Por
Juan Carlos Millán Guzmán
Grupo de Divulgación y Prensa
Ministerio de Cultura
Sara y su hermana Angie Valentina son dos de las usuarias que asisten con mayor frecuencia a la Biblioteca Pública del Municipio de Toca (Boyacá). Saben que todos los días, -excepto los sábados que el bibliotecario Samuel Jiménez dedica al descanso- , tienen una cita con los libros, la cultura y el arte, a partir de las 3:00 de la tarde, hora en que abre sus puertas la nueva sede de la institución construida gracias al generoso aporte del Gobierno Japonés, junto con otras 124 de similares características que se han edificando desde el año 2003.
Una vez finalizada la jornada escolar, las dos niñas se dirigen a su casa, almuerzan, colaboran con algunas de las tareas domésticas y emprenden rumbo a la biblioteca con el fin de adelantar sus tareas o dedicarse a explorar la estupenda colección de libros infantiles que se encuentra a disposición de niños y niñas.
''Acá podemos encontrar muchos libros informativos y además puedo participar en una serie de cursos que se ofrecen de manera gratuita'', explica Sara, quien con nueve años cumplidos procura no perderse la proyección de películas para público infantil y juvenil que habitualmente se realiza los domingos en la tarde, por iniciativa del bibliotecario Samuel Jiménez.
''Antes todas las tareas nos tocaba consultarlas en un café internet en que debíamos pagar, pero ahora, gracias a esta biblioteca podemos hacerlo gratis'', afirma la pequeña niña, quien no deja de destacar el hecho de que se trata de un ahorro muy significativo para toda su familia, además de subrayar el que ahora pueda también llevar a su casa los libros que más le gustan, entre los que se encuentran obras de poesía, teatro, cuentos y retahílas.
''Hace como un año que la nueva biblioteca está funcionando, más que todo en las tardes, y debido a que yo más bien tengo poco tiempo para ayudarles en las tareas, ellas se vienen acá a la biblioteca y como se hicieron muy amigas de Samuel, pues prácticamente pasan acá todo su tiempo libre'', resalta Claudia Becerra, mamá de Sara y Angie, para quien gracias al nuevo espacio sus hijas pueden dedicarse a sacarle el mayor provecho posible al tiempo que les queda libre, en lugar de andar perdiéndolo en la calle.
''Ahora veo cómo se la pasan metidas en sus libros de cuentos, los computadores y las tablets; de tal manera es que la verdad esta biblioteca ha sido de mucha utilidad para el aprendizaje de ellas, y eso se ve reflejado en su rendimiento en la escuela'', observa la señora, sin ocultar su orgullo al resaltar el excelente desempeño académico de sus dos pequeñas hijas, así como la curiosidad y el amor por aprender que ha despertado en las dos niñas la biblioteca.
''Toca no contaba con un lugar en el que los niños pudieran ir a hacer sus consultas, y ahora, si uno pasa por la biblioteca a eso de las 3:00 de la tare puede ver a chicos de Primaria o Bachillerato haciendo sus tareas; mientras que antes lo común era verlos en el parque o en la calle'', resalta doña Claudia, quien trabaja en un cultivo de flores y además de Sara y Angietambién es madre de Laura (15 años), Juliana (13) y Natalia (12).
Cambiar para mejorar
Atrás han quedado los días en que Sara y su hermana debían conformarse con quedarse prácticamente confinadas en la casa, puesto que la verdad no se contaba con un espacio apropiado para la práctica de la lectura y el material bibliográfico disponible no estaba en las mejores condiciones para su consulta.
Ahora, gracias a la nueva biblioteca, Sara ha recibido la felicitación de varios de sus maestros, pues las tareas que presenta están mejor documentadas y hay un notable desarrollo en sus habilidades de expresión oral y escrita. Tanto así que recientemente fue distinguida con el premio al mejor cuento infantil, además de pasar a ser una de las alumnas más aventajadas del curso gracias al ejemplar desempeño en distintas asignaturas.
