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2016-04-07

El sabio Caldas, ingeniero militar

 
 
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 <div class="ExternalClass2AE55443070C4A7A9E5640528AAF1A69">MinCultura, el Cedodal y la Escuela Taller de Bogotá, presentan el 11 de abril, a las 5&#58;00 p.m., en la Academia Colombiana de Historia, este libro que explora una de las facetas más desconocidas de Francisco José de Caldas.</div>


Por: Gustavo Bueno - Asesor editorial de la Dirección de Patrimonio del Ministerio de Cultura. 

Antes de ser detenido en la hacienda Paispamba, en las inmediaciones de Popayán, el General Francisco José de Caldas planeaba viajar a Europa para ver el eclipse solar de 1820, y antes de que el eclipse se le convirtiera en uno de sus sueños por cumplir, Caldas estudió matemáticas y astronomía con obcecada obsesión. Luego,  se embarcó con José Celestino Mutis en esa empresa maravillosa que se llamó Expedición Botánica y posteriormente, se hizo ingeniero en un país en donde era casi imposible hacerlo, pero además creó las bases para la primera escuela de ingeniería militar en la Nueva Granada.

Francisco José de Caldas nació en Popayán en 1771. Fue el quinto hijo de José Caldas García y Camba, un español de nacimiento, y Vicenta Tenorio y Arboleda, quien pertenecía a una familia criolla. Realizó sus primeros estudios en el Real Colegio Seminario San Francisco de Asís, en Popayán y posteriormente estudió  leyes en el Colegio Mayor del Rosario, mientras desarrollaba estudios autodidactas de matemáticas y ciencias. Caldas fue el primero en medir la altura del cerro de Guadalupe y esto le permitió conocer a José Celestino Mutis, quien fuera uno de sus mayores influencias.

Aunque es bien sabido, que Caldas se convertiría en el estudiante más avezado de Mutis, y que después de su muerte fue la cabeza del observatorio astronómico, su faceta como ingeniero militar ha sido poco explorada. A principios del siglo XVIII, era casi imposible que se abrieran las puertas para crear centros de formación en ingeniería militar, pues los españoles no veían con buenos ojos, por obvias razones, que los americanos conocieran  y aprendieran sobre el arte de la guerra. Así que una de las primeras decisiones que toma España, es que las academias de formación y la totalidad de los proyectos realizados en cualquier parte de América de obra civil o religiosa debían ser aprobadas en la Academia de San Fernando. No obstante, las academias de formación para abogados, médicos o artesanos no tenían ningún inconveniente, pues de alguna manera no representaban ningún peligro para la estabilidad política. Después de varios intentos de algunos americanos, y de múltiples desaprobaciones desde España, decidieron responder de la forma más pragmática: la Catedral de Bogotá y el Observatorio astronómico fueron realizados por Domingo Petrés sin pedir permiso a la Academia de San Fernando, que con certeza hubiera impedido la realización de las obras que hoy aplaude.

Por ello, el esfuerzo que hace Francisco José de Caldas, para dictar los cursos de ingeniería militar en Antioquia, es una labor invaluable para la historia de Colombia y es lo que intenta recoger este libro publicado por el Ministerio de Cultura, el Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana -Cedodal- y la Fundación Escuela Taller de Bogotá, bajo la dirección de los arquitectos Ramón Gutiérrez y Alberto Escovar Wilson-White.  Francisco José de Caldas y las obras de ingeniería militar en la independencia de Colombia, explora la faceta ingenieril del Sabio, recoge algunos dibujos y planos de construcción de las obras de in​geniería, además de la bibliografía con la que Caldas dictaba los primeros cursos a sus estudiantes de la escuela de ingeniería militar que fundó en 1813,  y que puede verse, también como un acto de emancipación.  Aunque la Escuela de Formación en ingeniería militar fundada por Caldas, sólo duró hasta 1815, implantó las bases para el desarrollo de otras y sin saberlo, el Sabio escribiría el segundo manual de ingeniería Militar publicado en América, con el material estudiado en dichos cursos.

El lanzamiento se realizará el lunes 11 de abril de 2016, a las 5:00 p.m. en la Academia Colombiana de Historia, calle 10 # 8-95​, en Bogotá.

En esta investigación se utilizaron dos fuentes: una es el tratado que Caldas escribió, que se encuentra en el archivo de la familia Restrepo, quienes durante  siete generaciones han conservado el archivo de José Manuel Restrepo, en donde hay una copia manuscrita; y la segunda fuente es otra  copia del tratado que se encontró en la Biblioteca Nacional, que gracias al trabajo de la paleógrafa Maria Mercedes Ladrón de Guevara, quien después de cotejar las dos versiones logró transcribirlo y dar el punto de partida a esta investigación. Por su parte, Ricardo Hincapié, especialista en temas de ingeniería militar, realizó de nuevo los dibujos de los planos y mapas que Caldas hizo en su momento, para rescatarlos en esta publicación. Ramón Gutiérrez escribió un texto general sobre el esfuerzo que hizo Caldas  para diseñar los cursos y de la bibliografía utilizada por él en sus clases. Por otra parte, Alberto Escovar realizó un artículo breve sobre la vida de Caldas, y  el arquitecto Luis Fernando Gonzáles pone en contexto el trabajo de Caldas durante el Gobierno de Del Corral en Antioquia.

Francisco José de Caldas y las obras de ingeniería militar en la independencia de Colombia es una invitación a descubrir esta faceta no revelada, que yacía oculta bajo la fuerza y el ruido que tuvo su participación en el proceso de Independencia y desentrañar la apuesta educativa e intelectual de un personaje como el Sabio Caldas, que probablemente hubiera cambiado la historia del país. 

Caldas fue fusilado el 29 de octubre de 1816, sin alcanzar la fecha prevista para el eclipse de 1920. Hoy, en el vestíbulo de la Biblioteca Nacional en Madrid, se puede ver una placa conmemorativa elaborada por el artista español Jacinto Higueras Fuentes (1877-1954) donde se lee: “Perpetuo desagravio de la madre España a la memoria del inmortal neogranadino Francisco José de Caldas”, instalada allí desde 1925,  un poco más de un siglo después del eclipse, que tanto le hubiera gustado ver.



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