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2015-04-30
 

Carlos José Reyes: media vida dedicada al estudio del teatro y la historia

 
Foto: Milton Ramírez
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<div class="ExternalClassED017C3D25534D8599DD8B2933D80192">Con motivo de la presentación del segundo tomo de su obra 'Teatro y violencia en dos siglos de historia de Colombia', el historiador, dramaturgo y académico, habla sobre algunos aspectos de su experiencia al frente de la descomunal empresa investigativa.</div>

“Si se quiere inventar un nuevo país habría que repensar las preguntas que se hacen a ese país para encontrar otras respuestas diferentes a las mismas de siempre, y eso es lo que debe buscar todo trabajo artístico”, comentaba el Maestro Carlos José Reyes, cuya obra es producto de una beca de investigación para el campo del teatro otorgada por el Ministerio de Cultura, institución gracias a la cual pudo adelantar la totalidad de su trabajo.

“La Ministra Mariana Garcés Córdoba le ha dado gran importancia al teatro: tan solo en publicaciones ya hay más de 20 libros, de los que hacen parte mis tres tomos, a partir de un apoyo extraordinario porque cuando el proyecto rebasó los límites establecidos, se consideró de tal importancia que decidieron aprobar la edición de otros dos tomos”, subraya el maestro, quien comenzó esta investigación hacia 1965 a instancias del profesor español José Prat, para entonces a cargo de la cátedra sobre historia del teatro en Colombia en la Universidad Pedagógica.

“Al momento de comenzar a trabajar e investigar qué otras obras había me encontré con una gran cantidad de material –tengo datos de obras de las que nunca localicé el texto- y me puse en la tarea de recuperar todo ese material”, comenta el dramaturgo quien también tuvo a su cargo la dirección de la Biblioteca Nacional de Colombia.

“Hay obras que  no me parecen buenas e incluso diría que son malas, pero que sin embargo son representativas de una mentalidad y de un momento histórico; en algunos casos hago algún comentario pero por lo general me abstengo de hacer juicios de valor porque esa no es la intención de esta obra, cuyo objetivo no es otro que hacer una comparación entre la historia y el teatro para ver las complejas, arduas, difíciles y contradictorias relaciones ente los dos campos”.

¿Cuál es la importancia de desarrollar este tipo de proyectos en un país como Colombia?

Dario Fo alguna vez me decía que publicar una obra era algo muy complicado porque la gente ya no leía teatro, y en el caso de Colombia la situación es mucho más dramática. Motivos por los cuales el Ministerio de Cultura ha entendido que el papel del teatro no se trata de un trabajo de marginalidad creativa en la que una gente se dedica a hacer una serie de divertimentos por allá escondidos a los que solo van 50 o 60 personas.

¿De dónde viene la Ministra? De los festivales de teatro de Cali, y por tal razón el papel que tiene hoy el Ministerio de Cultura resulta fundamental: sin las salas concertadas, por ejemplo, muchas no existirían; aparte de la financiación para obras de gran formato, las cuales no serían viables si se trataran como cualquier otro producto comercial.

¿Hay algún antecedente de este tipo de investigación?

En este campo y en Colombia no hay ningún antecedente que yo conozca. Hay una historia de la literatura en Nueva Granada de Vergara y Vergara en la que se pretenden recoger todos los trabajos realizados durante la Colonia, pero nunca se había abordado el tema de la violencia como parte del esfuerzo por construir un país, cuyo accidentado y doloroso proceso no ha terminado.

¿Cómo surgió la idea de realizar esta obra?

Yo quería hacer una comparación entre teatro e historia a partir de la violencia que pensé terminaría en un resumen muy rápido. Sin embargo al ir avanzando comenzaron a surgir una serie de problemas como el de que muchas de las obras sobre las que iba a hablar no eran muy conocidas por el público: el teatro del siglo XIX contaba con muy pocos espectadores, muchas de las obras se quedaron sin editar y otras eran pequeños folletos de los que solo se encuentra un ejemplar en la Biblioteca Nacional.

Como no podía incluir las obras decidí traer al lector el argumento de cada obra, para hacer un paralelo con los hechos históricos, lo que de hecho hizo que el trabajo fuera mucho más complejo de lo que estaba previsto, puesto que el público para el que está dirigida esta obra no supone grado de especialización alguno.

De tal manera que al terminar el primer tomo me di cuenta que no había llegado ni a la tercera parte, y debí recurrir a un segundo tomo que con el que apenas alcancé a llegar un poco más allá del 9 de abril.

