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2015-05-20
 

Andrés Mauricio Muñoz: el escritor y sus lecturas

 
Foto: Milton Ramírez, Ministerio de Cultura
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Invitado de Honor a la Feria de la Lectura que se celebra en Popayán, el aclamado escritor caucano presentará este jueves 21 de mayo su más reciente libro de cuentos: "Un lugar para que rece Adela".

''Me gusta mucho que el hábito de la lectura se difunda en todo el país. Por eso es muy importante el trabajo que viene haciendo el Ministerio de Cultura al impulsar las ferias de libreros y los talleres de escritura'', afirma Andrés Mauricio en relación con las expectativas que tiene sobre la presentación de su libro, insistiendo en la necesidad de que los gobiernos locales tengan un papel más protagónico en este tipo de iniciativas.

Autor de la novela breve Te recordé ayer Raquel (2004), Andrés Mauricio Muñoz, nacido en Popayán en 1974,  ganó el Concurso Nacional de Cuento de la Revista Libros & Letras con Una tarde en París, en 2006 y un año más tarde el primer lugar del Premio Literario Fundación Gilberto Alzate Avendaño con el cuento Pierna obstinada. 

Su cuento Carolina ya no aguanta más, obtuvo el primer lugar en el Concurso Nacional de Cuento TEUC 2008. Ganador de la VI edición del Concurso Nacional de Libro de Cuentos UIS 2010 con Desasosiegos menores, obra reconocida como uno de los cinco mejores libros de ficción publicados en Colombia, en el marco de los Premios Nacionales de Literatura Libros & Letras 2011. 

Traducido al árabe, alemán e italiano, algunos de sus textos han sido publicados en revistas como El Malpensante o Revista Número (Colombia), Rio Grande Review (Estados Unidos), Homines (España), Casa de América (España), Letralia (Venezuela), Revista Opción (México), y Revista el Grifo (Chile). Es uno de los editores de la Revista de Cuento Aceitedeperro.

 
 
 El oficio de escribir

¿Qué puede encontrar el lector de Un lugar para que rece Adela?

Normalmente me gusta articular los cuentos alrededor de un mismo concepto y en este caso se trata de historias sobre el despojo, en las que me interesa abordar los diversos matices que puede tener esta palabra que no necesariamente está asociada al despojo de tierras o la violencia cruda que vemos que vemos cada día, sino a aquellos despojos cotidianos: el despojo de un sueño, una ilusión, o de un momento único e irrepetible.

Sé que hay muchos autores que escriben estupendos libros de cuentos sin ningún tipo de hilo argumental o estilístico, pero a mí me gusta que, los que yo escriba, se articulen alrededor de un mismo concepto. Son personajes muy urbanos en los que indago acerca de su psicología, la historia en sí misma, el conflicto, por lo cual no suele haber mucha descripción de entornos o geografías particulares. De cualquier manera me parece que la ciudad se siente gracias a la relación que los  personajes establecen con ella.

¿Cómo es que un ingeniero electrónico termina escribiendo?

Yo comencé a escribir cuando tenía 10 años, y lo hice con la vehemencia que puede tener un niño a esa edad. A los 15 años paré por completo, me concentré en mis estudios y entré a la Universidad. Sin embargo, como sentía que lo que quería era escribir y seguir creando historias, al cumplir 28 años tomé la determinación de retomar la escritura porque no quería llegar a cuestionarme sobre lo que hubiera sido de mí si no hubiese dejado de lado la escritura. 

El hubiera existe, claro que existe, como una suerte de duendecillo que te pinta a cada rato el camino no tomado. Afortunadamente conté con el apoyo incondicional de mi esposa y el resultado estará ahí al final de mi vida o para ser evaluado cuando corresponda.

¿Resulta difícil compaginar estas dos actividades en apariencia tan distintas?

El escritor siempre tiene una mirada muy artística en la que de alguna manera confluyen dos planos en los que suelen confrontarse la realidad y la ficción; de tal manera que la mirada del ingeniero –en muchos sentidos mucho más precisa y metódica- en cierta forma me ha ayudado a establecer esa relación con mucho más rigor.

