La sonrisa de Consuelo no remite a ningún sentimiento de alegría o dicha, todo lo contrario, evidencia el nerviosismo de alguien que espera que todo salga bien pero que, en lo posible, quisiera estar lo menos involucrada en el éxito del asunto.

Pasan el alcalde, la secretaria de gobierno, el representante del concejo de cultura,  los niños y niñas del colegio municipal, la coordinadora del colegio, el adulto mayor, la cámara los va registrando, pero Consuelo sigue evadiendo la entrevista. Le pueden los nervios.

Llegar a la biblioteca de Saldaña es recorrer unas cuantas cuadras bajo la luz del sol tolimense. Baje por el parque central, tome su izquierda, recorra cuatro cuadras de calles sin árboles pero con mucho comercio, música de fondo que combina vallenatos silvestristas con el rumor del río, y llega seguro.

El lugar, erigido en un lote que tendrá un espacio deportivo y una casa de cultura, está resguardado por árboles que aclimatan la entrada a la biblioteca. Como si fuera una paradójica Cruzada de los niños, los estudiantes van llegando en bicicleta, uno por uno, parqueándolas a las afueras del sitio, uniformados.

Al entrar la ráfaga de aire frío del ventilador nos da la bienvenida. Consuelo, cerca a uno de los estantes de la colección general, termina de poner a punto el espacio por donde grabaremos las tomas de apoyo del especial informativo. Nos advierte que no quiere aparecer en cámara. Acá, a diferencia de Ataco, las Ferias y Fiestas serán en octubre, pero la euforia por el partido con Argentina, sumado al puente y al inicio de las vacaciones escolares, dan la nota festiva que continúa desde el otro municipio. No es Tolima la que está celebrando, es todo el país el que está pasando por ese trance.

Desde los contactos previos vía telefónica Consuelo ha mostrado nerviosismo por esta visita. Quiere saber a qué hora llegaremos, dónde pernoctaremos, qué vamos a hacer. Hay qué rendirle una agenda en la que cada movimiento que hagamos evite que ella termine en cámara. Así que mientras la biblioteca va llenándose de estudiantes, profesores, ciudadanos y las autoridades del municipio, ella se escurre, sale del foco, se va a la parte trasera del edificio.

La coordinadora del colegio municipal nos cuenta que la bibliotecaria es una persona absolutamente entregada a su labor desde su época como auxiliar administrativo de la institución. Siempre una sonrisa y un detalle para servir como canal a las inquietudes de todos. Diligente, procuraba sacar adelante todas las tareas con juicio y sin demoras. Hasta que llegó el día en que cambió de funciones y terminó en la biblioteca. Eso sí, sigue siendo la misma Consuelo de siempre –afirma-.

Mientras el alcalde desgrana una cifra ante la cámara, “la totalidad del aporte, 480 millones de pesos,  lo hizo MinCultura, lo que nos impulsa a seguir buscando más recursos para fortalecer el espacio cultural de Saldaña”, los niños rodean, como un enjambre de abejas, a Consuelo. Mide aproximadamente 1.60, tez morena, cabello recogido en una moña, blusa azul y pantalones de color blanco. Está sonriendo, pero no de nervios. Con su actitud refrenda lo que acabamos de escuchar de la coordinadora. ¿Si la ve? –señala el profesor- ella es toda alegría.

La cámara registra a la Secretaria de Gobierno, “Vengo a la biblioteca cada vez que puedo, queremos superar la cifra de mil visitas en el transcurso de este semestre”, y los niños están jugando en la zona de ludoteca que tiene este espacio.  Les tomamos fotografías a algunos con libros de literatura y novela gráfica. En este ambiente relajado, decidimos sacarlos afuera de la biblioteca para grabar una toma con todos dando las gracias al MinCultura. No necesitamos repetirla, es el momento en que consideramos concluida la labor.

En ese momento, Consuelo se sienta en una de las bancas cubiertas por los árboles del lugar. Cámara en mano nos acercamos, pretendiendo entrar a la biblioteca, pero anticipándonos a que ella se mueva la encendemos, la encuadramos y le pedimos que nos cuente un poco sobre lo que significa ser bibliotecaria para ella.

Quiere salir corriendo, pero la alientan todos para que cuente quién es ella, para que deje a un lado la humildad y se muestre ante la cámara. Se ríe nerviosamente. Volvemos a intentarlo, los niños están haciéndole gestos para que no lo haga más. La profe pide silencio. 1, 2, 3, y de pronto, una voz firme dice “Soy Consuelo Herrán Lopera y ejerzo como bibliotecaria del municipio de Saldaña…”

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