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2015-04-15
Gabo vive entre nosotros

Carlos Prieto, el violonchelista que despertó la pasión por la música en Gabo

 
 
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De paso por Colombia con el fin de presentar el libro "Dmitri Shostakovich: Genio y Drama'', el afamado violonchelista mexicano habla sobre su otra pasión: escribir.


''Desde muy niño tuve un interés natural por la música, pero no se me reveló como la pasión mayor de una vida hasta la noche milagrosa en que descubrí el alma del chelo en las manos de Carlos Prieto. Fue una revelación que me contagió para siempre con los misterios de la música y la felicidad de un gran amigo'', comentó en su oportunidad sobre el violonchelista el Premio Nobel de Literatura 1982 Gabriel García Márquez.
 
Amigo personal del escritor Álvaro Mutis, al Maestro Prieto correspondió también el honor de estrenar el pasado mes de octubre, en compañía del afamado intérprete Yo-Yo Ma, una obra del compositor colombiano Blas Emilio Atehortúa –''Suite colombiana para dos chelos, dos guitarras, marimba y percusión''-, en el marco de las conmemoraciones por los 50 años del Museo Nacional de Antropología de México.
 
Distinguido con la Medalla Pushkin, otorgada por el presidente de Rusia. Carlos Prieto también fue merecedor del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2007. Es miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, miembro honorario de la Academia Ecuatoriana de la Lengua y miembro titular del Seminario de Cultura Mexicana. Ha ejecutado estrenos mundiales de más de cien obras, casi todas dedicadas a él, y es autor de nueve libros, cinco de ellos publicados por el Fondo de Cultura Económica.
 
Shostakovich
 
¿Cómo conoció a Shostakovich y qué lo llevó a escribir sobre su vida?
 
Yo comencé a estudiar violonchelo desde muy niño y a los 15 o 16 años ya había tenido la oportunidad de presentarme en público en varias ocasiones, incluso acompañado de orquesta, pero como en el colegio tampoco me iba mal en Matemáticas y en Física, intenté ingresar al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) donde me aceptaron y llegué a cursar dos carreras: Economía e Ingeniería; circunstancia que sin embargo no impidió que continuara mis estudios de chelo como primer chelo de la orquesta del instituto.
 
Estando allá escuché por primera vez a Shostakovich, gracias a la gran biblioteca y discoteca musical con que cuenta el instituto: fue tal el impacto que al poco tiempo había escuchado todo lo que había, pero me causó gran curiosidad el hecho de que coexistieran obras maestras al lado de otras que me parecían de una mediocridad inexplicable; así que movido por ese interés decidí tomar cursos de ruso a lo largo de dos años, que luego completé con otro curso de ruso científico que la verdad no me ha servido mucho. 

Del Maestro Shostakovich, me impresionaron sus sinfonías quinta, sexta y décima. Es curioso, mi gusto por estas piezas es un misterio, es como lo que siento por la obra de Gabriel García Márquez. La música de Dmitri Shostakovich me intrigó de una manera tan poderosa como la obra de Gabo.
 
Al punto de emprender un viaje a Rusia…
 
Al poco tiempo de terminar la carrera, me encontraba en Monterrey, México y llegó una misión soviética de alto nivel encabezada por la segunda persona a cargo del Gobierno - Anastás Mikoyán- con tan mala fortuna que el intérprete se dejó llevar por los antojitos mexicanos –muy ricos por cierto- y terminó muy delicado de salud.
 
No habiendo intérprete, me llamaron y cumplí con esa labor para Mikoyán y el Embajador soviético; de tal manera que al terminar la visita el propio Mikoyán me ofrece ir a estudiar a la Universidad de Moscú, que entre otras cosas es la más antigua de Rusia, e inmediatamente ordena iniciar con todos los trámites.
 
Supuse que por tratarse de semejante personalidad el papeleo duraría un par de semanas, pero al comenzar a pasar los meses la verdad es que me olvidé de la promesa, hasta que pasados dos años y medio recibo una llamada de la Embajada en la que me conminan a presentarme con urgencia. Y así me fui.
 
¿Tuvo la oportunidad de ver a Shostakovich?
 
Lo vi en persona, y tuve la oportunidad de asistir a múltiples conciertos en los que se tocaron sus obras, además de contar con la enorme suerte de asistir a la primera presentación que hizo en público Ígor Stravinski, quien había salido de Rusia en 1912 y no había vuelo hasta entonces, pero quien además era muy amigo de mi familia, motivo por el cual lo conocía desde niño.
 
La verdad es que yo no lo podía creer, porque se trataba de un compositor proscrito para los soviéticos sobre cuya figura escribían cosas terribles todos los musicólogos. Además Stravinski hablaba muy mal también de las autoridades soviéticas y de los músicos soviéticos.
 
Sin embargo, al salir a dirigir su primer concierto fue recibido con una ovación estruendosa que yo interpreté como el reconocimiento a una figura extraordinaria que regresaba a su país natal luego de 50 años de ausencia, además de constituirse en una crítica a las actitudes del gobierno.

 
 
 ¿Llegó a conversar alguna vez con Shostakovich?
 
En alguna oportunidad me le acerqué -él vivía muy custodiado por agentes de la KGB- y me llevó a su camerino, pero me llamó la atención que siendo un hombre muy alegre en su juventud daba en ese momento la impresión de ser un hombre extremadamente nervioso, debido a las múltiples presiones que padeció durante la época de Stalin.
 