Un referente reciente es Guillermo Martínez, ganador de la primera versión del Premio Hispanoamericano de Cuento. ¿Se puede hablar de una corriente de escritores científicos?

Aunque no la definiría como una corriente, sí creo que esa visión romántica del escritor dedicado exclusivamente a la literatura se ha ido devaluando, porque ahora el escritor es una persona que está inmersa en una realidad, que además necesita un medio de subsistencia, pero que sin embargo no se deja absorber por la rutina laboral y mete también su cabeza en lo que le apasiona.

Conozco casos de ingenieros que son formidables escritores, como por ejemplo Paul Brito, quien es ingeniero industrial pero que ha producido una serie de obras bastante interesantes; o Ricardo Abdahllah, ingeniero en electrónica. A diferencia mía, ellos han procurado darle un énfasis mucho más decidido a su actividad literaria.  De igual manera hay escritores, como Jairo Andrade, Juan Fernando Hincapié, Betuel Bonilla y David Betancourt, que desde una etapa temprana una voz interior les dictó que lo suyo sería la literatura por completo.

¿Le gustaría dedicarse exclusivamente a escribir?

Sí. Lo tengo planeado como parte de mi proyecto de vida. Esa es mi apuesta y estoy seguro de que en algún momento lo voy a lograr.

¿Lee con sus hijos?

Mi esposa y yo leemos muchos con nuestros hijos de acuerdo con unas lecturas que vamos seleccionando, porque recuerdo que a mi generación le tocó crecer con libros que podían no resultar muy acordes para edades tempranas. Libros que podían enemistarte con el hábito de la lectura. 

El mayor, Juan Andrés, todavía no sabe escribir, pero me dicta algunos cuentos para que yo los transcriba; de alguna manera tengo la convicción de que haber leído a su lado fue determinante para que adquiriera el gusto por la lectura y la escritura. ¡Hay que ganarlos para el bando de los lectores desde muy temprano!

Andrés Mauricio Muñoz 03.jpg 
 
 Escribir

Borges debía tener muy claro el comienzo y el final de sus cuentos. ¿Cómo es ese proceso creativo en su caso?

A mí me gusta tener clara la historia, pero hago mucho más énfasis en la personalidad del personaje: sentir que lo conozco, saber cómo piensa, qué le gusta, qué lo frustra o entusiasma. El final quizá lo dejo un poco abierto para el momento en que estoy escribiendo.

Muchos de sus personajes tienen un carácter urbano, ¿Cómo los construye?

A mí me gusta trabajar con personajes que sean personas comunes y corrientes: aquellos a quienes veo en la fila de un banco, en la mesa de un restaurante; los vecinos o compañeros de trabajo. Ahí encuentro un universo de historias que es inagotable, pero a partir del cual debo construir una historia que cautive el lector. Ese es para mí el mayor desafío.

Hace un tiempo gané un premio literario y en el acta del Jurado se exaltaba el hecho de que a partir de una vidita común y corriente se pudiera escribir un cuento como ese.

¿Por qué esa fascinación con personajes tan sencillos y comunes?

Eso tiene que ver con mi personalidad, porque desde pequeño he sido una especie de antena que trata de captarlo todo: si una persona está feliz o está triste. Tratar de conocer por qué de esa felicidad o esa tristeza. Fue un proceso que se fue dando de manera intuitiva, que está muy relacionado también con mis lecturas.

¿Tiene una rutina de trabajo?

Madrugo mucho. Me levanto a las 4:00 y trato de escribir por lo menos tres horas diarias antes de irme para la oficina. Si estoy metido en un cuento o un libro de cuentos es un horario de estricto cumplimiento, como una suerte de ritual, pero que puede variar cuando no estoy escribiendo.

En esos momentos dedico más espacio a la lectura, aunque la verdad quisiera leer mucho más de lo que en realidad puedo, porque no concibo un escritor que no lea. No creo en la genialidad espontánea. La genialidad de un escritor –si es que ello existe- solo la explico en el hecho de haber decantado muchas lecturas y puntos de vista a partir de los cuales poder construir su propia mirada. Yo compro muchos libros por internet y como por cuestiones de trabajo debo viajar seguido, en cada país al que viajo compro muchos libros.

