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2014-05-29
 

Un café y dos vasos de agua con Carolina Sanín, invitada de honor a la Feria Itinerante de Libreros de Popayán

 
Fotos: Milton Ramirez, Grupo de Divulgación y Prensa MinCultura / @fotomilton
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La invitada de honor a la Feria de Libreros Independientes que se celebrará a partir de este jueves en la capital del Cauca, habló sobre algunos aspectos de su trayectoria, vida y obra.

Por 
Juan Carlos Millán Guzmán
Grupo de Divulgación y Prensa,
Ministerio de Cultura


Dedicada desde hace más de 24 años al estudio de la literatura en universidades del prestigio y renombre de Yale University (Ph.D. en literatura Hispánica y especialista en literatura de la Edad Media), State University of New York Purchase College (docente), o la Universidad de los Andes (profesora y exalumna), la también traductora y columnista de El Espectador o Arcadia, ofrece algunas impresiones sobre la feria, la lectura y los libros en general.

 

¿Cuáles son las expectativas sobre su participación en la Feria Itinerante de Libreros que se celebrará en Popayán​?

 

Voy a ir con algunos libreros bogotanos y también con mi editor -Federico Torres, de la editorial Destiempo-; nunca he ido a Popayán y tengo la expectativa de poder conversar un rato con lectores o posibles lectores de allá acerca de mis libros y literatura.

 

Vamos a hacer una charla sobre los libros que he escrito en general, y en especial sobre los dos últimos que publiqué el año pasado y este: Yosoyu, que es un libro de humor publicado por el sello Destiempo y Los niños, que es una novela publicada hace un mes por editorial Laguna.

 

¿Cómo se va a desarrollar esta charla?

 

Vamos a tener una entrevista a manera de diálogo entre Federico y yo, y además voy a leer algunos apartes de Yosoyu y del libro nuevo; dejaremos también un tiempo para que el público pueda hacer preguntas y comentarios. Queremos que el público nos sorprenda y esperamos poder tener algo para darles que además les interese.

 

¿Qué importancia tiene celebrar este tipo de actividades en una ciudad como Popayán?

 

Tengo la sensación de que la actividad cultural suele concentrarse en Bogotá o Medellín, además de algunos festivales como el que se celebra en Cartagena. Y personalmente puesto que no he tenido la oportunidad de ir a Popayán, cada vez que me encuentro en alguna de estas ciudades me ha gustado mucho poder hablar con el público, porque se trata de gente que es muy distinta a la que suele uno encontrar en Bogotá.

 

¿Cuál es la importancia de celebrar este tipo de encuentros?

 

Si uno escribe tiene la ilusión de ser conocido por gente con la que nunca se va a ver, sean del lugar que sea, y el hecho de que mis libros me den un pretexto para que me conozcan es muy significativo porque a veces resulta incluso más importante que el contacto físico, en la medida que se trata de mi trabajo: mal que bien lo mejor que tiene cualquier persona.

En este caso, el valor principal es el de la lectura porque no suelo hacer charlas en las que no lea parte de lo que he escrito, porque creo que al hacerlo estoy abriendo una puerta para que entren a uno de mis textos; en mi caso a mí me gusta oír a los autores leer su propia obra, de tal manera que quizá les guste a los demás. No suelo hacer este tipo de actividades pero tampoco me disgusta. Me gano la vida dando clases y me gusta hablar en público.

 

¿Y qué pueden esperar los payaneses de estas dos obras en particular?

 

Son obras bien escritas, creo, y están pensadas en el lector que quiera y pueda acercarse a ellas.

 

¿De qué tratan?

 

El primero es la biografía, o más bien, apartes de la biografía de un personaje que se llamó Pedro Manrique Figueroa: un personaje cómico bogotano que también era un artista y supuestamente fue el inventor del collage, aunque además también tuvo otras muchas actividades. Incursionó en la política, fue miembro del Partido Comunista Colombiano, tuvo un restaurante y en síntesis era un personaje de estos legendarios bogotanos sobre el que he investigado y he escrito apartes de su biografía. El libro publicado por Laguna es una novela breve acerca de una mujer y un niño ambientada en Bogotá.

 

¿Con cuál de ellas se siente más satisfecha?

 

Las dos me gustan y son libros muy diferentes: la novela es un estudio emocional con algo lirico, y el otro es un libro de humor que escribí hace 10 años, del que se tenía noticia en algunos pasajes publicados en revistas.

 

Hay una corriente de autores jóvenes interesados en personajes bogotanos…

 

No, eso no es una corriente nueva; ha habido literatura ambientada en Bogotá desde que se escribió El Carnero en el siglo XVII. Desde que existeBogotá hay literatura bogotana. Eso no es nuevo.

 

Sin embargo hay un quiebre respecto a lo que por ejemplo escribía Antonio Caballero en Sin remedio, que era una cosa más contemporánea para la época de él…

 

No, ha habido literatura bogotana desde que existe Bogotá; eso es una cosa más o menos publicitaria y más o menos inventada, lo de la nueva literatura urbana, que se inventó con El Carnero. Sobre Bogotá además han escrito también LuisTejada, Osorio Lizarazo, Cordovez Moure.


_Carolina Sanín 2.jpg

Lecturas

 

¿Leía con sus padres?

 

Ambos me leían mucho. Cuentos que escogían mis papás; por ejemplo mi papá me leía una versión para niños de El Quijote. A mi gustaban mucho los cuentos de Andersen, aunque también leía muchos comics.

