuridad y la luz no se oponen, sino que se necesitan:

“El mundo es hermoso, pero se debe ser cuidadoso. El silencio es bueno y se utiliza como buen consejero. La oscuridad es bella cuando se mira el firmamento que la ilumina”.

Estos ejercicios de escritura no solo demuestran creatividad: revelan comprensión, empatía y pensamiento crítico. 

“Los estudiantes expresan sus historias de vida, sus sueños, sus angustias”, añade el artista formador de escritura creativa Fernando Jurado. “Y eso es vital: aprender a contarse es aprender a escucharse.”​


Voces que también tejen paz en Manizales

En Manizales, otro grupo de estudiantes vive un proceso similar en la Institución Educativa León de Greiff, donde la artista formadora Sandra Patricia Mendieta Marín lidera el taller de escritura creativa que dio origen a una colección de escritos llamada “Voces que Tejen la Paz”.

Esta publicación, construida también en el marco del Programa Artes para la Paz, reúne cuentos, crónicas y microrrelatos escritos a mano, con letras que todavía guardan el temblor y la emoción del trazo. 

No es un ejercicio de teclado, sino un acto manual y profundo: un encuentro entre la mano, el corazón y la mente que revelan la mirada sensible de niños y niñas que aprenden a narrar la convivencia, el respeto y la esperanza.

“La palabra se transforma en puente, el silencio en escucha y la imaginación en territorio de encuentro”, se lee en la introducción de la revista.


El sentir de la juventud

Las conclusiones de este proceso son tan poderosas como su propósito: “El arte y la escritura creativa son herramientas esenciales y poderosas para construir una cultura de paz. La paz es un acto creativo; el aula, un cimiento de esperanza”.

Desde Santa Rosa de Cabal hasta Manizales, las clases de escritura creativa de Artes para la Paz confirman que enseñar a escribir también es enseñar a sentir. 

En los cuadernos de estos estudiantes hay algo más que palabras: hay reconciliación, memoria y futuro; es también la oportunidad de ver en el arte el punto de partida para que estos niños, niñas, jóvenes y adolescentes encuentren una manera de construir comunidad y fortalecer su creatividad.

Entre cuadernos, relatos, sueños, ilusiones y también dolores se sanan las experiencias de la vida y, como lo señalaba Lisset, se logra sacar todo aquello que ha habitado el corazón de cada estudiante sin haber sido escuchado o entendido.


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Artes para la Paz es el programa cultural más grande en la historia de Colombia, liderado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes y desarrollado en articulación con diversas organizaciones culturales, educativas y comunitarias en todo el país. Nació con el propósito de garantizar que el arte sea un derecho y no un privilegio, fortaleciendo procesos de formación, creación y organización cultural en los territorios. A través de sus cuatro pilares: formación artística, empleo digno para artistas y sabedores, dotaciones y fortalecimiento de organizaciones culturales, impulsa la construcción de paz, la inclusión y la transformación social desde las artes y los saberes locales.

Para ampliar información y hacer seguimiento a esta iniciativa, visite artesparalapaz.mincultura.gov.co y el perfil de Instagram @artesparalapaz.​​

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