¿Toma notas?

Tengo una muy buena memoria y todo lo que veo o las frases que escucho se quedan gravitando en mi cabeza. Quizá sea una falencia pero la verdad es que nunca tomo notas.

 
  
Los libros

¿Qué factores resultaron determinantes en esa decisión suya de querer ser escritor?

La biblioteca de la casa. Papá tenía una biblioteca muy grande, y junto con mi hermana éramos una familia de lectores voraces. Recuerdo que yo vivía rodeado de libros: los clásicos y las colecciones de literatura latinoamericana, cuentos rusos. En casa no había muchos juguetes pero sí una gran cantidad de libros.

¿Recuerda algunas de esas primeras lecturas?

El primer libro que yo leí se llama La Perla de John Steinbeck, al que siguió El Jugador, de Dostoievski.

Algo inusual para un niño de 10 años…

Yo quería imitar a papá y a mi hermana, y como los libros estaban ahí solo tenía que estirar la mano, tomar cualquiera de ellos y comenzar a leer. Supongo que muchas cosas no las entendería, y que vistas desde la mirada de un niño imagino que no lograba captar la totalidad del trasfondo de lo que el escritor quería transmitir, pero así comenzó mi interés por la literatura.

Obviamente también leí los Cuentos de los Hermanos Grimm o libros de aventuras, pero estaban este otro tipo de lecturas que siempre seducían a Papá y que por lo tanto me resultaban enigmáticas. 

Para mí el hecho de contar con una biblioteca resulta fundamental en la formación de cualquier escritor, de cualquier lector, de cualquier niño; es por eso que me parece algo de exaltar la tarea que vienen haciendo instituciones como el Ministerio de Cultura o el Distrito en procura de incentivar la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, o los talleres literarios tanto en el país como en una ciudad como Bogotá.

¿Qué otros autores han sido determinantes en su formación como escritor?

El género que a mí más me gusta es el cuento, de tal manera que autores como el peruano Julio Ramón Ribeyro o el uruguayo Felisberto Hernández han sido fundamentales. Obviamente están también Cortázar y Borges, pero los dos primeros fueron definitivos, junto al norteamericano Raymond Carver, así como Alice Munro, que ha sido para mí todo un acontecimiento literario. Esos serían mis pilares fundamentales dentro del género.

¿Qué es lo que tanto llama su atención de estos autores en particular?

Tanto en Ribeyro como en Carver, por ejemplo, me gusta su capacidad para crear historias fascinantes a partir de unos personajes que uno podría encontrarse en cualquier parte porque hacen parte de nuestra vida cotidiana y de alguna manera representan esas frustraciones y angustias que a veces llevamos adheridas al cuerpo.

Respecto a Felisberto Hernández, hay en su obra todo un rigor en el tratamiento de la prosa, que si bien algunos consideran poco elaborada otros pensamos que hay un trabajo muy riguroso y de mucho cuidado en la manera de querer decir las cosas.

¿Poesía?

Casualmente voy a tener la posibilidad de encontrarme con Giovanni Quessep, quien me parece uno de los grandes exponentes de la poesía colombiana, junto a Raúl Gómez Jattin; aunque también suelo leer autores jóvenes como John Jairo Junieles, Hellman Pardo o Henry Alexander Gómez, además de un autor que también es de Popayán –Felipe García Quintero-, a quien considero todo un referente de la nueva poesía colombiana.

Un escritor también debe leer poesía porque eso también le da una visión diferente, lo impregna de otro tipo de sensibilidad.

 
 
Talleres literarios

Usted también hizo parte de un taller de creación literaria. ¿Cuál es la importancia de estos talleres en la formación de un escritor, que a veces es tan criticada?

A mí me parece que los talleres tienen una gran pertinencia, aunque haciendo la salvedad de que allí no se puede ir a aprender a escribir, uno adquiere una serie de elementos de juicio alrededor de los cuales el escritor puede comenzar a desarrollar su trabajo.

