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2014-06-25
 

Andrés Mosquera López, Titocé: poeta payanés gracias a la Lectura en Voz Alta

 
 
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Invitado a la pasada Feria Itinerante de Libreros Independientes realizada por el Ministerio de Cultura y celebrada en la ciudad de Popayán hace pocos días, el poeta Andrés Mosquera López, o Titocé, cuenta cómo nació su amor por las letras.

Por
Juan Carlos Millán Guzmán
Grupo de Divulgación y Prensa
Ministerio de Cultura



“¡Mijo, oiga este poema de Rubén Darío: cabecita esquiva / cabecita loca / eres roca viva / pero en esa roca / plantaré un jardín de suave fragancia / Si la tierra es poca / Mucha es mi constancia, mi perseverancia (…)”, evoca el poeta, quien heredó de su madre el gusto por la poesía y sobre todo por Neruda.

 

“En alguna oportunidad Pablo Neruda llegó al puerto de Buenaventura y como mamá recitaba sus poemas y lloraba, gracias a que mi padre trabajaba como proveedor de la Aduana, ella logró subir al barco, conocerlo y tener la firma en una agenda que tenía ella junto a la de otras personalidades”, recuerda el poeta, quien resultó el único entre sus hermanos que heredó esa auténtica pasión por la poesía.

 

“Cada vez que mi hermano me presenta con alguien le dice a manera de broma: yo soy el que trabaja, les presento a mi hermano el poeta; de manera que cada vez que reflexiono sobre el chiste me digo que escribir no es fácil, además de ser un oficio igual al resto pero que contrario a muchos otros, uno hace por gusto”, explica Titocé, quien no deja de soñar con la idea de escribir algún día un libro de cuentos en verso.


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Leer en Voz Alta

 

 

¿Cómo nació su interés por la literatura?

 

Estoy absolutamente convencido de que siempre debe haber alguien que lo inicie, y al igual que la propuesta del Ministerio de Cultura para que los padres lean en voz alta con sus hijos, a mi madre –Carmen López de Mosquera- le fascinaba la poesía y yo no puedo olvidar que alguna vez me regaló un libro de pasta azul llamado Los titanes de la poesía universal; de tal manera que siempre me leía a Rubén Darío, a Lorca, a Amado Nervo o a Gustavo Adolfo Bécquer, así como a otros grandes poetas de la Literatura Latinoamericana.

 

Creo entonces que mis inicios como poeta fueron gracias a esas lecturas que hacía mi madre en voz alta, porque desde entonces yo mismo también comencé a leer en voz alta y a recitar de memoria mucho de esos poemas, de manera que hago lo mismo con mis propios versos.

 

 

¿Qué importancia tuvieron estas primeras lecturas en Voz Alta?

 

Estoy convencido que la lectura en voz alta hace que el sistema auditivo capte con mucha mayor efectividad el sentido de lo que está escrito, además de facilitar el poder memorizar  su contenido.

 

Yo personalmente cuando tengo una lectura o una actividad de carácter académico me voy al campo a leer en voz alta para memorizar mis trabajos y ejercitar la modulación.

 

 

¿Qué papel jugaron estas lecturas en su formación profesional?

 

Yo le debo todo a esas primeras lecturas, porque gracias a su lectura en Voz Alta adquirí una metodología y una forma de encarar el resto de la vida que quizá son responsables también de mi manera de ser ajena a cualquier expresión de violencia.

 

 

¿Cómo llega a tener conocimiento de otras obras y poetas?

 

Bueno, la verdad es que no lo podría decir porque eso no llega ni se planea; eso está adentro de uno y se va desarrollando de una manera paulatina, de tal manera que uno no suele darse cuenta de la manera en que se van operando estos cambios.

 

Sin embargo, le puedo decir que tengo tres maestros: Walt Whitman –cuya obra conocí gracias al maestro Orlando Restrepo Jaramillo-, Miguel Hernández y Pablo Neruda, a quien como he dicho conozco de toda la vida y solía recitar en las reuniones familiares de memoria.

 

 

¿Por qué diría usted que se perdió esa tradición de recitar poemas tan marcada en otras épocas?

 

Quisiera estar equivocado, pero creo que es una situación que obedece al avance de la civilización: vamos extremadamente rápido y ya no hay tiempo para nada;  yo por ejemplo tuve una niñez en la que acostumbraba jugar con pelota de trapo, sumbo, trompo y bolas; pasatiempos que han sufrido un proceso de degradación, junto al hecho de que los grandes poetas ya no se estudian ni se leen.

 

Yo siempre fui el Presidente del Centro Literario y como cada vez al mes se hacía la izada de bandera, organizaba el programa y recitaba los poemas alusivos a la bandera.

 

 

¿Dónde está la magia de esos recitales?

 

Personalmente considero que no está en el espectáculo como tal, y la verdad me da lo mismo recitar en público que hacerlo en privado. Pese a saber que estoy ofreciendo un espectáculo, no hay placer que se compare a transmitir todas estas emociones a través de mi corporalidad. Allí es donde radica la magia.

