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2015-01-21
 

“En un país en postconflicto lo más importante es recuperar la función social del patrimonio” Alberto Escovar, nuevo Director de Patrimonio

 
Foto: Miltón Ramírez @fotomilton. MinCultura
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El arquitecto e historiador llega al Ministerio de Cultura para liderar la Dirección de Patrimonio y continuar trabajando en la apropiación social del patrimonio cultural de Colombia.


Alberto Escovar Wilson-White​ ha trabajado por más de 20 años en temas vinculados con el patrimonio cultural y llega con muchos retos al Ministerio de Cultura.

¿Con qué expectativas llega a liderar la Dirección de Patrimonio?

Llego con muchas expectativas y por supuesto, tener la posibilidad de dirigir la dirección que rige el patrimonio de Colombia no solamente es un privilegio, sino un gran reto y estoy muy feliz de tener la posibilidad de enfrentarlo.

¿Cómo cree que se encuentra el patrimonio cultural actualmente?

Lo maravilloso que le ha pasado al patrimonio es que su noción se ha ampliado tanto, que ahora dentro de él se incorporan toda una serie de manifestaciones que antes no teníamos ojos para ver. Si yo hubiera sido Director de Patrimonio hace 20 años probablemente mi preocupación estaría centrada en los centros históricos de Cartagena, Popayán o Mompox, sitios que están tradicionalmente vinculados con ese patrimonio arquitectónico y urbano del cual todos nos sentimos orgullosos, sin embargo, gracias a la apertura que ha tenido el concepto de patrimonio, principalmente en sus manifestaciones inmateriales, uno puede ir a Buenaventura, Guapi, Tumaco, o ir a la Macarena, Mitú o el Vichada y no dejar de sorprenderse con su riqueza cultural, que siempre ha estado allí, pero que quizá antes no teníamos los ojos para valorar.
 
Yo creo que en Colombia hoy en día cuando se le habla a la gente de patrimonio cultural piensa en una iglesia, en una calle, quizás en un lugar, un plato tradicional o una fiesta, pero conciliar y valorar todas estas manifestaciones al mismo tiempo es un esfuerzo que aún nos cuesta trabajo hacer. En ese sentido, la pregunta sería si el valor patrimonial de una iglesia se encuentra sólo en la arquitectura del templo, en los retablos, cuadros o la pintura mural que la decoran, en la procesión de Semana Santa que parte de su interior o en el culto mismo. Creo que todas esas manifestaciones hacen un conjunto que debería valorarse como tal y no separadamente. Es un reto lograr la articulación de todas esas manifestaciones culturales e insisto, ¿cómo logramos que la gente que podría eventualmente beneficiarse de esos valores culturales pueda vivir de ellos y evitar que mucha gente no encuentre opciones en su lugar donde nace y tenga que migrar a las ciudades?. Ese es otro gran reto que enfrentamos y que se agudizará en un país en posconflicto.
 
Pienso que el patrimonio se debería emplear como una herramienta para construir nuestro futuro. Sorprende que miremos con tanto desdén nuestras tradiciones constructivas, que podrían darnos pistas sobre cómo enfrentarnos a edificios de nueva planta para solucionar problemas de infraestructura o viviendas rurales de una manera más sostenible y ambientalmente responsable y respetuosa con el entorno. Creo que en este sentido también el patrimonio desde un punto de vista, por ejemplo arquitectónico, da la posibilidad de replantear cómo quisiéramos que se construyeran espacios en diferentes sitios a los que en este momento aún no podemos ir; pensar en cómo desde la recuperación de las tradiciones constructivas de esos sitios que tienen mucho que ver con las comunidades y con los materiales que se consiguen en el lugar, se pueden encontrar alternativas para solucionar problemas de ahora, y ahí, el patrimonio siento que tiene que decir mucho hacia el futuro. Además es una visión del patrimonio que abre también una reflexión sobre lo que tradicionalmente entendemos como “desarrollo”, porque nos han vendido la idea que el desarrollo es igual para todos los países y que todos tendríamos que seguir la misma ruta, yo me pregunto ¿hasta qué punto Colombia debería parecerse a la China para ser un país desarrollado, con todos los problemas ambientales que ese “desarrollo” genera?, entonces siento que ahí el patrimonio tiene muchas respuestas, nuestras propias respuestas hacia nuestra gente, nuestro entorno y nuestra manera de apropiarnos y relacionarnos con el entorno.
 