Además, los talleres literarios nos dan la convicción de que escribir un acto que requiere mucho rigor y trabajo, tan alejada de esa visión del escritor encerrado en su buhardilla a la espera de que lo visite la musa.

¿Le llegaron a ''dar palo''?

Si bien uno pone a consideración del auditorio un texto y suele recibir muchas críticas, el taller de escritores de la Universidad Central –dirigido por el maestro Isaías Peña y Óscar Godoy- procuraba tener un carácter muy pedagógico en el que había mucho respeto y una crítica de carácter constructivo. La labor que ha hecho ese taller desde hace más de treinta años ha propiciado todo un proceso de transformación cultural en nuestro país.

¿Cuál es la importancia de contar con una Red de Escritura Creativa como la que apoya el Ministerio de Cultura?

Esa estrategia es muy pertinente en la medida que en todas las regiones del país hay gente que quiere contar historias, así como un interés aprender a traducir en letras eso que está en la cabeza de todas estas personas. Yo mismo he sido testigo de convocatorias a las que se presentan 20 o 30 personas interesadas en escribir y que les digan cómo dar ese primer paso.
Sin embargo, todo requiere un punto de equilibrio, porque llega un momento en que el escritor debe tomar distancia respecto a la academia para que verdaderamente se enfrente con el reto de escribir. 

Yo duré cuatro meses en este taller, que era lo que duraba; aunque desde el principio tenía claro que no quería seguir por tiempo indefinido en experiencias de ese tipo, sí sentía la necesidad de poder compartir con otras personas que tuvieran expectativas e inquietudes similares. Dedicarme a pensar por unas horas exclusivamente en literatura.

 
 
Los premios

Usted ha escrito novelas, pero parece sentirse más a gusto con el género del cuento. ¿Hay alguna razón para ello?

Tuve la fortuna de que mi primer libro de cuentos –Desasosiegos menores- ganara el Premio Nacional de Libros de Cuentos de la Universidad Industrial de Santander, además de tener una buena acogida por parte de la poca crítica que hay en Colombia. Ver ese resultado me llevó a considerar que la relación con el cuento era bastante estrecha y me motivó a querer seguir por esa línea. Después vinieron las publicaciones, lo cual fue todo un espaldarazo, pues todo escritor quiere ver su trabajo publicado y quiere que lo lean; ese es un rasgo inherente al oficio, a la naturaleza de escribir.

El Ministerio de Cultura tiene este año el premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez y el Premio Nacional de Poesía. ¿Cuál es la importancia de poder contar con estos estímulos?

Eso es fundamental, y aunque hay personas que sostienen que no se debe escribir pensando en premios, no veo por qué no buscar uno cuando la obra está terminada; porque los premios no solo cumplen con la función de reconocer ese trabajo sino de dar a conocer la obra de un autor entre los editores y el medio en general.

Quizá el único problema que advierto es que los premios en Colombia no suelen estar muy acoplados a los medios de distribución, de tal manera que se deberían buscar estrategias y alianzas con las editoriales para que en realidad se lograran difundir las obras ganadoras. De lo contrario parte del objetivo bajo el cual se concibió el premio, se pierde.

De hecho usted tiene una anécdota sobre el lanzamiento de uno de sus libros…

Cuando tuve la posibilidad de publicar mi primera novela, estuve el día del lanzamiento rodeado de una cantidad de seguidores que serían la envidia de cualquier gran escritor. Aunque yo por supuesto no lo era, pero pasa que media facultad de exalumnos de ingeniera electrónica se volcó al auditorio para presenciar esa rareza de ingeniero que escribía novelas. Después de eso no he logrado superar aquella hazaña, lo cual  me hizo enfrentar a una realidad que en adelante sería la constante, que es el hecho de tener que ganarse a pulso cada lector que uno tenga.

Juan Carlos Millán Guzmán
Dirección de Artes,
Ministerio de Cultura
Tel. 3424100   Ext. 1504
Cel. 311 878 67 43
 
Fotos:
Milton Ramírez,
Ministerio de Cultura


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