''Mis notas de la escuela han mejorado mucho y mi vida también ha cambiado bastante porque ahora puedo leer y expresarme mucho mejor'', cuenta Sara, quien sin embargo se queda corta de palabras a la hora de describir la inmensa felicidad que la embarga cada vez que se refiere a la biblioteca: un espacio concebido para que todos los niños de la población puedan, al igual que ella, comenzar a hacer realidad sus sueños e ilusiones.
''Acá vienen niños de todas partes y diferentes escuelas, incluso los domingos también llegan algunos niños que viven en el campo a los que se les dificulta hacerlo entre semana por lo retirado'', explica Sara, quien a veces saca tiempo de sus propios deberes para leer con los demás niños que frecuentan la biblioteca, entre los que como es apenas natural también se encuentra Angie, su hermana de seis años.
''Antes de aprender a leer, ella venía y se sentaba a ver conmigo las ilustraciones de los libros, pero poco a poco ha aprendido también a leer gracias a la biblioteca y la escuela'', recuerda Sara, por lo que resulta usual verla todos los días en la inseparable compañía de su hermana.
''Nosotras llegamos al rededor de las 3:00 de la tarde, nos metemos al curso de manualidades, y luego nos la pasamos leyendo en la biblioteca'', agrega, para luego comentar en tono jocoso el trabajo que le cuesta algunos días, casi siempre, sacar a Angie de la biblioteca. ''Muchas veces tenemos que salir con un montón de libros prestados, porque por ella se quedaba a dormir en la biblioteca'', para luego insistir en que Angie nunca se va sin un libro para leer en casa.
-¡Vaya y le dice que ahora vamos!-, le contesta Sara, quien tiene entre sus libros de cabecera Mi día de suerte, de la reconocida autora japonesa de libros infantiles, Keiko Kasza, junto a clásicos como Los tres cerditos, o El libro de Invierno, de Rotraut Susanne Berner y El Zorro hace amigos, de Adam Relf. Preferencias a las que se suma La Sirenita, del célebre escritor danés Hans Christian Andersen, que a su vez ocupa en primer lugar dentro de los libros que más le gustan a su hermana.
''Antes'' –agrega Angie-, ''cuando no había biblioteca, sacaba los libros de un cajón que teníamos en la casa. Ahora, que venimos acá, mi hermana me saca los libros y me ayuda a hacer las tareas'', explica. ''Al principio yo le preguntaba a Sara que si tenía tareas, y entonces comenzamos a venir a leer, aunque los domingos más bien los dedicamos a ver películas: Los Pitufos, Harry Poter… Esas cosas'', subraya.
La pequeña escritora
''Un día vine a la biblioteca y me encontré con que se había un concurso de cuento, se indicaban las categorías, y terminé siendo la primera en inscribirme. Luego Samuel fue a la escuela a informar sobre las bases y un amigo mío también decidió meterse; yo me demoré un poco escribiendo y terminé entregándolo acompañada de mi prima. A comienzos de diciembre volvió a ir el bibliotecario para anunciarnos que había sido escogida como la ganadora'', recuerda Sara no sin cierta modestia y la timidez propias de una niña que ha crecido rodeada de campos de cebada y maíz, algunas gallinas y una que otra vaca.
''Este año, el día del niño entregaron los regalos'', añade, para explicar que el cuento está basado a partir de sus propias vivencias en el pueblo, así como de las principales actividades que se desarrollan en la localidad de su natal Toca: El Día del campesino, la Fiesta del Divino Niño o la Fiesta de la Virgen del Milagro, junto a una serie de actividades programadas especialmente para niños, viejos y personas en situación de discapacidad.
