Por
Juan Carlos Millán Guzmán
Grupo de Divulgación y Prensa
Ministerio de Cultura
''Yo necesito hacer un esfuerzo individual enorme para alcanzar un resultado colectivo, y si hago parte de un coro, tengo que hacer mi mejor esfuerzo para oír al otro y estar con el otro en ritmo, armonía, volumen. Verbalizar que esto también se trata de un proceso de paz no vale la pena porque todos lo entendemos'', afirma el Maestro Alejandro Zuleta, luego de concluir uno de los múltiples ensayos en los que ha venido trabajando junto con el Coro Juvenil e Infantil de Colombia 2014, integrado por 100 niños y niñas de las más diversas regiones del país –Apia, Caramanta, Chocó, Chocontá, Barranquilla, Buga, Bucaramanga, Cali, Garzón, Manizales, Medellín, Pereira, Sibaté, Soledad, San José del Guaviare y Tocancipá- tras un riguroso proceso de selección.
Selección gracias a la cual, estos 100 colombianos tienen la posibilidad en un escenario como el Teatro Colón de Bogotá, considerado como uno de los más importantes en Colombia y Latinoamérica, no solo por su bellísima arquitectura sino gracias a la gran cantidad de artistas de prestigio internacional que allí se han presentado. Lugar que muy pocos de los niños conocían, y en el que hoy algunos de ellos tienen la posibilidad de comenzar a ver realizado el sueño de convertirse en grandes figuras del repertorio lírico y la música popular.
''Esta es la primera vez que vengo a Bogotá y la verdad es que estoy muy emocionado”, agrega Julián Andrés Henao Veloza, caleño, contralto y quien a sus 12 años no oculta la gran alegría de presentarse en un teatro como el Colón. ''Cuando uno está cantando acá se siente como que se eleva en el aire'', explica el pequeño, quien disfruta de manera particular la interpretación de una canción como Viva la música, debido a la gran cantidad de movimientos que exige.
Resultado de las extenuantes jornadas de trabajo, que bien podrían ser consideradas como ejercicios de auténtica convivencia entre los más diversos y destacados representantes de las más diversas regiones de Colombia, es el emotivo concierto que han tenido la oportunidad de apreciar a partir del medio día de este domingo millones de colombianos, confundidos en un solo propósito: dejar atrás las oscuras décadas de guerra, en procura de construir un país que cambie el sonido de las balas por el de un rico repertorio musical de lo mejor de nuestra tierra, capaz de superar cualquier frontera.
''Gracias a esta experiencia logré conocer diferentes cultura y experiencias, aprendizajes que me ayudarán a mejorar mi propia técnica y la de mis demás compañeros en San José del Guaviare'', manifiesta respecto a su participación en esta residencia Angie Lorena Quevedo Torres, de 16 años, cuyo coro está conformado por alrededor de 20 personas, que a partir de la experiencia de Angie en el Coro Juvenil e Infantil de Colombia 2014, podrán considerar la posibilidad de integrar más piezas del repertorio musical colombiano. Ejemplo de ello son algunas de las canciones que interpreta el coro en esta oportunidad: Canto del Pilón, Mi Buenaventura o Beautiful San Andrés.
''Lo que estamos haciendo con este repertorio es dar un mensaje de paz y de no a la violencia, de que hay otro tipo de maneras de solucionar los problemas y evitar la guerra. La música hace precisamente eso: si se interpreta y escucha con atención, dice muchas cosas importantes y puede ayudar a ese proceso'', destaca Angie Lorena, para quien una de sus mayores ilusiones es continuar una carrera musical que le permita terminar de formarse como soprano lírica. ''Me gusta todo tipo de música, pero la lírica es más linda'', puntualiza.
''Yo ya he venido a Bogotá varias veces y también hice parte de la anterior convocatoria, pero igual la experiencia es muy grata porque uno hace nuevos amigos, las canciones son diferentes y nos divertimos mucho'', comenta a su turno Sara Inés Rodríguez Lloreda, chocoana –viene de Quibdó- soprano, y quien a sus 15 años, destaca la importancia de presentarse por primera vez en el Teatro Colón. ''El teatro quedó hermoso, tiene un sonido precioso y cantar aquí es un verdadero honor para todos nosotros'', precisa, además de destacar la importancia de este tipo de residencias artísticas en su formación profesional.
''Me gustaría dedicarme a la música y llegar a poder hacer algún día lo que hace el Maestro Alejandro Zuleta'', acota Sara Inés, cuyo gusto por la música viene desde su infancia, cuando recuerda que su papá solía poner discos de Mozart y Beethoven, que comenzaron a desarrollar su gusto por el repertorio clásico, y de obras como la Quinta Sinfonía o Para Elisa, compuestas por el genio de Bonn, sin olvidar la enorme tradición que hay en su tierra sobre los Alabaos, Gualíes y levantamiento de tumbas.
''Todo el país conoce al Chocó como ese pedacito de tierra en el que vivimos los afrocolombianos y en el que hay mucha violencia, de manera que para mí es muy bonito poder venir aquí para demostrar que allá también tenemos cosas buenas y una gran cantidad de músicos con un gran talento'', subraya la joven, quien hace parte de dos coros distintos de la capital del departamento.
Proveniente de una familia de músicos de su natal Garzón (Huila), con 16 años y voz de mezzo soprano, para Laura Marcela Vargas Díaz la música resulta primordial a la hora de preservar costumbres y valores. “Creo que es muy importante recordar de dónde venimos, y esta música nuestra nos remite mucho al hogar y lo que allí aprendimos”, asegura sin ocultar su gusto por bambucos y sanjuaneros. ''El corazón de la caña, por ejemplo, es un bambuco que vamos a interpretar junto a otros ritmos de Colombia y otras partes del mundo que van a dar buena cuenta de nuestra diversidad musical y lo que somos'', precisa.
Al fin y al cabo, de eso se trata esta experiencia: integrar a 100 niños y niñas de todo el país, con el propósito de unirlo a través de la música: ''Inculcar la música desde pequeños, ayuda a que las futuras generaciones se concentren en este tipo de actividades tan útiles para el espíritu, y eviten caer en cosas como la droga. Un niño que no está haciendo nada es más propenso a caer en manos de grupos armados, mientras que actividades como la música o el deporte –más allá de un pañuelo blanco o una paloma- reflejan el verdadero espíritu de la paz'', concluye Laura Marcela.