Las Rutas propician una acción
descentralizada y pertinente, porque son los músicos y sus instituciones
quienes gestionan el fomento de la Música en sus respectivas regiones, al
tiempo que constituyen una estrategia de integración político administrativa
que propicie el dialogo intercultural y la coordinación de esfuerzos de gestión
e inversión para el fortalecimiento del campo musical en Colombia. Desde las
Rutas, la diversidad ha puesto a dialogar las múltiples identidades y memorias,
renovando solidaridades entre las comunidades y regiones.
La Música personifica en lo
incorpóreo la vida cotidiana de la gente, sus relaciones con los territorios y
sus paisajes, la interpretación de su propia historia. Si bien es posible
afirmar que cada región va generando sus propios caminos de auto reconocimiento
a través de sus rutas sonoras, también es necesario reconocer que estas se
desprenden de sus territorios físicos y generan e integran diálogos mentales,
culturales, creativos e independientes y nuevos territorios inmateriales donde
múltiples sonoridades humanas se conjugan.
En este contexto la visión
regional no hace referencia a unidades exclusivas, ni es la afirmación de
separatismos o autonomías culturales endógenas. En las Rutas, la visión regional
busca superar divisiones administrativas para ir al encuentro de sonoridades
memoriosas que alimenten las identidades y sean sus plataformas de proyección y
transformación de lo local, gestadas desde su interior.
El estímulo a la creatividad y a
la recreación de la memoria, el impulso a las redes sociales y
organizacionales, los encuentros de maestros de música, investigadores,
constructores de instrumentos, festivales y gestores regionales y la
formulación concertada de Planes Estratégicos para el Desarrollo Musical de las
Regiones, son alternativas propuestas por el Programa para que los ciudadanos
identifiquen las necesidades,
aspiraciones y retos del campo musical.
Las escuelas de música, canto y
danza son espacios de conocimiento, práctica y disfrute, se nutren de la
investigación y la experimentación de nuevos modelos pedagógicos. Las escuelas son centros de memoria, creación
y producción. Las escuelas propician la descentralización, la autonomía y la
pertinencia local, el respeto por la diversidad y la promoción del dialogo
intercultural.
A 2014 los Territorios Sonoros
habrán aportado a la integración y el fortalecimiento del Sistema Cultural de
sus Regiones al generar mayor valoración y reconocimiento de los bienes,
servicios y manifestaciones culturales. Las regiones musicales serán
reconocidas por su fortaleza musical; sus músicos y comunidades tendrán una
mejor calidad de vida gracias al reconocimiento y circulación de su producción
cultural.
En el
marco del Plan Nacional de Desarrollo 2002 – 2006 se puso en marcha el Plan
Nacional de Música para la Convivencia –PNMC- como una de las políticas
culturales prioritarias del Estado Colombiano.
El Plan
se articula a los campos de creación y memoria, diálogo cultural y
participación, del Plan Decenal de Cultura 2001 – 2010 “Hacia una ciudadanía
democrática cultural”, cuya inversión pública se ha focalizado desde entonces,
en la implantación o consolidación de escuelas de música a través de programas
que impulsan la formación de formadores, creación, producción y dotación de instrumentos y materiales
pedagógicos, así como su gestión y
emprendimiento, circulación, investigación y la documentación del campo musical
en Colombia.
El PNMC
tiene un alcance municipal y sus estrategias están encaminadas a lograr la
práctica, el conocimiento y el disfrute de la música, como un derecho cultural
de todos y una valoración de esta manifestación como fuente de participación
por sí misma, en la que además confluyan factores asociados a la libertad de
expresión y cohesión social, capaces de
reproducir la diversidad individual y colectiva de la Nación.
En
desarrollo del PNMC se construyó de manera colectiva y concertada el documento
Lineamientos de Política del Componente de Formación en Músicas Tradicionales
(2003) en el cual se propone una caracterización del país musical a través de
once ejes sonoros que integran prácticas
específicas regionales de producción y apropiación de sus músicas
tradicionales:
El Caribe
de los acordeones, de los pitos, los tambores y los bailes cantados y de los
grupos del Calipso. Los arrullos y alabaos del Pacífico y sus chirimías en el
norte y marimbas en el sur. Los Andes de los grupos de torbellino y carranga en
el oriente, de las bandas de flautas en el suroccidente, de los grupos de
rajaleñas en el Tolima Grande y de los duetos, estudiantinas y grupos de cuerda
en el Eje Cafetero. El Llano de las arpas, los cuatros y las bandolas y el
Trapecio Amazónico con los conjuntos de cuerda y percusión.
Una forma
de leer la polifonía colombiana, a la que se pueden integrar las capas de
músicas indígenas, de músicas urbanas y de músicas populares es la cartografía
sonora que se viene construyendo bajo la orientación del Centro de
Documentación Musical (CDM) de la Biblioteca Nacional y que da cuenta de la
riqueza musical de los colombianos.