''Un día se hizo un concurso que consistía en subirse a un palo muy grande, y el que fuera capaz se ganaba una ancheta”, relata para luego exaltar la celebración que se hizo con ocasión del Día de Santa Bárbara, en la cual puede leerse que “hubo mucha, pero que muchisísima gente'', así como el que su autora está muy, pero que muy orgullosa de sus orígenes y su pueblo:
''Yo nunca me iría de mi pueblo preferido, porque nací en Toca (Boyacá), y soy campesina aunque se rían de mí. Estoy feliz de tener un hogar con mis primos, tíos y tías; hermanas y abuelos. Siempre lo diré: no me da pena decir que soy campesina o que vivo en Toca'', escribe la orgullosa niña, quien al igual que la demás gente de la región boyacense es reconocida por su carácter frentero, no tener pelos en la lengua, o esas ínfulas de gente muy cosmopolita, vaya uno a saber las razones de un marcado desprecio por el terruño, producto quizá de la ignorancia, el temor, la torpeza y a lo mejor hasta envidia, a la hora de trabar relación con los foráneos, tal y como lo describiera en muchas de sus obras Eduardo Caballero Calderón.
El legado japonés y la gratitud de todo un pueblo
Razón tiene el Embajador del Japón, Kazuo Watanabe, al subrayar el destacado papel que jugaron escenarios como las bibliotecas en la manera tan asombrosa como su país ha logrado sobreponerse a las adversidades y salir adelante, al comentarlo en una de sus intervenciones oficiales:
''Cuando Japón empezó la modernización en 1868, al comienzo de la Restauración Meiji, consideramos que la educación básica era muy importante y desde aquél entonces el pueblo japonés le sigue dando mucha importancia. Cuando Colombia preparó el Plan Nacional de Desarrollo e incluyó en éste un Plan Nacional de Lectura y Escritura, sumado a una nueva estrategia para dotar y construir nuevas biblioteca, el Ministerio de Cultura pidió al Gobierno del Japón su colaboración, y desde 2002 la Embajada ha cooperado con la construcción de 125 bibliotecas'', destacó el representante diplomático.
''Entiendo que muchas regiones de Colombia todavía no cuentan con una biblioteca, así que creo que estas donaciones ayudan mucho a los niños y por eso la Embajada del Japón está cooperando con el Ministerio de Cultura'', puntualizó durante la celebración de un foro alrededor de la importancia de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas y las bibliotecas en general en la formación de las nuevas generaciones de colombianos.
Niños y niñas que como Sara, no ha dudado en escribirle una carta al Primer Ministro del Japón, Shinzo Abe, para agradecer el poder contar con una biblioteca como la que desde hace un año es virtualmente el segundo hogar de su ella misma y su hermana; carta de la que a continuación transcribo un breve extracto:
''Señor Primer Ministro, Shinzo Abe: le escribo esta carta para agradecerle al Gobierno del Japón el poder contar con esta biblioteca para el pueblo de Toca. Me llamo Sara, y lo que más me gusta de venir acá con mi hermana Angie es poder leer en la biblioteca porque hay muchos libros informativos y he mejorado mucho en mis estudios gracias a ello. Atentamente, Sara'', se afirma en la misiva que bien pudiera haber sido escrita en poblaciones como El Roble (Sucre), Timbiquí o Florencia (Cauca), Achí (Bolívar), Las Córdobas o Tuchín (Córdoba), Solita (Caquetá), por citar solo algunas cuantas elegidas al azar.
Ubicadas todas ellas, en su gran mayoría, en los más recónditos y apartados rincones de nuestra vasta geografía, cuyo acceso no suele ser fácil y que si en algún momento debieron padecer los rigores de una guerra absurda, comienzan a levantarse y a salir del atraso de años de abandono gracias a la lectura, los libros y una plataforma tecnológica de carácter absolutamente gratuito, al alcance de todos y para todos.
¡Gracias, Gobierno del Japón, por esas lindas bibliotecas!, seguramente escribirían los miles de niños y niñas que han resultado beneficiados a lo largo de estos últimos años, tal y como lo hicieran hace poco en Toca, algunos de sus pequeños usuarios.