En el escenario en el que se encuentra el país actualmente que trabaja en la búsqueda de la paz, ¿qué papel considera que tiene el patrimonio cultural?

Creo que en un país en postconflicto lo más importante es recuperar la función social del patrimonio, no olvidarse que el patrimonio ha sido gracias a la gente y debería salvarse por la gente y conservarse por esas personas que al final son las que se deberían ver beneficiadas por esas particularidades patrimoniales que tiene Colombia. Entender que en nuestras múltiples expresiones culturales dejamos en evidencia nuestras diferencias, pero al mismo tiempo los puntos de encuentro.

En estos momentos muchos jóvenes que viven en poblados colombianos migran a las ciudades intermedias o grandes, porque no encuentra mayores opciones laborales en esos sitios, así mismo, esa falta de oportunidades en muchos casos los lleva a vincularse a grupos al margen de la ley y a participar en actividades ilegales. Sin embargo, siento que si uno mira juiciosamente lo que ha sucedido en esos sitios, encuentra que había industrias artesanales y que hay una riqueza patrimonial que no necesariamente está vinculada a cosas que se pueden tocar, sino con la música o con el baile. Activos culturales que deberían canalizarse, potencializarse para lograr que puedan servir de base para la generación de emprendimientos productivos que le permitan a los jóvenes de allí liderar proyectos que desarrollen oficios tradicionales como la joyería, la cestería o la carpintería, en ese sentido proyectos como el Programa Nacional de Escuelas Taller, y del que yo he hecho parte como Director de las escuelas taller de Bogotá y Buenaventura, tiene un papel muy importante que cumplir. Este año desde la Dirección de Patrimonio se abrirán las escuelas taller de Tumaco y San Andrés y en 2016 se tiene proyectado abrir otra en Quibdó. Este proyecto, que capacita jóvenes entre 18 y 25 años en oficios tradicionales es y será un gran aliado para zonas que se han visto afectadas por la violencia y que encuentran en sus tradiciones culturales una respuesta para definir su futuro y así mismo, una alternativa económica para vivir de él.
 
Me gusta pensar también que cuando este país alcance la paz y podamos recorrerlo en toda su extensión, como lo hemos empezado a hacer en los últimos años, nos abrirá a los colombianos la posibilidad maravillosa de conocerlo y no dejar de sorprendernos con su riqueza cultural, producto de su agreste geografía. En nuestro país, donde la cordillera de los Andes se divide en tres, razón por la cual la comunicación entre una población y otra representa en ocasiones retos absurdos, de otro lado ha permitido que cada zona desarrolle sus particularidades y nos abra la increíble posibilidad de encontrar colombianos que a 300 kilómetros de distancia entre sí se comportan, comen y bailan muy diferente pero vibran igual cuando ven un partido de la selección Colombia, entonces digamos que el patrimonio te permite entender y valorar esta diversidad cultural, respetarla y encontrar allí respuestas para vivir en comunión en un territorio que sin duda merece vivir en paz. 
 
¿Cuáles los principales retos con los que llega a la Dirección de Patrimonio?

Hay una serie de retos que ya a nivel particular me preocupan, como son los tiempos de aprobación de los proyectos para una persona que pide una licencia en un bien de interés cultural. Los tiempos a veces son demasiado largos y eso siento que genera cierta ilegalidad. La gente a veces prefiere no pedir el permiso y hacer las cosas por su cuenta o la lleva a desistir en su interés por recuperar un inmueble con valor patrimonial, este es un reto administrativo importante.

