Hoy le decimos adiós al maestro Jaime Jaramillo Escobar, recordando sus letras y aportes significativos en la poesía de nuestro país.
Escobar era un virtuoso del giro inesperado en la metáfora. Su irreverencia y la graciosa exquisitez con la que atendía lo serio como si fuera leve y lo leve como si fuera serio, hacen de él una de las voces mayores de la literatura colombiana.
Contaba también con el raro don de hacer de la lectura de poemas en voz alta un espectáculo intenso, divertido y conmovedor. Su taller de poesía en la Biblioteca Pública Piloto de Medellín fue por muchos años su escenario habitual. Allí formó a varias generaciones de poetas y de lectores de poesía que lo recuerdan con cariño y admiración.
Su obra ocupa un lugar de honor en la historia de nuestra literatura gracias a una feliz combinación de ingenio, humor y deslumbrante singularidad. Los poemas de la ofensa (1968), considerado uno de los libros de poesía más celebrados de la segunda mitad del siglo XX en Colombia, le valió el Premio Cassius Clay de poesía nadaísta. Con Sombrero de ahogado obtuvo el Premio Nacional de Poesía Cote Lamus en 1984 y un año más tarde, el Premio Universidad de Antioquia por Poemas de tierra caliente. Entre sus obras más notables se encuentran también la antología Poemas principales (Pre-Textos, 2000, el ensayo en dos tomos Método fácil y rápido para ser poeta (Pre-Textos, 2011) y el poemario Poesía de uso (2014).
Aunque ya no se encuentre con nosotros, sus poemas lo mantendrán vivo y, sobre todo, seguirán dejando un legado en sus lectores.