La cultura pisoteada
Es triste, por no decir vergonzoso, el bochinche que
se armó alrededor de la Bienal de Danza. Empañamos el sentido del evento y
desdibujamos su significado por engancharnos en cuentos de cocina y
señalamientos de corrillo que parecieran tener mayor peso que los beneficios
que un festival de esta magnitud le ofrece a la ciudad.
Muy mal el enfrentamiento desmedido entre
instituciones y personajes de renombre, así como las acusaciones groseras de
quienes apasionadamente toman partido. Muy mal que se traigan a colación viejas
rencillas, se ventilen vanidades e intimidades que a nadie competen, que todo
se reduzca a chisme provinciano y egos. Muy mal que, una vez más, reluzcamos
esa esencia típica del caleño, experto en enturbiar lo fundamental, en criticar
y en hacerle zancadilla a lo que supone progreso y bienestar. Para muchos,
comportarse como roedor con hambre es más fácil que colaborar en la búsqueda de
soluciones.
Por estar dedicados a las patrañas y a la minucia, el
enfoque se ha perdido y el más afectado de todos, al final de cuentas, no son
los personajes, sus secuaces ni las instituciones, que seguirán vigentes, sino
la cultura, su desarrollo e injerencia prioritaria en el progreso del país.
Cali está en un buen momento y vive un resurgir cultural importante, que
debemos aprovechar sin pasos en falso. Los orgullos no pueden seguir frenando
el progreso y eso lo entenderemos cuando nos creamos el cuento de la ciudad que
somos, de lo que tenemos y que lo que aquí se apoya no es el nombre de un par
de personajes, sino un evento que construye ciudad.
No apropiarnos de la Bienal de Danza demuestra poco
amor por Cali y su desarrollo cultural. Tanto han enlodado el festival, que
pocos se toman el tiempo de conocerlo a fondo, valorar los esfuerzos que hay
detrás, ver el impacto positivo sobre la sociedad y la economía. Quizás no
sepan que se escogió inicialmente Cali por ser una ciudad que baila; que cuenta
con la participación de 18 compañías nacionales (nueve son locales), nueve
internacionales y más de 700 bailarines en escena; que las agrupaciones son de
alto nivel y con coreografías completas; que pretende visibilizar y legitimar
movimientos nuevos, así como fortalecer los procesos de danza existentes en
Colombia; que los espectáculos son para todas las edades y bolsillos; que
además de las funciones habrá talleres, conferencias, videodanza, cursos de
baile y clases maestras dictadas por los directores de las compañías invitadas.
Tampoco deben saber que el día previo a la inauguración habrá una muestra de 22
bailes, con parejas y ritmos escogidos en acuerdo con los líderes de las 22
comunas, que llevan más de un mes preparándolos.
Esto demuestra que para construir ciudad se necesita
de todos y que eventos como éste, lejos de ser elitistas, como lo tildan, se
convierten en herramienta de cohesión social. La danza, para quienes lo han
olvidado, es un fenómeno de inclusión. Un evento como la Bienal de Danza, que
busca al mismo tiempo definir políticas públicas sobre el tema, permite que
Cali ratifique su sentido de pertenencia y resurja con el entusiasmo con el que
viene, posicionándose como una ciudad capaz de hacer grandes eventos. Es,
además, la oportunidad para que la danza se reinvente, se institucionalice como
una industria cultural y se inscriba dentro de los grandes circuitos
internacionales.
La Bienal de Danza es apoyada por el Ministerio de
Cultura en el marco del Plan Nacional de Danza de Colombia. El reto es lograr
que Cali siga siendo su sede pues Medellín, Bucaramanga y Barranquilla pidieron
ser anfitrionas para el 2015. Sería triste que un evento de tal magnitud, con
su riqueza cultural y abanico de aristas no lo aprovechemos por mezquindad.
Probablemente nos privaremos de algo que no podremos volver a presenciar jamás.