 
 
 La obra

¿A qué público está dirigidoTeatro y violencia en dos siglos de historia de Colombia?
¿Quién debe recibir este patrimonio? Obviamente las bibliotecas públicas, y para este caso específico los mismos grupos de teatro, los críticos, los periodistas y profesores de literatura. Ojalá en la medida de lo posible también pueda haber una difusión comercial, en el sentido de que no solo éste sino los demás libros que ha publicado el Ministerio de Cultura –ya que no están para la venta- pudieran ser distribuidos con el fin de reforzar la memoria y el legado de nuestro patrimonio teatral.

¿Cambió en algo la dinámica de trabajo a lo largo de la escritura del conjunto de la obra?

Con el tercer tomo tengo el firme propósito de tener un eje narrativo en el que no estén presentes todas las obras, de tal manera que en algunos casos voy a tocar dos o tres obras que si bien tocan un tópico parecido, no lo harán sobre un mismo acontecimiento.

Sobre el periodo de la violencia si habrá gran cantidad de obras, aunque hay violencias de violencias, escenarios -el campo, la ciudad- y formas –violencia paramilitar, sobre la confrontación entre liberales y conservadores; entre las guerrillas del Llano y los chulavitas-. Cada una de estas temáticas es un capítulo distinto y cada capítulo incluye cinco obras, hasta llegar al 2010.

¿Por qué precisamente esta fecha?

Yo planteo un periodo que se extiende a lo largo de 200 años de historia de Colombia, con relación al tiempo de la escritura de las obras, porque los temas que abordo tienen más de 200 años.

¿Cuál es la razón de estructurar los tres tomos que integran Teatro y Violencia alrededor de este tema?

El origen de este proyecto tiene que ver con las dos actividades más importantes de mi vida: el teatro y la historia; así que tras buscar respecto a un elemento que les fuera común me encontré con la violencia, debido a que las obras de teatro con cierta envergadura siempre abordan el tema del conflicto. Ese ha sido un rasgo constante de algunos periodos de nuestra historia, aunque no todos por supuesto, y me permitió examinar distintas miradas alrededor de un mismo tema.

Yo parto de un principio: la historia no existe, existen las historias, porque de cada acontecimiento existe una serie de versiones muchas veces contradictorias, en las que resulta difícil analizar la historia de los vencidos, porque solo hasta finales del siglo XIX el hombre común y corriente comenzó a aparecer en el escenario.

Pareciera que el teatro estuviera a cargo de escribir la historia de los vencidos…

La historia ya no solo la escriben los vencedores; lo que hizo monseñor Guzmán, Fals Borda y Umaña Luna –La violencia en Colombia-, muestra cómo en esa guerra no hay vencedores ni vencidos, porque la solución a la violencia no puede ser la de querer pacificar un país a través de la violencia: hay un antagonismo casi que filosófico, conceptual y lingüístico.

¿Cuál pudo ser la causa de este hecho?

El teatro es el termómetro de las emociones de un pueblo en un momento determinado; Shakespeare, por ejemplo, es considerado el inventor de lo humano al ser un teatro que no expone tesis de carácter ideológico, a diferencia de muchas otras obras de teatro cuya carga ideológica es evidente durante el periodo de independencia.

El teatro es un aparato que registra los efectos de la violencia sobre la comunidad, porque el arte tiene que tocar a la gente: libradas a su propio raciocinio –tal como lo planteó la Ilustración- las personas están obligadas a mantener un permanente debate con los demás, y aunque ninguna obra de arte tiene un fin pedagógico simple, algo enseñan o hacen un guiño en cierta dirección que debe ser complementado por el público y esa enorme responsabilidad de llenar las preguntas y los vacíos que por ejemplo deja una obra de teatro.

Los hechos sobre los que Shakespeare construye su obra distan a veces siglos de su propia realidad histórica, pero en el caso de Colombia la reacción es mucho más inmediata. ¿Cómo explicar esta circunstancia?

La inmediatez es inevitable cuando se está sometido a una violencia de tantos años. ¿Por qué escribe tan inmediatamente después Miguel Torres una obra como La siempreviva? Porque se trata de un teatro joven que no tiene la tradición teatral que tuvieron los europeos; no tiene que remitirse a la tragedia griega, y sin embargo tiene muchos de sus elementos que por supuesto él conocía.

Para no fracasar hay que inventar, soñar, imaginar. Si las viejas utopías estaban quebradas hay que generar otras, y el reto para el artista, el pensador o el científico es que la imaginación dé resultados: buscar opciones novedosas, crear preguntas que obliguen a crear respuestas distintas. Esa es por lo menos la intención que tengo yo al escribir estos tres tomos.

Juan Carlos Millán Guzmán
Periodista
Dirección de Artes,
Ministerio de Cultura
Tel. 3424100   Ext. 1504
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