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2014-09-12
 

I Premio Nacional de Novela 2014: Martín Kohan, la opinión de un jurado

 
Fotos: Milton Ramírez, Grupo de Divulgación y Prensa MinCultura
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El profesor y crítico literario Martín Kohan, quien hiciera parte del Jurado de la primera versión del Premio Nacional de Novela otorgado por el Ministerio de Cultura, se refirió a algunos de sus principales aspectos.

Por 
Juan Carlos Millán Guzmán
Grupo de Divulgación y Prensa
Ministerio de Cultura​

Previa a la charla que sostendrá este domingo 14 de septiembre - La Carroza de Bolívar, un premio nacional. Conversación con el jurado Martín Kohan y Evelio José Rosero. Modera: Nahum Montt-, a partir de las 5:00 p.m. en la Sala Múltiple del Parque Explora, el escritor argentino dio a conocer algunos aspectos relacionados con la selección y el debate que condujo a la elección de esta obra como la novela ganadora entre el selecto grupo de finalistas.
 
 
''No hay una literatura cabal sin crítica literaria, aunque ello no supone -¡Ni más faltaba!- una postura que pretenda ser dogmática-, porque ello supone un cierto grado de problematización de la lectura que de algún modo nos llama a reflexionar sobre lo que entendemos por literatura'', afirma el experto, para quien haber sido parte del jurado constituyó –más allá de saber qué obra era mejor que otra- un auténtico ejercicio de crítica, enmarcado dentro de un permanente intercambio de ideas con el resto de los jurados.
 
  
¿Cuál diría usted que es el estado de salud de la literatura colombiana?
 
La impresión que ya tenía y que me llevo es la de un estado excelente. Por tal razón haber sido jurado del Premio Nacional de Novela 2014 fue también una difícil  tarea debido a que La carroza de Bolívar fue seleccionada entre otras obras que son también muy buenas, tal como lo expresó el propio Evelio Rosero a la hora de recibir el premio.
 
En la ceremonia de entrega, la Ministra de Cultura, Mariana Garcés Córdoba, comentó que el proceso de selección resultó particularmente difícil…
 
Aunque cada uno de los miembros del jurado tenía sus preferencias, la discusión no quedó reducida a un asunto de gusto, puesto que cada uno de nosotros debió exponer sus puntos de vista y criterios sobre la literatura y las expectativas que genera determinado texto.
 
Hubo que considerar, por ejemplo, aspectos sobre lo que entendemos sobre un género como el de la novela, sus límites y la posición que adopta cada uno de nosotros respecto a su transgresión. De tal manera que la experiencia de la última discusión que tuvo lugar en Medellín fue la de un valioso intercambio de criterios, para luego llegar a un consenso sobre lo que cada uno cree.
 
Uno de los temas más discutidos por el público, la crítica especializada y el propio autor fue la nominación entre las cinco obras finalistas de El cuervo blanco, escrita por Fernando Vallejo…
 
Creo que ese es un debate interesante en el que cada uno de los jurados tenía su propia posición, y en el que otra de las voces es la del autor; de manera que sin entrar a considerar los posiciones que tuvo cada cual –porque además no me corresponde-, diría que El cuervo blanco no solo es un gran libro sino que además tampoco encaja muy bien dentro del género de la autobiografía, por el carácter de enunciador –que no de narrador- del texto.
 
Además, el hecho de que los materiales a partir de los cuales fue escrito fueran producto de una investigación, tampoco puede verse como una respuesta concluyente sobre el tema, debido a que hay un espectro muy amplio de lo que se puede hacer. Y en tal sentido, uno de los elementos deslumbrantes de este libro –y lo llamo así para no cerrar la discusión- es que justamente desestabiliza cualquier tipo de convención: Esa ha sido la genialidad de Vallejo.
 
¿Se ha visto enfrentado a un caso similar?
 
En rigor –y con esto no quiero decir que una cosa sea mejor que la otra-, hay toda una serie de escritores que inscriben sus textos en una tradición y otros que por principio desconciertan y desarman un estado de cosas. Si me remito a la literatura argentina, uno de los grandes clásicos del siglo XIX, Facundo, de Sarmiento, es un libro que no se sabe en qué género clasificar porque no es biografía, no es historia y no es novela.
 
