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2013-11-14

Una biblioteca para navegar el Río Sinú

 
Crédito: Edward Lora M. @edwardloram
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 El 14 de noviembre se inaugura la nueva biblioteca pública de Lorica, Córdoba. Conozca esta crónica de viaje escrita por Héctor Delgado y Edward Lora M.

Lorica, pueblo patrimonio de Colombia, atravesado por el cauce del río Sinú, en cuyo mercado principal se puede probar un bocachico con ñame acompañado de aguapanela con hielo por un precio que oscila entre los 8 y los 12 mil pesos, con una sazón que ya quisiera alcanzar algunos de los restaurantes de alta cocina de la capital.

Lorica, la de las calles en las que aún se escuchan acentos ancestrales del Oriente Medio; misma en la que, a rabillo de ojo, se perciben las figuras fantasmales de David Sánchez Juliao, deambulando por los zocos de telas y disfraces, y los ecos de Raúl Gómez Jattin, río abajo en camino a Cereté.

Lorica recostada en el largo muelle que corona la tarde cordobesa, de amaneceres prodigiosos, acentos recios y un funeral que recorrió las calles de su centro, ante nuestra sorpresa al pasar la noche anterior por la única funeraria vacía que tal vez habíamos visto en nuestra vida. 

Lorica, la de Manuel Zapata Olivella, en la que cayó un aguacero de varias horas de duración y que inundó sus calles sin que disminuyeran sus 38 grados a la sombra, recibe una de las bibliotecas públicas que el Ministerio de Cultura entregará en toda Colombia durante la segunda semana de noviembre.

Este inmueble, erigido en un lote que donó la junta de acción comunal de Villa Mariana, se encuentra en el emblemático barrio Kennedy, el mismo de donde proviene el legendario El Flecha, el boxeador noqueado por la esperanza, inmortalizado en casetes de 500 pesos. Construido para acogerse a los diversos climas del país y dotado con las colecciones de literatura y acceso a internet, viene a ser la primera biblioteca pública del municipio.

Pero para llegar a este punto hubo resistencia porque nadie veía la utilidad de una biblioteca y aún más si ésta se encontraba lejos del hipercongestionado corazón de Lorica. Sin embargo, esto no fue impedimento para que los líderes comunales del sector tomaran la iniciativa y solicitaran a la alcaldía la construcción del inmueble en el lote, que colinda con varias instituciones educativas. Allí, en ese espacio que subyuga la mirada, se espera la llegada de los estudiantes para descubrir mundos e historias que trasciendan el papel e incidan en la realidad del municipio.

Rocío del Carmen, Rochy, será la persona encargada de proveer mundos alternos a los futuros usuarios de la biblioteca. Con 20 años en el oficio de promotora de lectura, y aún ejerciendo en la vetusta biblioteca de la casa de la cultura, no oculta sus expectativas ante la llegada de este nuevo espacio. 

Ha traído a esta entrevista el busto del viejo Deivinson, como le decía El Flecha a Juliao, para ponerlo en su escritorio modular. Mientras la humedad que dejó la lluvia va impregnado los cuerpos, ella pronuncia con admiración los nombres de escritores y artistas loriqueros que van a hacer presencia, a través de los libros y la omnipresente red, en la biblioteca. Fernando Díaz Díaz, Nelson Castillo y José Palomo Zurique, aparte de las grandes figuras, estarían dichosos de saber que en este espacio geográfico, hay, en sus propias palabras, un inmueble tan bonito y con tantas historias por vivir. 

Rochy, que tiene buena memoria, dice que un deber de los loriqueros es saberse de memoria las obras de Sánchez Juliao, fragmentos de las novelas de Zapata Olivella. ¿Y de Raúl?, preguntamos. Ajá, también, responde. Y sin ningún aspaviento recita: “El sol se hunde en el agua y el agua es puro fuego/ Eres casi de sueño Eres casi de piedra en el vaivén del tiempo”  en medio del alboroto de los niños y niñas que están dejándose fotografiar para el material gráfico de este especial. 

Ella decía que si te paras en cualquier parte de Lorica vas a encontrarte con algunas de las figuras que inspiran la literatura del municipio. Te encuentras al turco, al negro, a la cocinera, al artesano, y tan sólo saludar y ya accedes a un mundo de historias magistrales en las que puedes consumir días y días de escucha activa. 
Es que somos juglares acá en Lorica –afirma. ¿Serán los árabes? ¿Será el río? ¿Los indígenas? Lo cierto es que la ciudad se narra en clave de desafuero. La noche anterior, mientras era recorrida entre el alborozo y la sorpresa, se sentía el imparable latido del comercio a la par que el abanicarse multitudinario de las personas que conversan al amparo del arrullo del Sinú durante el atardecer.
En el motocarro, conducido por Javier, un lugareño que hace de guía en el maremágnum de motos y bicicletas que desbordan las calles polvorientas del municipio, la ciudad va entregando sus leyendas en ondas de viento húmedo. El viento deja paso a una humedad cargada de zancudos y el río Sinú, lento y sabio, va corriendo con el tiempo mientras los lugareños bajan y suben ofreciendo cosecha de pan coger o se sientan en sus orillas para pescar algún bocachico para la comida. 

Recorrer el centro en busca del mercado, frente al río, enseguida del palacio en donde están las oficinas de la alcaldía municipal, significa encontrarse con placas en las que resuenan combinaciones inéditas de apellidos libaneses. Cada esquina de esta ciudad  es un homenaje a la diáspora “árabe” de principios del siglo anterior, aquella que llegó por mar y descendió por río buscando  un lugar para residir y que, a punta de ingenio, fueron deteniéndose en estos pueblos, a veces olvidados de dios, y que aportan  letras y cultura al desarrollo de este país.

Rochy lee,  y mucho,  no de otra forma ella entiende su responsabilidad con la biblioteca. Por sus palabras, constatamos que en Lorica no hay nadie más preparado para asumir la responsabilidad de descubrirles otros mundos a los habitantes del municipio. 

De su labor como encargada de mantener la casa de la cultura, a habitar este nuevo espacio, ella afirma sentir una continuidad, algo que describe con una mezcla entre agradecimiento y ansiedad  ante lo porvenir. Pero más que leer tiene una memoria prodigiosa. Puede describir con tranquilidad y sin pausa cuántas personas han pasado por el espacio que ella cuida como guardiana de la cultura de su pueblo.  

Precisamente, en el barrio Kennedy, en donde no quedaba otra alternativa que el ring y la “fama, marica”, según El Flecha, hay abajo, un diamante de béisbol en el que los mayores practican picheo y los viejos van robando bases. La pregunta obligada es si la llegada de la nueva biblioteca cambiará en algo la rutina de los adultos de la zona. Es que primero leen, y después se van a jugar, responde. Luego, sonríe.  Ajá, así es, nos decimos cuando disparamos la última fotografía de los niños y las niñas haciendo suya esta biblioteca. 


Héctor Delgado y Edward Lora
Oficina de Divulgación y Prensa
Ministerio de Cultura de Colombia 
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@cerohd @edwardloram
 
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