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2013-06-25
 

Las hojas de los libros en Bahía Solano

 
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<div align=\"justify\">Entre el mar, la playa y la selva, los libros echan ra&iacute;ces en Bah&iacute;a Solano. MinCultura y el Plan Nacional de Lectura y Escritura <em>Leer es mi cuento</em>, con la fundaci&oacute;n antioque&ntilde;a <em>Secretos para contar</em>, trabajan promoviendo la lectura en el Choc&oacute;.<br /></div>

Por: Camilo Gómez Gaviria

Desde la altura, los tupidos árboles sobre la superficie ondulante de la Serranía del Baudó hacen ver al municipio de Bahía Solano como la piel rugosa de un ramo de brócoli. De pronto, las sinuosas laderas que sobrevuela el aparato le dan paso al mar. Desde la pista de aterrizaje de la cabecera municipal —llamada también Ciudad o Puerto Mutis— se ve cómo el avión pasa derecho y se adentra en las nubes. Luego da media vuelta mostrando a los pasajeros la ovalada forma de la bahía y la población de escasas calles ubicada junto al mar.

El pequeño aeropuerto de Bahía Solano despierta momentáneamente cuando llega y sale un vuelo. El resto del tiempo está semi-desierto. A la salida, moto-taxis para tres pasajeros y unos pocos automóviles aparecen estacionados junto a escasos locales de comida, principalmente pescado frito, empanadas y gaseosa. Al borde de la carretera destapada que conduce al poblado, el reino vegetal se anuncia con su asombrosa diversidad y abundancia de hojas y tallos con distintas tonalidades de verde. Muchos viajeros vienen a esta región cálida y lluviosa a conocer su belleza natural, en particular las famosas ballenas jorobadas que migran a sus aguas costeras. También su flora subyuga a los turistas. Sin embargo, en un pequeño avión que aterrizó hace pocos días, un reducido grupo de visitantes venía con otro tipo de hojas a Bahía Solano, que no son las de las plantas: eran promotores de lectura que traían libros —y los tesoros que guardan sus páginas de papel— con los que la fundación Secretos para contar, en alianza con el Ministerio de Cultura y el Plan Nacional de Lectura y Escritura Leer es mi cuento, lleva a cabo la tarea de promover la lectura en el departamento del Chocó.

Cuentos y pasatiempos, Planeta vivo y Cuentos para contar son los tres títulos que se distribuyen en 24 municipios del departamento. Con ellos, y otros de diseño similar, la fundación Secretos para contar ha trabajado la promoción de la lectura en Antioquia desde hace más de ocho años, así como en otros departamentos del país. Al municipio de Bahía Solano, un pedazo de paraíso en el Chocó, a donde sólo se accede en avión desde el interior del país, también llegaron estos promotores de lectura.

El municipio tiene una población aproximada de 10,000 habitantes. En él vive apenas una fracción de las 32 mil familias chocoanas —tanto en la cabecera municipal como en los corregimientos— que serán beneficiadas con la entrega de libros. Huina, Mecana, Huaca, Cupica, son tan sólo algunos de los lugares del municipio visitados por los promotores. También llegaron al corregimiento de El Valle. Conocido por el Almejal, una de las playas más hermosas del país donde la selva llega prácticamente al borde del mar, una “bellecería” como dicen los habitantes locales, allá se llega por tierra desde la cabecera municipal, por una carretera semi-pavimentada que a trechos parece que se la quisiera tragar la vegetación.

En El Valle se realizó la entrega de libros para las familias del poblado, en la Normal Superior Santa Teresita. En una sala de la edificación de una sola planta de cemento y concreto, los promotores hicieron talleres lúdicos para presentar los tres libros a las madres, padres y niños que llegaron a reclamar su colección. Aunque la escuela cuenta con una pequeña biblioteca —cuyos libros en gran medida provienen de donaciones y en la que los alumnos hacen sus tareas— no es usual para muchas de las familias tener libros propios en sus casas.