¿Por qué habría de tener el Gobierno soviético este tipo de actitud hostil hacia artistas como Stravinski, Prokófiev, o el mismo Shostakovich?
 
 Durante sus primeros años de carrera artística Shostakovich no fue particularmente molestado –su primera sinfonía, que compuso a los 17 y estrenó a los 19 años fue acogida con un enorme éxito en Leningrado y Nueva York lanzándolo a la fama-, pero un año después del estreno de su ópera Macbeth (1935) a Stalin se le ocurrió ir a una función, que definió como caos absoluto. La presentación fue descalificada en un violento editorial escrito en Pravda –principal órgano de difusión soviética- autoría del propio Stalin.
 
Allí empezó a sufrir Shostakovich la presión ejercida desde el propio gobierno porque ninguna de sus obras podía ser interpretada. Luego vino la guerra y su figura resurgió debido a que se precisaba de apoyar los heroicos esfuerzos que se hacían contra Hitler, que sin embargo terminó junto con el fin del conflicto, de tal manera que hacia 1948 comenzó un nuevo acoso que tuvo como consecuencia su despido como profesor de los conservatorios de Moscú y Leningrado alegando “incompetencia profesional”.
 
¿Cuáles fueron las principales motivaciones que tuvo Shostakovich para seguir componiendo?
 
Shostakovich nació para componer –a los 10 o 12 años lo llevaron a presenciar una obra de Rimski-Kórsakov y al día siguiente la recordaba prácticamente en su totalidad gracias a una memoria musical prodigiosa-: esa era su muy honda vocación.
 
¿Cómo componía?
 
Generalmente tanto el músico como el escritor suelen hacer uso del papel para tener sus borradores –Gabo, por ejemplo tenía un sinfín de borradores y escribía muy lentamente-, y Shostakovich, pese a que tardaba mucho tiempo en concebir una obra la escribía de un tirón.
 
La escritura y Gabo
 
¿Cómo escribió este libro?
 
Dado mi interés en Shostakovich y su obra –he tocado en varias ocasiones la sonata para chelo y piano, sus conciertos para chelo, además de transcribir para chelo su sonata para viola y piano-, decidí escribir este libro que no está concebido para un público especializado, sino que puede ser leído por cualquier persona interesada en una época del siglo XX, un país y un músico.
 
¿De dónde surge esa otra pasión suya que es la escritura?
 
Mi primer libro lo escribí en 1967 mientras estuve en la Unión Soviética porque me pareció que estaba siendo testigo de cosas tan interesantes –el regreso de Stravinski o la crisis de los misiles en Cuba- que comencé a escribir una serie de cartas a mi familia cada dos días a manera de diario, sentando las bases de lo que en un futuro sería Cartas rusas.
 
A partir de entonces nunca he dejado de escribir y como en las giras musicales a veces debo hacer vuelos muy largos, aprovecho para ir documentándome y continuar escribiendo: éste es ya el noveno y hace dos años recibí con gran motivo de orgullo la noticia de ser miembro de número de la Academia Mexicana de Letras.
 
¿De dónde saca tiempo para atender tantas actividades?
 
Cuando hay el interés siempre se encuentra el tiempo.
 
¿Tuvo la oportunidad de hablar sobre este u otro de sus múltiples libros con Gabriel García Márquez?
 
No me puedo comparar en absoluto con una figura como García Márquez, pero sí le puedo decir, que cuando estaba escribiendo Las aventuras de un violonchelo, que prologó Álvaro Mutis-,un día llegó Gabo a almorzar a mi casa –por allá en el año 2000-, y me dijo: - Oye Carlos, Álvaro me contó que estás escribiendo un libro sobre un violonchelo, ¿No me lo quieres enseñar?- Y entonces yo traje el instrumento.
 
¿Y esta vaina cómo se toca?- me preguntó, y comenzó a producir unos ruidos horrorosos. Yo le dije: mira, tú ocúpate de la mano izquierda y yo del arco, y entonces nos tomaron una foto.

 
 
  
¿Qué otra anécdota recuerda de Gabriel García Márquez?
 
En otra oportunidad tuvimos la suerte de estar con él y con Mercedes en Cartagena; estuvimos toda una tarde en su compañía y primero tomamos té en un club de pesca y luego nos fuimos a cenar. En medio de la comida, Gabo dijo que tenía que ir al baño, y como había que subir por una escalera muy empinada, y él ya no era un jovencito, decidí acompañarlo.
 
Entramos y enseguida entró también un joven. Bajamos, seguimos cenando y media hora después este joven se acercó a nuestra mesa, pese a que una mujer un poco más joven que lo acompañaba hizo todo lo posible por detenerlo, y se dirigió a García Márquez: -¡Perdone, Maestro, pero es que llevo más de media hora tratando de convencer a mi novia de que acabo de estar orinando al lado de Gabriel García Márquez!
 
A propósito de García Márquez y su gusto por la música clásica y popular, se ha llegado a decir que esa fue una de sus grandes contradicciones.
 
¡Todo es música! Y si a uno le gusta podrán gustarle tanto los aires populares como las sinfonías de Beethoven. A mí por ejemplo me gustan mucho las expresiones de música popular de todos los países, lo que no me gusta son las expresiones del ruido.

 
Texto

Juan Carlos Millán Guzmán
Periodista
Dirección de Artes,
Ministerio de Cultura
Tel. 3424100   Ext. 1504
Cel. 311 878 67 43

Fotos

Milton Ramírez, Ministerio de Cultura

 
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