 

¿Qué importancia tuvo este primer vínculo en su formación como lectora?

 

No era de esos niños que leen todo el tiempo, pero supongo que eso ayudó, aunque soy tan cinéfila como lectora, y no puede decirse que sea una bibliófila, de manera que a pesar de mi larga trayectoria vinculada a la Academia y al estudio de los libros, no considero que sea algo superior. No, mentiras, sí considero que hay una diferencia entre el texto y la palabra.

 

¿Qué lecturas la marcaron desde su infancia?

 

Hay muchísimos libros. Yo me gano la vida enseñando literatura de la Edad Media y la Modernidad temprana; entonces, por supuesto para mí esos textos tienen más importancia que otros y derivo mucho de lo que pienso, e incluso de lo que escribo de esas lecturas. Entonces digamos que han sido más importantes que cualquier otro, autores como Michel de Montaigne –el ensayista francés del renacimiento es uno-.

No leía mucho de niña, algunos libros sí, pero eran más los cómics y veía mucha televisión.

 

¿Cuándo se produce este primer acercamiento a esos libros y qué lo hizo posible?

 

No recuerdo, quizá un par de profesores buenos que tuve quienes leían literatura medioeval y la enseñaban en la Universidad.

 

¿Qué otros autores recuerda de esa época?

 

Es tan enorme el canon literario (…) Pregúnteme por autores latinoamericanos modernos o contemporáneos: me interesa Felisberto HenándezClarice LispectorJuan Carlos Onetti (…) El que más admiro y más me interesa es Juan Rulfo, pero también Octavio Paz.

 

¿Qué llamó su atención de Rulfo?

 

Era casi una niña cuando lo leí, me impresionó muchísimo y quería escribir algo parecido porque casi que no podía creer el hecho de que hubiera algo tan excelente. Octavio Paz vino después y leí primero sus ensayos antes que su poesía.

 

¿Cómo llega a las obras en general?

 

Leo cosas que me recomiendan algunos amigos, algunos libros reseñados en periódicos o revistas que llaman mi atención; aunque realmente no estoy al tanto de las novedades editoriales sí me interesa mucho la literatura estadounidense contemporánea, incluso mucho más que la que se escribe en América Latina: me parece mucho más innovadora e interesante respeto a la investigación que hace sobre el habla, además de tratarse de una literatura que está menos ceñida a imágenes preconcebidas de las sociedades en que se produce, junto a un carácter que es mucho más introspectivo.

 

¿Qué influencias puede haber ejercido esta corriente en su propia obra?

 

No sé, quizá; aunque realmente no creo que ningún escritor contemporáneo pueda influir sobre otro, si bien lleguen a compartir una tendencia. De manera que siento más afinidades con escritores que no escriben en español.


_Carolina Sanín 3.jpg

Escrituras

 

¿Qué momento marca su inicio como escritora?

 

Quizá en otros casos sea distinto, pero en mi caso no fue una decisión sino una actividad que realicé desde muy niña, de hecho escribía mucho más que leía y casi al tiempo que aprendí a hacer una y otra cosa.

 

¿A partir de qué momento se considera una escritora “hecha y derecha”?

 

Nunca ha pasado. Porque además mi interés no es el de ser reconocida como escritora; de hecho esa cultura asociada a escritores o literatos no me interesa mucho. Yo escribo sobre lo que quiero saber y nunca suelo poner en los formularios de aeropuertos o lo que sea que mi profesión sea la de escritora.

 

¿Tiene algún método de creación?

 

Por lo general tomo muchos apuntes, hago esquemas y tomo notas. Corrijo mucho y reescribo muchas veces un mismo texto. Escribo con teclado (salvo las notas) y corrijo a mano. Siempre sé de ante mano qué quiero escribir: una novela, un cuento o un ensayo como un acto de mi voluntad.

 

¿Cómo llega a los temas?

 

Surgen de preocupaciones urgentes; quiero saber cosas y por ejemplo en esta última novela sobre la maternidad –Los niños-, trabajo sobre la hospitalidad y la niñez, en la medida que me interesa llegar a conocer qué de nuestra experiencia humana radica en esas actividades o rasgos.

 

¿Investiga?

 

La investigación es en mi cabeza, salvo que se trate de ensayos en los que procuro leer todo lo que encuentre sobre determinado tema.

 

¿Cómo resulta vinculada a la Academia y al estudio de la literatura?

 

Si uno quiere dedicarse a saber cosas sin ningún tipo de aplicación práctica como la Literatura o las Artes tiene que ser profesor para poder vivir de eso, y a mí me encanta desempeñarse en ese campo, porque de vez en cuando puedo mostrarle a un estudiante lo que yo aprendí en su momento, y así hacer parte de una cadena y una tradición en las que creo profundamente.


Además, hablar ante un público sobre ciertas cosas es otra forma de conocer e investigar; de tal manera que es un escenario epistemológico en el que me siento muy enriquecida. Yo doy cinco clases al año y son muchos los temas; aunque tengo también amigos por quienes tengo cierta envidia, puesto que tienen la oportunidad de enseñarles a niños o adolescentes muy jóvenes.

 

¿No siente a veces el agobio de un oficio que por momentos podría volverse rutinario?

 

Aunque en mi caso no es algo mecánico, a veces puede resultar un poco agotador en la medida que el ejercicio de la docencia es también un ejercicio histriónico en el que uno debe crear un personaje y en el que la función puede terminar cansando.



 
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