Y en principio, aunque un premio de este tipo obliga a adelantar una clasificación, estaría en contra de los argumentos que apunten hacia querer establecerla debido a que siempre habrá obras que puedan salirse de ese marco.
 
¿Le gustó el mecanismo de selección a cargo de expertos que se tuvo en la primera fase del Premio Nacional de Novela 2014?
 
Aunque no fui responsable de esa fase, creo que en general se trató de una iniciativa extraordinaria, y las posibles objeciones que se pudieran hacer tendrían que encaminarse hacia mejorar la segunda y tercera edición del Premio, sin necesidad de devaluar los méritos alcanzados hasta el momento.
 
Yo soy una persona que no vive en Colombia, y encontrarme con una Ministra capaz de hacer consideraciones sobre las políticas de Estado alrededor de la lectura, no solo gracias a estímulos como el que se le entrega a un autor y su obra, sino que además le suma un proyecto como el de la promoción de la lectura a través de bibliotecas situadas en las regiones más apartadas del país, en las que además se ha vivido el conflicto armado, no puedo sino apreciar de manera significativa la importancia que tiene este Premio.

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El libro, el Premio y la lectura
 
Aparte de la crítica especializada, libreros, profesores universitarios y bibliotecarios, se ha sugerido también que las propias editoriales pudieran postular algunas obras. ¿Cuál es su opinión al respecto?
 
Yo haría énfasis en que unas voces no acallaran otras, y en tal medida valoro la opinión de docentes, bibliotecarios, críticos literarios y libreros al que eventualmente se pudieran sumar las editoriales, aunque no hasta el punto de llegar a dominar la perspectiva. Sin que ello desde luego implique que pudiera mejorar el criterio que se tuvo para esta primera edición del Premio Nacional de Novela 2014.
 
Se ha criticado también el hecho de dejar de lado aquellas obras concebidas para un formato digital, más aún considerando que ese será un escenario que cada vez tendrá mayor presencia en un mundo como el nuestro...
 
Pese a que fui convocado como jurado a un tipo de Premio cuyas bases ya estaban diseñadas y sobre las cuales nunca di mi opinión particular -de hecho mi trabajo consistió en leer y hacer mi propia valoración respecto a una serie de novelas que ya habían sido seleccionadas con anterioridad-, creo que no habría para dejar de considerar este tipo de textos.
 
Ahora bien, de acuerdo con el tipo de apuesta que se está haciendo en este caso, orientada esencialmente a la inclusión de sectores populares a través de la lectura, creo que el Premio también busca contribuir a la promoción del libro impreso, que en un momento dado en todo caso no debería excluir otro tipo de formatos.
 
A juzgar por las obras seleccionadas, y la que resultó ganadora, parece advertirse un marcado interés por la novela y su relación con la historia. ¿Qué otras corrientes percibió en sus lecturas?
 
Mi percepción es un poco distinta, puesto que el hacerse cargo de figuras o materiales históricos no implica que necesariamente se plieguen hacia el género de la novela histórica. Para el caso de La carroza de Bolívar, considero que tiene esa relación con la historia en tan solo uno de sus tramos o segmentos, y es el momento en que Evelio Rosero pone en escena una discusión sobre la figura de Bolívar, que sin embargo no define a la novela en su conjunto.
 
¿Hay alguna explicación para que esa preocupación fuera tan generalizada en buena parte de las novelas finalistas?
 
Generalmente se tiene a pensar que cuando una sociedad busca explicaciones sobre su presente, su literatura comienza a formular una serie de explicaciones sobre su pasado; aunque la literatura se piensa casi siempre en su presente.
 
No hay nada más consolidado que la figura de un prócer nacional, y volver a ese pasado para interrogarlo en el sentido más profundo es un gesto significativo, distinto al que se plantea Miguel Torres para el caso del 9 de abril, o de Rufino José Cuervo, para el caso de Vallejo. Y está el caso de Temporal o Casablanca la bella –de Tomás González y Fernando Vallejo-, que van por otro lado.

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