En uno de los talleres, la mayor parte de la gente —reflejando la demografía de la región— era afrodescendiente, pero también había un indígena Embera. El promotor de lectura que lo dirigía le preguntaba al hombre de esta etnia cómo se decía esto y lo otro en su lengua. Había estado en una entrega de libros en Boroboro, una población indígena a donde se llega remontando el río en una lancha. El promotor de lectura había aprendido algunas palabras, entre las que contaba chipabará (verde) y chiguará (amarillo) los colores de dos de los libros de Secretos para contar. El hombre le ayudaba a pronunciarlos bien. Era artesano en El Valle y tenía a los hijos en el colegio. Fue ese día a la escuela con la invitación que recibió para la entrega de libros.  

Al final del taller —en el que entre otras cosas se leyó y se entonó la canción popular chocoana Maquerule, incluida en Cuentos y pasatiempos— un profesor jubilado se acerca a los promotores de lectura y se presenta como Guzmán Bermúdez Lemus. —¿El autor de El negro Francisco?— le preguntan los promotores, asombrados al encontrarse con quien escribió uno de los poemas recopilados en Cuentos para contar. Y en efecto, es él, igualmente contento y sorprendido de encontrar uno de sus poemas dentro de la colección.

El negro Francisco lo escribí estando en el colegio de Carrasquilla en Quibdó. Estaba estudiando. La gente está diciendo que es un señor de aquí que se llamaba Francisco al que le hice ese poema” dice Bermúdez, recalcando que realmente el personaje fue producto de su imaginación. Y piensa en cómo sus textos son más conocidos en el extranjero que en Colombia, y cómo una extranjera, una norteamericana del barrio Harlem de Nueva York, llegó una vez preguntando por él y emocionada lo abrazó diciéndole: “¡Yo lo imaginaba un hombre grandote por esa poesía!”. Contando esta anécdota al viejo profesor le brillan los ojos como el Riviel, la luz que salía en la costa en época de cuaresma, que ya no sale, en la que se transformó el negro Francisco de su poema.

En Bahía Solano también se realizó la entrega del material a las familias, así como la Guía de Talleres para maestros en la Institución Educativa Luis López de Mesa. En los lugares donde se han hecho entregas en el pasado, explican los promotores de lectura de la fundación que han visto cómo los libros se utilizan ampliamente en el salón de clase pues a muchos profesores les sirve como material de enseñanza. Además, éstos saben que todas las familias los tienen.

“Acá hay muchas tareas que uno puede consultar” dice Ronny, un niño de sexto grado del Luis López Mesa observando los libros que le han entregado, todavía entusiasmado por el taller en el que un promotor de cultura le dio a conocer los tres títulos a él y a otros miembros de la comunidad. Sin embargo, los libros no son solamente para las tareas y esto lo saben los maestros como Vilma Romero, directora de primaria del instituto y encargada de la biblioteca: “Lo más importante, es que nos sirvan para motivarlos a la lectura y, además, que haya como un encuentro en la familia. Que esto permita esa relación de hogar, que se reúnan a leer, a compartir, me parece muy importante eso”.    

En el aeropuerto, donde momentáneamente hay bullicio por la llegada de un ATR 42-500, una mujer de origen antioqueño pero criada en Bahía Solano, se sienta en el interior de una pequeña tienda de souvenirs. Entre las figuritas de madera representando animales, manillas, camisetas y demás recuerdos para turistas, hay una pila de libros. Son de crónicas que escribió un antropólogo sobre esta zona del departamento.

Los promotores de la fundación volverán a hacer otra visita a Bahía Solano y a los demás lugares del Chocó donde han entregado libros. De esta manera podrán hacerle un seguimiento al proyecto. A juzgar por la recepción de las familias en las comunidades, existe ahí, un interés por lo que guardan los libros de Secretos para contar. Una historia que no permanecerá secreta y que tampoco se quedará sin ser contada.      
           
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