También me preocupa el concepto de patrimonio que ya está claro a nivel de la institución y para los expertos, pero para la gente del común aún no, así que es necesario lograr que todos podamos entender el patrimonio cultural en el amplio sentido con el que hoy cuenta. Otro reto es pensar más a nivel de emprendimiento, qué hacer con ese patrimonio, cómo lograr que la gente de una comunidad efectivamente se beneficie del hecho de que es poseedora de un valor patrimonial y cómo eso les puede ayudar a vivir, más allá de que le tomemos fotos o le formulemos planes; y en esa medida me parece importante también ver cómo la gente de un centro histórico se beneficia de él, que sepa qué es un centro histórico, cómo lograr que una persona que tiene la suerte de vivir en estos centros efectivamente sepa sus beneficios y que no está obligado a migrar de ahí. Hay que trabajar para evitar que esto siga sucediendo.

Me interesa también lograr que la noción de patrimonio no deje de pensarse en términos arquitectónicos, hacia atrás sino hacia adelante, es decir, es obvio que la restauración que nosotros implementamos está muy influenciada por Europa, porque fueron los europeos que a partir de su realidad de tener unas ciudades construidas, sofisticaron la restauración, pero si solo se entiende el patrimonio a partir de la restauración, nos limitaríamos a trabajar en un país que ya conocemos. Sin embargo y como lo mencioné antes, si trabajamos en la recuperación de nuestras tradiciones constructivas a partir del patrimonio de cada región, podremos encontrar una herramienta que permita construir de manera adecuada, sostenible y respetuosa con el medioambiente al valorar nuevamente la guadua, el bahareque o el adobe y encontrar respuestas adecuadas para muchos lugares que requieren por ejemplo soluciones de vivienda y empezar a construir desde sus tradiciones patrimoniales, lo que seguro se convertirá en su futuro patrimonio. Pero para lograr esto, que bien podría abrir el camino para lo que ya algunos han denominado Viviendas de Interés Cultural, debemos trabajar en incluir estas técnicas constructivas dentro del actual código de sismoresistencia y buscar la elaboración de una norma que permita este tipo de construcciones. 
 
Por otro lado, me preocupa mucho ver cómo ese patrimonio también le permite a la gente ganarse la vida, no limitarnos solamente a valorarlo o protegerlo desde un punto de vista legislativo. Me preocupa mucho cómo lograr que ese patrimonio de convierta en un activo que le permita a las comunidades beneficiarse de él y evitar, como ha sucedido en varios lugares de Colombia, que cuando los sitios se vuelven por ejemplo atractivos turísticos, los primeros en ser desplazados son los habitantes tradicionales de estas poblaciones que tienen que irse a vivir a otra parte. Tendríamos que lograr que, por el contrario, cuando todos los colombianos estemos inclinados a visitar y disfrutar de un sitio o de un centro histórico, podamos hacerlo de la mano de sus habitantes y que sean esos anfitriones los que puedan también beneficiarse con nosotros, al poder asegurar su subsistencia y con esto, la permanencia de sus costumbres que, al final, son tan importantes como la arquitectura o el urbanismo del lugar que ocupan.
 
Perfil Alberto Escovar Wilson-White

Antes de llegar al Ministerio de Cultura, fue Director General de la Fundación Escuela Taller de Bogotá y de Buenaventura, allí emprendió grandes iniciativas entre las que se cuentan la restauración de la Estación de la Sabana en Bogotá y de la Antigua Estación del Ferrocarril de Buenaventura, así como los talleres de cocina tradicional colombiana.

Se desempeñó como guionista, de la serie de televisión Herencia, que ganó el primer premio en el área de Audiovisuales en la II Bienal Iberoamericana de Arquitectura (México, 2000) y el Premio Simón Bolívar de Periodismo (Bogotá, 2001).

Hizo parte del equipo curador de la exposición Bogotá: The Proud revival of a City, que se presentó en la X Muestra Internacional de Arquitectura de la Bienal de Venecia en 2006, donde la ciudad de Bogotá obtuvo el premio León de Oro. 

Ha participado en varios libros como De Fiesta por Colombia (2014); La historia de frente, Arquitectura de Santa Marta (2011); La historia de frente. Arquitectura de Bogotá (2010) y el Atlas Histórico de Bogotá (1538-1910) (2004), que obtuvo el primer premio en la categoría de publicaciones en la VI Bienal Iberoamericana de Arquitectura en Lisboa (2008) entre otros.
 
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