 

 

¿De quién heredó esa habilidad?

 

Cuando mi mamá estudiaba ella también era la encargada de organizar las obras de teatro y zarzuelas, porque aunque no cantaba le gustaba mucho actuar; y aunque yo nunca vi ninguna de esas funciones si puede gozar de esas dotes histriónicas en la casa.

 

 

¿Cómo convencer al gran público de volver a hacer de la poesía parte de su vida cotidiana?

 

Yo fui promotor cultural del Departamento del Cauca y cada vez que organizaba alguna actividad tenía que gastar hasta los tintos que consumían los artistas, y además considero que la tarea debería ser la de buscar descentralizar las actividades culturales de los cascos urbanos.

 

Si no se realizan esas tareas de difusión por parte de las autoridades locales resulta muy difícil que las nuevas generaciones  conozcan mucho más de Guillermo Valencia, Rafael Maya o Julio Flórez, por no citar al resto de extraordinarios poetas que hay en Latinoamérica.

 

Hoy todo va demasiado rápido, y los docentes muchas veces se quejan de no poder desarrollar este tipo de actividades, que usualmente requieren mucho más tiempo. De ahí la importancia del programa que está desarrollando el Ministerio de Cultura sobre Lectura en Voz Alta.


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Enseñar a leer

 

Una de sus facetas es la de haberse desempeñado como profesor, ¿Cómo ha sido la tarea de incentivar en muchos de ellos el gusto por la literatura?

Yo me desempeñaba como profesor de Artes Industriales y cuando el profesor principal de áreas como MatemáticasFísica o Química debía ausentarse, yo era la persona a cargo de los cursos; de tal manera que como muchos de los estudiantes sabían de mi gusto por la poesía solíamos realizar una serie de jornadas de lectura en estos espacios.


Yo siempre cargaba conmigo algunos libros y cada vez que tenía la oportunidad les leía algunos poemas y absolvía sus posibles dudas. A muchos les gustaba e incluso declamaban sus propios versos y unos pocos cerraban los ojos y quedaban dormidos sobre sus pupitres. En otra oportunidad fui junto a otros dos poetas a una cárcel, y a los detenidos les encantó el espectáculo.

 

¿Qué razones diría usted que lo llevaron a hacerse poeta?

No es tan sencillo, porque se trata de una decisión totalmente inconsciente en la medida que uno está imbuido en una ola que va creciendo y tomando forma cada día. De manera que aunque no recuerdo un día en que tomara la determinación de ser poeta creo haberlo sido desde siempre: muchas veces me sacaron de clase porque no las atendía y terminaba escribiendo versos.

 

¿Cómo es eso de sentarse a escribir poemas?

Pablo Neruda decía que se sentaba a trabajar, porque para escribir poesía también se requiere de una metodología, y trayendo a la memoria una frase del poeta Felipe García Quintero puedo decir que si uno no trabaja, no se puede esperar jamás que se le aparezca a uno el Espíritu Santo o las musas. Escribo a mano y jamás he escrito uno poema en Word.

 

¿Cómo se gana la vida un poeta?

No, pues te soy franco: no se la gana porque vivir de la poesía francamente resulta una utopía. Yo siempre me desempeñé como funcionario público asalariado y con los años aprendí a editar mis propios libros, de tal suerte que soy quien los diagrama, compagina, arma y empasta.

 

¿Leyó alguna vez con su hija?


Yo le escribí una historia muy linda que se llama “Un cuento para Vanessa”, en el que se hablaba de un sueño que soñaba con mi hija, y que termina cuando alguien prende la luz de la habitación en la que estábamos.


De tal manera que cada vez que la mamá le leía el cuento, mi hija solía quejarse del pendejo que me había apagado la luz.

 

¿Consideró la posibilidad de escribir literatura infantil?


Sí lo he contemplado, pero estoy convencido de que hacer literatura para niños es absolutamente difícil y complicado porque se trata de un género específico para un público que quizá pueda ser uno de los más exigentes.

 

¿Qué autores recomienda, entre los poetas que más llaman su atención, para leer a los niños?


En ningún momento se puede dejar a un lado un poeta como Rafael Pombo; y cómo no nombrar a Jairo Aníbal Niño, junto a una auténtica pléyade de autores de las nuevas generaciones que también están escribiendo cosas maravillosas.

Yo mismo he dedicado algunos versos para niños: Pedro pistolas y Juan escopeta / Decidieron irse para la guerra / Montados en burro. / En burro de cuatro patas que no sabía nada de la guerra / Ese fue el cuento de Pedro pistolas y de Juan escopeta / Que creyeron que montaban en burro para llegar a la guerra / Pero que en el parque solo era su caballo de madera / Ese es el cuento, mal contado, de Pedro Pistolas y Juan escopeta.​


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