Con el mar de fondo y el cielo rosado comenzó la presentación de Jacana Jacana en Santa Marta. Janni llevaba un vestido colorido y en sus brazos tiritas de tela que bailaron con el viento, en medio del Reencuentro en el Corazón del Mundo, la agenda cultural que fue antesala de la CELAC.
Este proyecto germinó en Minca, la capital ecológica de Colombia, donde vive Janni con su esposo Andrés y su hija Julia. Conformaron su hogar allí y algo cambió: "Cuando conocimos la Sierra, vimos toda su belleza y nos llenó el corazón. Nos devolvió la calma que solo brinda la naturaleza", reflexiona Janni.
Pero con ese amor por el territorio también llegó una certeza: les dolió ver los ríos sucios, los árboles talados. Entonces entendieron su propósito y decidieron proteger el medio ambiente a través del arte.
De izquierda a derecha: Sebastián Gutiérrez, Urián Sarmiento, Janni Benavides, Julia Álvarez y Andrés Álvarez. Foto: Erick Morales.
El corazón de Jacana Jacana va en doble vía: una es la educación, los niños, la juventud; la otra es la conexión con la tierra, con los ríos, con los animales. El nombre no es casual: Jacana Jacana es un ave suramericana que habita en los humedales, un símbolo del vínculo entre vida y naturaleza que ellos defienden con cada canción.
Su sonido se nutre de los ritmos afrocolombianos, el bullerengue, la gaita, la marimba, y del pensamiento indígena, muy atado a la tierra.
"La diversidad cultural de Colombia nutre mucho nuestro trabajo, y la de Latinoamérica también. La cultura está muy relacionada con los entornos ambientales, con la biodiversidad. Son conceptos que van muy unidos en el corazón de la gente", explica.
En sus canciones siempre están presentes los animales, el agua, el aire. Pero no es música por música:
"Esta labor es de mucha responsabilidad, porque la música llega muy directo a la gente".
Hace dos años, Jacana Jacana comenzó a trabajar con la Coral de la Sierra, un proceso apoyado por el Colegio María Auxiliadora de Santa Marta, el colectivo Minca Pura de Minca y Fundamuruma, una fundación arhuaca y el proceso reativo de Laura Jordan.
Lo especial de este trabajo es que las canciones no solo hablan de la naturaleza: muchas se aprenden en idiomas indígenas como el kogui. Transmiten los mensajes de los
"hermanos mayores", como llaman respetuosamente a los pueblos originarios de la Sierra.
Luciana Toro es una de las niñas de la coral desde 2024 y estudia en cuarto de primaria. Cuando se le pregunta por qué se unió, la respuesta es sencilla: ama la naturaleza y le gusta la música.
Pero también tiene una preocupación:
"Ahora hay mucha falta de cultura ciudadana, ya que las personas tiran basura en la calle, en los mares, en los ríos. Les pido que paren".
Para María Camila Cadavid, otra integrante, llevar ese sonido significa"un pequeño homenaje a los animales y hablar sobre ellos".
En el marco de la CELAC, la coral hizo un homenaje especial. Su mensaje a otros niños es claro:
"Enseñarles más sobre la naturaleza, hablar sobre animales como el delfín rosado, el manatí. Hay personas que no los conocen".
De izquierda a derecha: Luciana Toro y Maria Camila Cadavid.
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