Por: Camilo Gómez Gaviria
Cazando luciérnagas es un título evocador para una ópera prima. Tal vez no sea de extrañar que su nombre traiga la luz a colación pues su autor llegó al mundo de la literatura desde el cine. Carlos Franco Esguerra —bogotano nacido en 1974 y que reside desde hace diez años en la costa Caribe colombiana— se formó en el séptimo arte en Cuba y Noruega. En este campo se desempeña como guionista.
El cuentista Roberto Rubiano Vargas, no guardó elogios para describir la obra del novel escritor: “Es un escritor que cuenta” dijo. “No siempre encontramos cuentos que cuenten cosas. A veces, uno encuentra cuentos demasiado retóricos, cuentos que ocultan demasiado, cuentos que son reticentes, cuentos que están hablando sin decir nada”. Algo muy distinto a lo que ofrece Franco, cuyos cuentos calificó como limpios y absolutamente claros.
Tal vez el cine fue una de las fuentes de las que se nutrió el guionista para escribir cuentos, aunque aclara que en ningún momento fue su intención convertir guiones en prosa. Esto resulta evidente a la hora de leerlos. “Los guiones son un paso intermedio y están hechos para deshacerse, para desvanecerse”, dice Franco. Sin embargo, para cualquier lector, resulta claro que sus cuentos están para quedarse.
¿Cómo combina su carrera de guionista con la escritura de cuentos?Por fortuna, cuando terminas de escribir un guión, o se entra en la producción, muchas veces uno tiene unos tiempos vacíos. Si trabajas con algunos directores, que son con los que te relacionas, y si ellos están produciendo, te pueden quedar 2, 3, o 4 años antes de que ellos vuelvan a hacer otra película. Entonces, hay unos tiempos “muertos” —entre comillas— en que uno dice: “¿Qué hago con las historias que tengo en la mente?” Yo encontré en la literatura, en el cuento, una posibilidad para no detener mi escritura e ir guardando las historias en un producto terminado, que fuera susceptible más adelante a volverse guion. Pero que ya estuviera terminado y… era como una forma digna de guardar las historias.
¿Por qué escogió el cuento como género? ¿Es el que más relación tiene con el cine? Siendo guionista y teniendo este acercamiento tímido a la literatura, ingenuamente pensaba que es más fácil escribir un cuento. Por lo menos, si escribo un mal cuento me demoro un mes o quince días escribiéndolo y no un año haciendo una mala novela. “Voy a empezar a embarrarla primero con los cuentos…” pero me fui conectando con el género, con la esencia de éste, que es que tienes que contar una buena historia. Tienes poco tiempo, tienes que ir a la sustancia, al evento, y no te puedes dispersar. Hay una cosa también muy esencial y muy sucinta en el guionista. Él tiene algo como de la economía —menos es más— y creo que eso funciona muy bien en el cuento. Creo que en la escritura del cuento necesitas eso y trabajas desde ahí. Entonces, era lo que se me daba, y ahora todo el mundo me hace la pregunta: “Bueno, ¿y una novela?” y yo digo, “No sé” (
risas) “Por ahora estoy escribiendo unos guiones que tengo que terminar”.
Algunos de los cuentos se desarrollan en el interior del país, otros en la costa Caribe. ¿Cómo influyó la experiencia de vivir en la costa en su escritura?Totalmente. En la literatura y en los guiones que escribo. Por ejemplo, hay temas que me preocupan mucho, como la soledad. Hombres por ejemplo, abocados a tareas solitarias como en
Cazando luciérnagas, como en la historia del faro (
Lo mejor es que firmes por él) y eso, tú lo encuentras mucho en la provincia. Además, va contra el estereotipo. ¡Eso me encanta! El estereotipo del caribe alegre, el
carnestoléndico, exuberante… y no es así. Hay una parte así, pero hay otra parte solitaria, desolada, melancólica, triste, árida…
¿Qué representa para usted haber ganado este premio?La oportunidad de ser leído.